Estoy almado|¿Deberían los niños tener celulares “inteligentes”? (II)

24/08/2024.- Si hoy los menores de 12 años están expuestos a las pantallas de los celulares es por entera responsabilidad de nosotros, los adultos. Sin hablarlo ni debatirlo en profundidad, somos promotores activos de que los niños y niñas usen celulares ultrasofisticados, tanto que ahora esos aparatos parecen más inteligentes que los humanos que los utilizan.

Cuando le entregamos un celular a nuestros niños, lo hacemos por varias razones, una más endeble que la otra. Repasemos algunas de esas ideas: 

Modernidad. Por alguna razón fatalista en el siglo XXI, creemos que los niños/niñas son más avanzados si usan celulares de última generación, aunque ellos no sean educados para tal fin. Las madres/padres regalan celulares a sus niños, convencidos de que sus hijos son más modernos. No hacerlo es condenarlos al “retraso” y hasta el rechazo escolar. 

Ahora, yo me pregunto: ¿qué hacen cuando lo tienen?, ¿de verdad son más modernos cuando tienen un celular en sus manos? Una vez le pregunté a un “niño moderno” con celular si sabía enviar un correo electrónico a la maestra; o si podía buscar alguna información en Google. El niño me miró feo. La verdad, no tenía que saberlo. Nadie se lo enseña en casa, tampoco en la escuela. ¿Para qué? Se supone que el celular no es para eso. Desorientado y lleno de la adrenalina de cargar un juguete nuevo, el niño apenas improvisaba con el celular. Jugaba azarosamente.  

Pronto ese “niño moderno” con celular consumirá a diario los mismos contenidos para adultos. Así, sin filtro, recibirá memes, reels y materiales lúdicos que promueven abiertamente el racismo, el odio, la xenofobia, la discriminación política y la apología a la violencia de género y psicológica. Para los adultos, esa sobreexposición puede ser natural, tal vez porque muchos de nosotros cuando éramos niños, sobrevivimos (creo) a los mensajes nocivos de la televisión de los años 70, 80 y 90. Ojalá que ellos (los niños/niñas de ahora) puedan superar esa sobreexposición salvaje de contenidos virtuales.

Pero a veces siento que esa batalla la estamos perdiendo y con creces. Lo digo por algunas consecuencias precoces a la vista. Por ejemplo, el concepto de las niñas bien arregladas y coquetas ahora se confunde sutilmente con la hipersexualización infantil. Es un comportamiento naturalizado que muestra a las niñas de 10, 11 y 12 años comportándose como treintañeras sexys. Frente a las cámaras de su celular superinteligente hacen poses sexys de adultos, incluyendo mordeduras de labios y muecas de boquitas de pato. Hay madres/padres que no ven nada malo en eso; creen que sus niñas son muy modernas por mostrarse hipersexualizadas en redes y estados de WhatsApp. Se trata de los visos del postmodernismo virtual, que borra fronteras de lo que puede ser nocivo o beneficioso para las futuras generaciones. 

Seguridad. Esta creencia indica que los niños están más seguros si utilizan un smartphone para comunicarse con los adultos, sobre todo si están fuera de casa o distanciados de sus padres. Pudiera tener sentido para aquellos niños con sus padres fuera del país debido al fenómeno de la migración. Pero para aquellos que viven juntos, no sé porque un perolito (celular con llamadas y sms) no cumpliría el fin de comunicarse en la calle.

Esa misma idea de seguridad hace que le entreguemos a los niños un celular sin mayor orientación que la exploración por su cuenta. Así los convertimos en presas fáciles de adultos depredadores y hater en la red, haciéndose pasar niños o adolescentes para fines oscuros. Los niños no lo saben, y cuando algo les pasa no suelen comunicarlo a sus padres por temor a que le quiten el celular o le restrinjan su uso.

Interacción. Los celulares pueden ser vistos como medio de socialización para los niños. Al principio de la pandemia esta creencia se afianzó debido al encierro y al obligado distanciamiento con los compañeros de clases, como parte de la fracasada educación a distancia implementada en primaria y preescolar.  

Culminada la pandemia, se supone que los niños son más sociales porque estuvieron más tiempo con el celular. Deberían tener mayores destrezas digitales y manejar herramientas virtuales que faciliten la vida real. Hágase la pregunta conmigo: ¿es realmente así? De momento, lo que noto es que esa generación emocionalmente son un experimento en ciernes. Todo lo que sienten está supeditado al celular. 

Alguien me preguntaba si toda esta cháchara era para no comprarle celulares a mis hijos. Le contesté que no, que era inevitable. Incluso, uno de ellos, el más grande (14 años), en este momento ya tiene un celular inteligente en sus manos. Fue un regalo inesperado de su padrino, que sin saberlo actuó impulsado por la mezcla de la primera y última de las razones antes mencionadas. 

Estas líneas apuntan más a exponer un problema derivado de la hiperconexión consumista que justifica todo a su paso, sin cuestionar si los niños deberían o no usar un celular inteligente.

Por supuesto, hay también quienes lo consideran una solución. Con el celular inteligente, los padres reemplazaron la vieja niñera de la televisión de nuestra época. No lo dicen, pero para muchos padres/madres el celular inteligente sirve para hipnotizar a los niños y mantenerlos en un solo sitio, tranquilos, en calma. “Busca tu celular y déjanos tranquilos un rato”, es la frase frecuente.

También funciona como castigo. Inmunes a los regaños y llamados de atención, el celular puede ser retirado temporalmente o decomisado por tiempo indefinido si los niños no hicieron sus deberes o cometieron una falta grave. Cumplida la pena, luego el celular vuelve con mayor adicción a las manos de los pequeños.

Destetarlos del celular es casi imposible. A estas alturas, ese aparato forma parte de su desarrollo. A corto plazo, no habrá forma ni manera de separar el futuro de esta nueva generación con el uso del celular inteligente. 

Supongo que todo este problema social es el comienzo del llamado homo cellularis,  esa nueva especie de la que hablaba el escritor, semiólogo y filósofo, Umberto Eco, en su texto El teléfono móvil y la verdad. “El móvil se convierte en un gran constructor de realidad social (...) ¿Acaso es la culminación de la modernidad? En cierto sentido, sí, pero solo hasta cierto punto”, escribió.

Basado en Eco, yo albergo una hipótesis. Igual como ocurre ahora con el celular, antes los contenidos televisivos eran para todos por igual, niños o no. Luego fueron clasificados según el horario y edad escolar hasta llegar a los controles parentales y a los contenidos por grupo etario. Se fijaron límites, tal vez tras comprobarse la advertencia del homo videns que hizo en su libro Giovanni Sartori.

Con el celular inteligente seguramente es cuestión de que produzcan algunas vueltas al sol. 

Confío que el círculo se repetirá. 

Para comentarios envía un correo a soyalmado@gmail.com

 

Manuel Palma 

 

 


Noticias Relacionadas