Micromentarios | Cuando me topé con los Beatles

10/09/2024.- Una mañana próxima al día de Navidad de 1964, fui a la avenida España de Catia, en Caracas, a comprar varios discos. Dos días antes, mi madre y mi abuela me habían regalado mi primer tocadiscos y quería inaugurarlo.

En la avenida España, había dos ventas de discos, pero yo solo sabía de una. Esa mañana pensaba comprar cinco o seis discos de 45 r. p. m. que me gustasen, pero, cuando estaba a cinco cuadras de la venta conocida, me topé con la otra. Esta se llamaba El Disco de Moda.

Cuando pasé ante su puerta santamaría, abierta enteramente, sentí un terremoto en mi alma: la música que sonaba viajaba directo a mi corazón, al cerebro, al espíritu, al resto de mi cuerpo y me llenaba de una energía como nunca había sentido.

No sé cuánto tiempo permanecí hechizado. Sí sé que, al término de una primera pieza, comenzó otra, evidentemente de los mismos intérpretes.

Uno de los dos vendedores que había en la discotienda, al advertir mi arrobamiento, me tomó por un hombro y me invitó a entrar. Pregunté quién o quiénes cantaban aquellas maravillas.

El vendedor me respondió que se trataba de los Beatles, un grupo de rock and roll inglés. Al instante, recordé haber leído en una revista Life que dicho grupo había tenido una gira muy exitosa por los Estados Unidos.

Las dos piezas que había escuchado en las afueras de la tienda eran Roll over, Beethoven y I saw her standing there.

Confieso que, sin saberlo, el rock and roll era la música que siempre había querido escuchar. Por eso, ese primer contacto con él tuvo mucho de magia, de enamoramiento a primera audición.

Quise saber más de los Beatles y me enteré no solo de los discos que habían grabado y quiénes eran sus integrantes, sino también que constituían la cresta de la ola de un movimiento musical británico.

El rock me llevó después al rhythm and blues, el blues al soul, y este hasta el jazz. ¡Dios mío! ¡El jazz! El rock y el jazz han hecho viajar a mi espíritu por los confines de la galaxia, han ingresado conmigo dentro de volcanes en erupción y me han permitido mirar diversas tormentas neuronales propias y ajenas Y, ¡ojo!, sin LSD ni ninguna otra droga.

Es la música que uso de fondo mientras escribo. No puedo escuchar nada en español porque me pongo a cantar.

En Venezuela, estaba de moda la salsa, pero yo me inserté en el rock con toda la fuerza posible e imposible. Gracias a mi extraño trabajo de esos últimos años, que me había permitido ahorrar algo de dinero —como mandadero de 21 señoras del barrio, primero—, pude formar una excelente discoteca de rock, blues y jazz.

Por entonces, había algunos cantantes y grupos de rock nacionales y no me perdía ninguno de sus recitales o conciertos. Entre ellos, se hallaban los Impala, los Supersónicos, los Darts y las Aves Tronadoras.

Mi afinidad con los Beatles se mantiene vigente. Canciones como And I love her, Yesterday, If I fell, I will, With a little help of my friends, entre otras, son tan parte de mi persona que he llegado a considerarlas como células auditivas propias.

 

Armando José Sequera


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