Retina | El riesgo de volverse chavista

12/08/2024.- Observadores imparciales, si hubiera, de la vida política venezolana actual deberían reconocer que goza de una vitalidad envidiable frente a lo que ocurre en muchos países de Occidente. Es indudable e incuestionable que en Venezuela la política importa.

De especial interés es el hecho innegable de que el principal partido opositor en Venezuela es el Departamento de Estado de Estados Unidos, responsable de organizar, movilizar, financiar y brindar respaldo internacional a quien ellos decidan que sea candidato o candidata para las elecciones nacionales. La muestra más reciente de su nivel de control fue la desautorización a Manuel Rosales para mantener su candidatura a la Presidencia de la República.

Sin embargo, hace mal el Departamento de Estado al creer y delegar la comprensión de Venezuela y la elaboración de la política a los millonarios fanáticos ultraderechistas de Miami, organizados en torno a una enfermiza y criminal doctrina anticubana, que no ha tenido desde 1960 ninguna idea distinta a la de generar sufrimiento a los pueblos a través del bloqueo económico y practicar acciones terroristas contra sus hermanas y hermanos.

La democracia en Venezuela tiene tanta vitalidad que las elecciones las ganan los pobres, algo que muy pocas veces ocurre en este mundo.

El partido de Estados Unidos y sus organizaciones satélites sostienen que los chavistas son un movimiento de marginales, gente con pocos estudios, sin recursos económicos, “indígenas”, “negras” y “negros”, gente para quien una bolsa de comida es importante.

Es una afirmación que, si quitamos el peso racista y clasista, resulta interesante porque comprende a la mayoría de nuestro pueblo. Con absoluto desprecio, sin ninguna visión incluyente, postulan desde qué óptica asumen lo político y confirman sentirse parte de una élite que, desde su perspectiva, debe gobernar de espaldas a ese pueblo que menosprecia.

Si tales observadores imparciales, que no existen, estudiaran un poco la realidad venezolana, entenderían que, muy lejos de los mitos impuestos sobre la vida cotidiana venezolana, el chavismo es una mayoría constantemente asediada por esa gente que se siente parte de una casta superior que tiene el derecho de asediar para “iluminar” a los chavistas. “Abre los ojos”, nos dicen. Es un hecho que se puede corroborar en la vida cotidiana, en casi todas las emisoras radio, en parte de la televisión, en la prensa y en las redes sociales. Tal acoso tiene una magnitud tan importante que hace que ser chavista tenga que ser secreto en algunos entornos.

Desde esa mirada y sin pensarlo nada, hay quienes asumen que ser inteligente es muy fácil, basta con ser de oposición. Para qué puede servir estudiar nuestra historia, comprender por qué hablamos del árbol de las tres raíces, los problemas derivados del bloqueo, la estrategia para obtener crecimiento económico, a pesar de la guerra que nos quiere hacer rendir por hambre, la necesidad de un mundo pluripolar y multicéntrico, la importancia del socialismo en el presente siglo, la necesidad y la posibilidad del poder comunal. No, si se estudian bien estos temas, uno corre el riesgo de volverse chavista.

Freddy Fernández

@filoyborde

 

 


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