Un mundo accesible | Toda adversidad representa una lección

29/08/2024.- Me sentía cansada de que mi vida fuese etiquetada desde el punto de vista social, segregada o marginada, e inclusive clasificada desde una serie de problemas pedagógicos que estaban directamente vinculados con mi diversidad funcional (discapacidad).

Actualmente, soy médico en formación, escritora publicada, diseñadora gráfica y columnista. Justo en medio de la discriminación que llevaba a cabo, comprendí que el fracaso era más que necesario. Ante todo, aprendí el concepto de la vulnerabilidad humana. Descubrí que cuando afronté mis más devastadoras derrotas, una nueva filosofía de vida se asentó en mí.

De cierta forma, todo proceso tiene un porqué: todo ser humano es vulnerable. La negación tiende a ser lo mejor de un futuro provisorio y con frecuencia es aquello de lo que se valen las grandes mayorías. Sin embargo, tiene mucha más valía recordar la transitoriedad de nuestras existencias. Cuán rápido pasa la juventud y, ciertamente, es impresionante la inmediatez con la cual hemos de dar nuestro último suspiro. No se trata, por lo tanto, de un asunto que no nos permita fantasear respecto a las manijas del reloj. La honestidad, la verdad y la justicia aseguran nuestro propio beneficio.

La esperanza ha representado mi principal fortaleza. Aun así, casi todas las personas procuran evitar el sufrimiento, algo que no siempre es posible en este mundo cada vez más globalizado. No soy más que una chica normal que padece una enfermedad rara (es decir, una enfermedad). En efecto, cuanto más voy conociendo el mundo, más claro me resulta que, pese a distintos padecimientos, en esa gran búsqueda filantrópica y amable estamos todos.

A pesar de que mi sufrimiento no es precisamente la excepción en medio de las generalidades, he de confesar que apenas es natural. Es lo que subyace tras una barrera que impide que las personas con diversidad funcional cuenten con la oportunidad suficiente como para integrarse a la sociedad y alcanzar, como muchos, su máximo potencial.

Es más que importante considerar la discapacidad como una complicada colección de condiciones diferentes, muchas de las cuales son víctimas de un atributo personal, cual reos e inculpados por un carcelero capaz de privarlos de su libertad de expresión, así como de su libertad de pensamiento.

Un deber que tenemos para con nosotros mismos es dejar atrás el costumbrismo. El hecho de que estemos habituados a vivir de determinada manera no significa que no podamos consolidar una sociedad progresista. Apenas en el 2002, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estableció la Clasificación Internacional del Funcionamiento, de la Discapacidad y de la Salud, lo cual representa un avance genuino para todos aquellos que, de una u otra forma, hemos querido derribar las barreras de la discapacidad.

Solo soy una chica relativamente recién llegada al mundo moderno. Debido a mi enfermedad, he aprendido a empatizar y a mantener un contacto mucho más cercano y bondadoso con la sociedad contemporánea. En lo que respecta a mi punto de vista, el cual no interviene solamente sobre las personas con discapacidad, considero que nada descansa sobre la verdad absoluta, o siquiera sobre una idea original. Le apuesto, en cambio, al sentido común.

Aprendí que con ternura, ingenio e inspiración por aquellos que aclaman una mano amiga, es más que suficiente para vivir con integridad, buenos valores morales, regocijo, plenitud y, finalmente, la liberación de todo nuestro potencial.

 

Angélica Esther Ramírez Gómez


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