Tinte polisémico | Brics, geopolítica y ajedrez

06/09/2024.- Establecer las analogías con el juego ciencia en el campo de las relaciones internacionales podría resultar útil, con el propósito de aproximarnos inicialmente a la comprensión de su dinámica, las leyes que las rigen, el comportamiento de los actores en su despliegue dialéctico en los escenarios: global, hemisférico, continental, regional y local, el cual queda, en este caso, representado por el tablero de los sesenta y cuatro escaques, donde se desarrolla la batalla, nuestro mapamundi, el territorio concreto, no virtual, puede resultar muy ilustrativo y potable, particularmente para los más jóvenes.

A este público objetivo, conformado por las más noveles generaciones actuales, les puede parecer poco atractivo y muy aburrido leer extensos y densos escritos de análisis sobre el acontecer político internacional, y dadas las características de la información de las abarcantes redes sociales, que es el ámbito de la comunicación que frecuentan este tipo de usuarios, por su inmediatez, instantaneidad y brevísima extensión, ya que, inducidos o no, piensan y expresan que no hay tiempo que perder leyendo demasiados caracteres para obtener un claro mapa de los hechos, procesos y protagonistas que comportan y explican los acontecimientos del complicado y complejo sistema mundo.

Introduzcamos, entonces, algunas comparaciones descriptivas e ilustrativas al respecto. Con intención pedagógica, y no porque sean blancos y rubios, dado que en el juego se distinguen dos colores opuestos, por un lado, tenemos las “piezas blancas”, que pueden identificarse con los países que se agrupan en torno al eje y centros alineados con los intereses de Estados Unidos de Norteamérica y el conjunto de los Estados integrados en la Unión Europea, algunos países de Asia como Japón y otros de Oceanía como Australia, podríamos denominarlos el bloque del Atlántico Norte y Otros Aliados.

Las piezas o fichas negras las conformarían los actores que, por razones de simplificación, congregarían entre otras, a la otrora potencia alterna de la época de la Guerra Fría, época del mundo bipolar, pero hoy indiscutible protagonista del tablero, así como otros países que buscan su posicionamiento en el nuevo orden, que no solo emergen, sino que muestran signos inequívocos de su configuración y articulación en un sistema pluricéntrico y multipolar, de bloques regionales y distintas áreas de influencias vinculadas.

Tenemos así hoy un magno mandarín, el rey, China, con su indiscutible avance y poderío económico-financiero-comercial-tecnológico-industrial-poblacional, y su evidente despliegue en todos los ámbitos del orbe; la reina, la gran zarina, Rusia, como eje central de esa región geopolítica tan sensible: Eurasia, cuya relevancia política, económica y militar, con la trayectoria y protagonismo histórico del siglo XX y su indiscutible rol actual como polo de poder y nación potencia del siglo XXI; el caballo, Irán, con su poderío e influyente capacidad y versatilidad de juego y poder en el Medio Oriente, como potencia media, en el teatro de operaciones del mundo árabe e islámico y natural contrincante del Estado sionista de Israel.

Además, se incorporan otras “piezas” en una original partida, de novedosas aperturas, defensas, ataques, gambitos y celadas, que se aplican en múltiples áreas geográficas de influencia, así, Brasil desde la América Meridional, representa una poderosa torre, que se destaca y se reafirma en su correspondiente espacio geopolítico; otra nación, también de cultura ancestral, pero que busca su lugar y posicionamiento en el “medio juego”, fase del careo ajedrecístico, en la gran partida planetaria, es la India, con su particular juego y dominio de la diagonal del tablero desde Asia, un indiscutible arfil, cuya participación ya perfila su protagonismo en la nueva arquitectura multicéntrica; también desde África se configura, con la articulación de Sudáfrica en los Brics, lo que llamaremos el Sur Global.

Para enriquecer las comparaciones y representaciones, contamos con más fichas en el juego, dado que por cada bando contamos con pares de caballos, arfiles y torres; por lo tanto, podríamos recrear e imaginar actores como otros países emblemáticos de los continentes o regiones, organismos internacionales, organizaciones no gubernamentales, empresas multinacionales, entre tantos otros participantes.

