Letra fría | ¡Adiós, familia!

17/08/2024.- Después de tres meses en cálida unión familiar, como nunca antes la había sentido en los últimos tiempos, ya me estoy despidiendo de tan divino oasis sentimental. Ha sido muy grato ver la evolución de mi nieta Isabella y estar presente en su quinto cumpleaños, acompañarla a su clase de natación, a una cita médica, llevarla y buscarla de sus campamentos vacacionales. ¡A veces me miraba al espejo para ver cuánto brillaba mi aureola de santo! Celebrar en familia mi cumple 71 y los de mi hija Ligeia y de mi hijo Vicente, quien además se pasó un mes con nosotros, después de muchos años sin estar juntos, fue otra gota de elixir maravilloso en esta tenida familiera, amen del Día del Padre en mi paquete de todo incluido, con senda laptop nueva, que me puso en modo "actualidad digital". También lo fue visitar a mi nieto Carlos Gabriel con Camila en su nuevo apartamento de Miami, donde pude reencontrarme en una espléndida tarde con mis tías Alicia (92) y Elba (78), a quienes no veía desde hacía treinta o cuarenta años, gracias a los primos Marina y Armando, todos seres humanos espectaculares.

El esmero de mi hija, pendiente de cualquier comida que se me ocurriera, como cuando mencioné el mojito en coco, los bollos pelones o el asado negro —así haya fingido no haber escuchado de las hallacas y el pan de jamón, ja, ja, ja—, pero hubo arroz a la marinera, pulpo a la gallega, risotto de champiñones con caldo de cordero, pabellón, pastas todas y muchísimos manjares del robot y su experticia en recetas heredadas de mamá, pero sin olvidar las consentideras de mi yerno Carlos, mago de las parrillas de chuletas de cordero lechal, costillas de cerdo y res, punta trasera, chorizos y morcillas, pargo a la parrilla (pescado por él), huevas, huesos de tuétanos y demás inventos, sin olvidar la neverita llena de cervezas, vinos y cocacolas en el cuarto. Yo, humildemente, hice varios ceviches de pargo, un escabeche de carite y unas pasticas con salmón y champiñones, después que pasó la euforia culinaria de los primeros meses. Fue un balance perfecto para un solitario desmadrado y aparentemente sin familia como yo. Je, je, je.

Hoy fue un día muy especial. Mi hija me pidió acompañarla a su terapia y, aunque tenía trabajo, no me pude resistir. La doctora pidió conocer al "ogro" je, je, je, que la hacía bañarse a las seis de la mañana para ir al colegio. Recordaba que decía en modo autoritario: "De esta casa no sale nadie sin bañarse". Me imagino que heredé semejante infamia de mi padre, lo que no me libera de culpa. Por ahí sería mi defensa si era interpelado, pero no: el encuentro fue una grata tertulia sobre arte y algunas referencias a mi madre, como contribución al mapa afectivo de nuestra paciente. Supe algo de ventosidades anfibias inesperadas —unos sapos que se echan peos en El jardín de las delicias de Hieronymus Bosch, el Bosco, por lo que me proveeré de una buena lupa la próxima vez que me aproxime—, pero lo mejor del caso es que nuestra simpática doctora ha sido una gran investigadora de arte desde su juventud. Esta cuestión me pareció magnífica, junto a su trabajo de campo en las barriadas más pobres de Houston, donde obtuvo increíbles resultados al vincular a los pobladores con la interpretación de obras, cual si fuera un test de Rorschach plástico.

Ya que estamos hablando de ese estado de bienestar en el que la persona es capaz de desarrollar sus capacidades, debo confesar mi única frustración. Al fragor de un ambiente climático alterado, cuando me sentía en el ojo de un huracán, pensé escribir una crónica que trasmitiera aquel cúmulo de sensaciones. El pase del evento estaba anunciado para las cinco de la mañana, y desde las cuatro ya andaba pendiente. "El huracán Beryl tocó tierra en Matagorda, al sur de Houston, como categoría cinco, en la madrugada del lunes 8 de julio, y en su avance hacia el norte dejó devastación, inundaciones y muertes". Ligeia hizo las primeras tomas y, al reenviarlas, Vidal Cisneros desde Caracas me dijo: "Eso aquí es un chubasquito". Berta García desde Miami me dijo: "Eso es una lluviecita. Dios quiera que nunca veas uno de verdad". Una amiga desde Buenos Aires me dijo algo parecido y solo se me ocurrió decirle que Júpiter le dijo a Neptuno: "Épale, en Katy está HM, el enmantillado, la conjunción astral de cada tres mil años. Bájale dos, entonces", y fue la única manera de entender que por la casa fue leve, pero en el resto del área fue devastador. "Mi primer huracán", que era mi gran titular, ¡se quedó frío y nunca escribí nada!

Al cierre: Mi yerno me acaba de entregar las entradas para el concierto de Carlos Santana este sábado. No lo veo desde 1971 en Bogotá. ¡Buen fin de fiesta!

 

Humberto Márquez


Noticias Relacionadas