Hablemos de eso | Un cumpleaños

Simón Rodríguez, el niño expósito

30/10/22.- El sábado de esta semana cumple años Simón Rodríguez. El 28 de octubre es día de San Simón, por eso el nombre. Rodríguez fue niño "expósito" como se decía en el siglo XVIII y todavía bastante tiempo después. Eso de expósito se refiere a los niños de quienes no se conoce su madre y su padre, que habían sido abandonados frente a un convento para que se hicieran cargo las monjas. Se dice que algunos conventos tenían hasta una pequeña puerta para esos fines. Se dice también que de este medio se valían las familias de la "sociedad" blanca para evitar que los hijos e hijas nacidos fuera del matrimonio fueran calificados como "bastardos". Así, por ejemplo, los hijos de un párroco, que tendría que ser célibe, podían ser entregados en la puerta del convento y luego ser recogidos piadosamente para cobijarlos en esa familia prohibida. Llena de hipocresía, la sociedad colonial hacía como que no sabía, y el cura lucía sus hijos. Así, Simón sería Carreño por su padre y Rodríguez por su madre. Su hermano Cayetano, reconocido músico colonial, lució el apellido Carreño. Simón, sin embargo, escogió Rodríguez y se hizo maestro, que era a la vez un oficio bajo, pero respetable.
 
Un maestro exigente y consciente de lo que podría ser la educación y de lo que no quería que fuese: asunto de cualquiera que medio supiera leer, escribir y sacar cuentas, para enseñar casi como quisieran los padres, sometido a las familias que podían pagar, convertido en sirviente. Eso escribe al ayuntamiento en su memoria Reflexiones sobre los defectos que vician la escuela de primeras letras de Caracas, y medio de lograr su reforma por un nuevo establecimiento. Escribía bien, con verdad y consistencia en los argumentos, el Cabildo no puede despreciarla y la lleva a la consideración de sus vocales. Se daña y descuaderna y Rodríguez, insistente, la vuelve a copiar, encuadernar y enviar.
 
En 1797 se va hacia Jamaica. O'Leary, que lo conoce, lo recibe mucho después, cuando actuaba como edecán del Libertador, explica que hq emigrado porque "mal avenido con la tiranía que lo agobiaba bajo el sistema colonial, resolvió buscar en otra parte la libertad de pensamiento y de acción que no se toleraba en su país natal". Se va después a Estados Unidos y aprende y ejerce el oficio de "cajista de imprenta". Sigue a Europa y adopta el nombre de Samuel Robinson. Conoce y comparte con el revolucionario mexicano Fray Servando Teresa de Mier. Es tan sospechoso que las pistas de su recorrido se conocen por los informes de la policía francesa. Recorre varios países para aprender. En todas partes enseña, trabaja en otros oficios y aprende.
 
No cuento aquí el encuentro del compañero con Bolívar y ni siquiera su regreso a América en 1828, donde se encuentra con el Libertador; ni tampoco su nombramiento como director general de Minas y de Educación de la naciente República de Bolivia, pero sí la carta que le escribe al Libertador después de que se ve obligado a renunciar: "Sucre y otros me han dicho muchas veces que reclame el sueldo por el tiempo que serví, y yo les he respondido que usted no me había traído consigo para darme títulos ni rentas (...) no he querido tomar ni un real (...) Si usted me envía con qué pagar y viajar me iré, si no me pondrán preso, me soltarán para que trabaje y pague, y la suerte hará el resto".
 
En 1830 logra publicar su defensa de Bolívar: El Libertador del mediodía de América y sus compañeros de armas, defendidos por un amigo de la causa social. Luego sigue trabajando, viajando, escribiendo, publicando, pregonando y practicando la República. "Si fuera inválido pediría amparo - bueno y sano, debo trabajar".
 
Viejo y enfermo llega a Amotape, Perú. Andaba con su hijo que lo abandona. Sigue en compañía de un amigo, Camilo Gómez, que cuenta que "el cura había prohibido que lo visitaran los habitantes, porque había descubierto que era un hereje". Ya en agonía el cura lo visita y cuenta Gómez que Rodríguez le dijo al cura algo así como una "disertación materialista": "Recuerdo que manifestaba al cura que no tenía más religión que la que había jurado en el Monte Sacro con su discípulo".
 
Humberto González Silva
 

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