Pero el juego de ajedrez, como metáfora de lo bélico, en lo táctico y lo estratégico, no deja de considerar la infantería como la reina de las batallas, en la conflagración tradicional. En nuestro caso para completar los participantes de la partida, tanto desde el Sur Global y el Norte, se incorporan por cada frente los ocho (8) peones, que en correspondencia con el resto de los países del orbe, ubicados en las diferentes áreas o zonas de influencia, y que, como soldados, por su significación y sus objetivos en la filosofía y técnica del juego, en combinación con el resto de las piezas, el arfil, el caballo, la torre, el rey y la dama se permutan, se alían, se cubren y se defienden, también participan en la ecuménica batalla.

En el plano de la diplomacia y la política exterior, se celebran acuerdos y tratados, se integran en bloques regionales, de distinta naturaleza: comercial, financiero, económico, militar, cultural, en sus afanes, y por parte de ambos bandos, piezas negras y blancas, Norte versus Sur, ejecutan sus respectivas secuencias de movimientos para dar jaque mate al rey o capturar a la dama contrario, o evitar con el resto de las piezas que sean susceptibles de ser eliminadas, “cambiadas, intercambiadas o comidas” en el avance del juego, o ser subyugados, “boqueadas o clavadas”; es decir, al ubicarnos en el plano del sistema internacional cuando un país pierde autonomía y soberanía como nación.

Puede quedar como ejercicio de análisis particular, el de asignar roles y representaciones como piezas, con sus propias fortalezas y capacidades de juego, en la nueva arquitectura multipolar, a un conjunto de importantes países de Europa Occidental: Francia, Reino Unido, Alemania, Noruega, Dinamarca, Italia; en la Europa Oriental a Turquía, y en Asia a Corea del Sur, Vietnam, y en tantas otras geografías específicas, como Israel, Egipto o los Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita, Bolivia, Colombia, Venezuela y la Argentina, por señalar algunos.

Y en virtud de sus especificidades geoeconómicas, sus capacidades tecnológicas, industriales, comerciales y de suministro de servicios potenciales y efectivas de exportación, dadas sus respectivas competencias y ventajas competitivas, riquezas naturales, reservas energéticas y de minerales, biodiversidad, agua dulce, posición astronómica, costas oceánicas y recursos pesqueros, entre otros, cuentan con lo que en términos militares, adaptados y guardando las distancias, en referencia a la confrontación ajedrecística, como: el apresto logístico operacional disponible para el combate.

Las sanciones comerciales (castigos arancelarios), embargos, medidas coercitivas unilaterales, bloqueos de los sistemas de pagos internacionales, el acceso al crédito, canalización y redirección de los flujos de inversiones, envestidas cambiarias y regulaciones bancarias, censura comunicacional, ataques cibernéticos-digitales-psicológicos, lo que se ha denominado la guerra multinivel y multidimensional, configuran el espectro y dimensión donde puede asimilarse figuradamente, a los contrincantes ajedrecísticos, que maquinan y prefiguran en sus mentes las “posiciones” (configuración de las piezas en un momento dado de la partida: apertura, medio o final) y la prospectiva de los escenarios, del cálculo y la probabilidad de la infinidad de movimientos (jugadas) de cada una de las piezas, sus “combinaciones y variantes”, que no son más que la manifestación de los intereses y necesidades de los actores internacionales, los Estados, cuando se hacen explícitos en la cuadrícula de la partida, que para algunos teóricos la sintetizan y le llaman: la real politik.

No cabe duda, los Brics son un camino alternativo, una vía de asociación y de integración, desde el Sur y el Oriente, para que los peones, el resto de los países, de Asia, África y de nuestra América, propendan y se dispongan a la búsqueda de su evolución, tanto en lo político, económico, social y lo cultural por el bienestar de sus pueblos.

En su despliegue y participación del juego internacional, en consideración de sus fortalezas y oportunidades, y de las imprescindibles alianzas que se establezcan, puedan “coronar” en alcanzar la última línea del tablero y sufrir esa gloriosa y triunfante transformación de convertirse en reina, torre, caballo o arfil y al menos equilibrar la partida, para luego tener la posibilidad de plantear tablas, establecer balances y equilibrios en el ámbito de la política internacional, pues se trata de un asunto del “existir con dignidad”, de ejercer el legítimo derecho de todos y cada uno de los países del planeta, sin distingo como Estados independientes y soberanos, en el marco del derecho internacional y de la convivencia pacífica y del respeto recíproco como pueblos y naciones.

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Héctor Eduardo Aponte Díaz

tintepolisemicohead@gmail.com

 

 

 

 

 


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