Historia viva | Ante el abismo capitalista

11/09/2024.- La aparición de un abismo mundial al que se acerca la humanidad surge en la medida en que el capitalismo cruza los caminos bélicos en busca de su reacomodo con guerras interminables y la imposición del capitalismo de vigilancia que ha roto las barreras morales asentadas en el planeta Tierra durante aproximadamente dos mil años de influencia cristiana en el mundo occidental.

Claro que nunca ha existido conciencia ética en el capitalismo, cuando la mercantilización de todo lo humano o lo relacionado para vivir en la Tierra lo convierte en mercancía, como el aire o el agua, por nombrar dos elementos imprescindibles. Sin embargo, hoy la mayoría de la humanidad, sea de la religión que sea, tiene cimentados principios éticos, bien en el mundo cristiano, bien en el musulmán, incluso en los pueblos originarios con múltiples deidades, pero que construyeron sus fundamentos éticos para convivir en sociedad.

La humanidad presenció durante el siglo XX escenarios brutales del capitalismo salvaje. Aún hoy las guerras fratricidas, como la de Ucrania y la del Medio Oriente, dan cuenta de la delgada línea que nos separa del abismo de una conflagración nuclear que pone en peligro la existencia de género humano en el planeta Tierra.

No es solo retórica filosófica o religiosa. Es sobre todo acerca de nuestra cotidianidad que nos preguntamos: ¿cuáles son los fundamentos éticos sobre los que se sustenta el capitalismo de vigilancia?

La socióloga norteamericana Shoshana Zuboff señala que el capitalismo de vigilancia "se refiere a la mercantilización de datos personales, es decir, la transformación de información personal en una mercancía sujeta a la compraventa con fines de lucro". Por lo tanto, para los grandes emporios informáticos de Musk, Bezos, Mark Zuckerberg y el nuevo Estado profundo y los grandes conglomerados del capital mundial, lo que importa es la acumulación de riquezas, tal cual lo fue desde que el capitalismo se fundamentó en gigantescos monopolios acumulativos de capital.

No es que neguemos las posibilidades científicas tecnológicas y el uso de lo digital en beneficio de la humanidad, sino que mantenemos una posición crítica ante los resultados negativos de la afectación en el comportamiento humano. En especial, cómo impacta en nuestros niños, niñas y jóvenes, por su incapacidad para discernir cualitativamente un mensaje o una campaña que los induce a un comportamiento negativo. Ello no es nuevo; lo novedoso son los hallazgos hechos por la neurociencia, que ha encontrado en el uso indiscriminado de las redes sociales patologías que afectan no solo el comportamiento individual, sino la relación individuo, familia y sociedad. En algunos casos, y en razón de la calidad del mensaje, genera psicosis o cuadros de comportamiento psicóticos que pueden resultar en afectaciones secundarias como la disminución de las defensas inmunológicas en el organismo humano, por señalar una de las patologías más comunes.

Estas agresivas campañas de posicionamiento mercantil o político con el uso de las redes sociales alcanzan niveles insospechados. En tal sentido, el psicólogo francés Stanislas Dehaene señaló en su libro En busca de la mente (2006):

En cada uno de nosotros anida toda gama de comportamientos (normales o patológicos) de la humanidad. Por eso debemos desentrañar todas las enfermedades de la mente —desde las más anodinas ilusiones visuales hasta las más graves del autismo, esquizofrenia o alzhéimer— como resultado previsible de una máquina extraordinariamente sofisticada, pero pasible de verse expuesta a inputs anormales o calibraciones inexactas.

Si alguna vez usted tiene la oportunidad de no mirar su celular por veinticuatro horas, sentirá con seguridad que ha descansado. Si, por el contrario, le resulta imprescindible estar mirando mensajes a cada instante, al final del día el agotamiento será superior y en la medida de sus sensibilidades sensoriales y emocionales la afectación será mayor.

Aunque en verdad el cerebro nunca "descansa", porque estando dormidos las angustias o alegrías se reflejarán en los sueños. El psicólogo francés Dehaene cita en su mencionado libro a su par colombiano Rodolfo Llinás: "El cerebro funciona conforme a un modo anticipado, incesantemente activo, que resitúa el pasado para anticipar mejor el futuro".

Desde que se hizo extensivo el uso de las redes sociales, se impone con mayor fuerza una nueva era para la percepción humana. Algunos pensadores, como el peruano Miklos Lukacs de Pereny, han proyectado que dejaremos atrás la era del cristianismo y la creencia en Dios para hacernos Homos Deus. ¿Para quién? ¿Acaso para la tecnología, para la ciencia al servicio de una minoría, que quiere controlar el mundo, o para las mayorías, que la necesitan para suplir sus necesidades fundamentales? Esa seguirá siendo la pregunta ética a responder ante la avanzada amoralidad del capitalismo de vigilancia.

 

Aldemaro Barrios Romero


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