Punto y seguimos | París: donde la desinformación oculta lo importante

Polémicas injustas y "olvidos" inexcusables

06/08/2024.- Los Juegos Olímpicos de París han dado —como era de esperarse en este tipo de eventos— historias de superación, marcas, críticas y polémicas. Lo que diferencia a estos juegos es, posiblemente, que se desarrollan durante el máximo apogeo conocido de las redes sociales, la cultura digital y, con ello, también, el apogeo de la desinformación. De acuerdo con las Naciones Unidas, a diferencia de la "difusión accidental de informaciones inexactas", la desinformación tiene el propósito de engañar y de causar perjuicio, es decir, está hecha con mala intención, lo cual deja un espacio muy amplio para los "errores de apreciación", puesto que la intencionalidad es muy difícil de comprobar. Sin embargo, lo que sí queda claro es que los contenidos engañosos, falsos y/o manipulados, independientemente de la intención con que fueron creados o reproducidos, son siempre perjuiciosos.

Mientras —en peso— la ausencia de críticas sobre la participación de atletas israelíes en los Juegos es notable, sí que nos encontramos con historias virales puestas en la discusión pública y desviando la atención de los temas más importantes y relevantes en la tradición y espíritu olímpicos. Es el caso de la boxeadora argelina Imane Khelif, cuya victoria sobre Angela Carini en 47 segundos desató una ola de indignación y de odio provenientes de una información no comprobada. Las lágrimas de la italiana fueron atribuidas a la victoria "injusta" de la "trans" Khelif, quien ha aparecido en portales y publicaciones de todo el mundo siendo vilipendiada y acusada de aprovecharse de la ideología de género para triunfar en un área adonde "no pertenece".

A nadie parece importarle que el Comité Olímpico Internacional (COI) haya expresado que la atleta es mujer de nacimiento o el hecho de que lleve años en competencias internacionales en las que, además, ha sufrido numerosas derrotas. Tampoco, el escarnio que representa para una mujer nacida en un país musulmán, con estrictísimas normas en lo referente a género, que su sexualidad sea puesta en tela de juicio por millones de personas o, pero aún, que su esfuerzo como deportista se vea menospreciado. Investigaciones periodísticas posteriores dieron cuenta de la historia de Khelif, una niña pobre que aprendió a pelear para defenderse del bullying que sufría por su apariencia (posee naturalmente un exceso de producción de testosterona) y que se enamoró de un deporte prohibido para las niñas en su Argelia natal.

Hoy poco importan las historias aclaratorias para millones de personas. Ya quedó grabada la información de la boxeadora trans que ha ganado "injustamente" sus peleas en los Juegos Olímpicos. Si llegase a ganar una medalla, la misma siempre estará llena de dudas y conjeturas. Además, la polémica sobre un cuerpo habrá tenido más espacio en la discusión pública internacional que la que, por ejemplo, debió existir acerca del doble rasero del COI para vetar países. ¿Es más importante debatir sobre la vagina de una atleta o el hecho de que algunos de los competidores israelíes hayan sido también soldados activos en un genocidio? ¿Tienen derecho los israelíes a participar, pero no así los atletas rusos? Estas son las preguntas cruciales.

Dirán que es relevante discutir en el deporte la participación de atletas trans y tienen razón, pero el asunto es que la argelina no lo es. Se ha montado una polémica sobre rumores. Existiendo tantas historias y contextos de donde sacar, se hace sobre una información, por lo mínimo, no comprobada. Los Juegos Olímpicos son sobre la superación del hombre y la mujer a las adversidades, sobre la hermandad y la sana competencia, sobre el espíritu de la bondad en un mundo de injusticias. No puede premiarse a los que hacen la guerra y atacar sin evidencias a quienes han luchado la vida entera por vivir el sueño de competir, superándose a sí mismos y a los obstáculos.

 

Mariel Carrillo García


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