Mundo alerta | Revolución de Octubre  y golpistas silenciados

Medina tiene el mérito de haber cerrado 83 años de gobiernos de fuerza

30/10/22.- Los ejecutores del golpe relámpago (72 horas) contra el presidente Isaías Medina Angarita en 1945 no pasaron a la historia por defender la asonada, sino por silenciar el tema, sobre todo Raúl Leoni, Gonzalo Barrios y Luis Beltrán Prieto, (miembros del equipo civil) que conocían las interioridades de la trama. El resto de  los dirigentes y militantes adecos no estaban al tanto de las negociaciones, gracias a una orden silentium in infinitum impartida por Rómulo Betancourt , que ha sido acatada disciplinadamente desde 1945 hasta 2022, lo que evidencia la autoridad del caudillo guatireño aun “pos  mortem”. De hecho, un entonces inocente líder juvenil, Octavio Lepage, estaba organizando una manifestación de apoyo al presidente Medina, que fue drásticamente prohibida por el alto mando adeco. 

Cero calle, máxima presión

La instrucción fue precisa y tajante: derrocar a Medina rápidamente y sin ruido, ya que el pueblo había olfateado el golpe y solo esperaba una declaración oficial –o simplemente un disparo en Miraflores– para lanzarse a la calle en defensa del gobierno.

Transcurridos 77 años, cada 18 de octubre las hipótesis sin confirmar se arremolinan con la fuerza de un “cordonazo” de San Francisco. 
Medina había evaluado que si llamaba al pueblo a la calle, una guerra civil habría sido breve, con pocas víctimas y, finalmente, derrotada, pero no lo creyó necesario por considerar que la oficialidad impondría el respeto a la Constitución. 

Su inocencia le costó el poder, Betancourt y Pérez Jiménez habían hecho la misma evaluación, pero con intenciones distintas. Medina creyó que por su “actitud respetuosa por la ley” ( …) de gobernante que permitió las más amplias libertades que un país puede gozar, y que abordó resueltamente problemas cuya solución era importante (…) era  apreciada por aquellos en cuya lealtad me apoyaba para realizar esa labor”, escribió desde el exilio tres años después.  

Viejas rencillas

De acuerdo con algunos analistas, varios antecedentes lejanos pudieron haber alimentado la enemistad entre el caudillo adeco y el dúo López Contreras-Medina Angarita. Quienes conocieron a Betancourt dan fe de de que solía profundizar sus resentimientos políticos hasta convertirlos en causas personales y viceversa. Sus diferencias con el general Eleazar López Contreras no eran pocas ni leves desde los tiempos  del gomecismo y el pos gomecismo. El presidente López lo acusó de conspirador, lo encarceló y expulsó del país  en condiciones no muy honorables, entre otras cosas por haberle pedido y recibido dinero bajo la promesa de no hablar mal de su Gobierno una vez fuera de Venezuela, según el exdirector de la Seguridad Nacional (policía política de Pérez Jiménez) en el libro  Pedro Estrada habló, escrito por Agustín Blanco Muñoz.

La dimensión histórica 

Sin embargo,  al margen de estos episodios hay una verdad incontrovertible: Isaías Medina Angarita era una amenaza contra las aspiraciones políticas y electorales de cualquier líder civil o militar de su generación, por el solo hecho de haber cortado la seguidilla de gobiernos de fuerza que inició el general José Tadeo Monagas al asaltar el Congreso e imponer las armas por encima de la legalidad y convertirse en jefe de Estado durante dos períodos (1847-1851 y 1855-1858), además de gobernar indirectamente entre 1858 y 1864 y, de paso, dejar para la historia una sentencia que en los tiempos modernos comparten muchos jefes de Estado con y sin uniforme: “La Constitución sirve para todo”. Aún derrocado y muerto, Medina tiene el mérito de haber cerrado 83 años de gobiernos de fuerza hasta la muerte de Juan Vicente Gómez, que no son poca cosa.

Raúl Pineda


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