Palabras... | Carta a usted (necesito que no muera)

29/08/2024.- Antes que se niegue a no soportar la doble ausencia acumulada, quisiera decirle: a la soledad, por su importancia humana, significado íntimo y profundidad poética, también le asiste con decoro un bello rincón en nuestro planeta, al ser capaz de conducirnos, con la sagacidad más intensa posible, a facilitar vernos por dentro las respuestas a todos los quebrantos y placeres de la armonía natural. También, a permitirnos gradualmente saber lo cerca que hemos estado, tantas veces, de la consciente resolución vital de querernos cada día más, como esencia de esta maravilla de existir. No sobra insistirle en que la vida hay que vivirla a como dé lugar, en correspondencia con su posibilidad de belleza adherida, sin dejar de estar muy pendiente de las claves que nos conducen al sitio total de la incisión, porque no hay otra.

Ciertamente, entre la vida y la muerte, no hay camino. Nos veremos en la vida o nos miraremos morir.

Nunca hemos querido hacer de la realidad cotidiana un ritual en los otros. Solo aspiramos en términos del esplendor verle surgir como la luna llena.

Qué y a quién alumbrará el sol cuando se vaya, dejándonos a oscuras, llenos de luz.

De qué inocencia huye el estado de ánimo. Qué felicidad volvió triste la normal naturaleza humana.

Con tanta vida y diversidad, y tanto de día como de noche, reproducimos el mismo camino, ayudando a morirnos mucho más de prisa en la rutina, como si nos faltara una parte de la vida a la que nos han negado acceso.

Por favor, no pague con la vida lo que debe comprender.

Embellezca el jardín con flores y rosas de la tierra que ha de haber a su disposición cuando usted así lo decida, sembrando y cosechando por igual su propia alimentación. Mueva, cambie y bárralo todo. Haga una fogata con detalles que ya cumplieron su presencia, recoja la ceniza y abone la inmensidad o la tierra madre.

Tienda la cama como si fuera un nido.

Prefiera el poema o la lectura a la meta de un verso.

No alimente la negación en el pensamiento y vaya desalojando lentamente sentimientos dolorosos de su diario vivir, sustituyéndolos con lo acertado, que también tiene un sitio en el inventario de su existencia.

Haga a un lado el regodeo en la enfermedad. Oiga música descuidada sin palabras en viejas y ocasionales radios, mientras clasifica la basura, los papeles escritos y la lectura preferida.

Sintetice y simplifique la vida en la sencillez. Diseñe agradables rincones y paredes, y que su vestido caiga al cuerpo como agua cálida.

Desarme la costumbre y el ritual, y cuando ya esté cansado de crear la necesaria y distinta manera de vivir, salga y mire siempre caer la tarde, que mucho más tarde se levanta en su esencialidad.

Entre al nido y descanse como una pluma de ave viajera en el tintero.

Desde otro espacio y tiempo pasado, piénsese y escriba en el insomnio una carta a su vida desnuda de todos los atavíos. Pregúntese si alguna sensación o estado de conciencia inusual le rememora haber soñado con flechas y perfumes de la montaña, o encontrarse unida a una naturaleza que siente remotamente que fue real, o si cierta vez, ya distante, dijo involuntariamente adiós y viceversa.

Recítela en su nombre hasta que esté conforme, y quiérase mirando el mar.

Mantenga firme en el cuerpo, con sus huellas digitales, una caricia hasta que esté preparado.

Ámese con eso. Es amor de otro mundo por hacer.1

 

Carlos Angulo

 

1Angulo, C. (2024). Los Sum Sun Verdi. Venezuela: Editorial Tinta, Papel y Vida.


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