Palabras... | La paz muere de pobreza

Solo la muerte morirá

12/09/2024.- Poderosos del mundo Bilderberg se sientan a la mesa para orar antes de comer, habiendo puesto de moda la muerte de la inocencia, manipulando lo divino de manera irracional y enfermiza y compitiendo a ver quién da más por los muertos.

El Club o Grupo Bilderberg, cuyo nombre procede del hotel en el que tuvo lugar el primer encuentro de sus integrantes, en los Países Bajos, es una cita a la que acceden mediante invitación exclusiva. Todos los años, unas 150 personalidades influyentes en las decisiones que tienen que ver con el orden económico mundial se reúnen para ver cómo avanzan los objetivos de la Agenda 2030. Los miembros de esta sociedad deliberan cómodamente, ajenos y alejados de la vida de los pueblos, en lujosas estadías ubicadas en Europa, Norteamérica o Asia, sin que puedan acceder a ellos los periodistas de las trasnacionales de la comunicación. Las oficinas de esta élite selecta están en Leiden, ciudad de los Países Bajos.

Banqueros, políticos, miembros de la realeza, financieros internacionales y propietarios de los principales medios de comunicación deciden desde cómo debe respirar la población toda hasta cuándo desaparecer gente e instituciones que perturban su planificación internacional.

Entre los miembros del club están el español Juan Luis Cebrián, quien fue presidente ejecutivo del Grupo Prisa; el estadounidense Donald Rumsfeld, antiguo secretario de Defensa de su país; el irlandés Peter Sutherland, presidente de Goldman Sachs Group y British Petroleum (BP); el estadounidense Paul Wolfowitz, antiguo presidente del Banco Mundial; David Rockefeller; los Ford o el belga Étienne Davignon, antiguo vicepresidente de la Comisión Europea y expresidente del Grupo Bilderberg.

"El grupo está acusado de confabularse para imponer un gobierno mundial, un dominio capitalista global, para garantizar la plusvalía planificada sin la traba soberana de los países" (Kenneth P. Vogel).

"Siniestras camarillas y los globistas de Bilderberg manipulan a la gente y sus pueblos para instalar un gobierno mundial que no conoce fronteras y que no rinde cuentas ante nadie, salvo ante sí mismos" (Fidel Castro).

"Su objetivo final es el control de absolutamente todo el mundo, en todos los sentidos de la palabra. Actúan como si fueran Dios en la tierra" (Daniel Estulin, escritor).

El globalismo sustentado en la Agenda 2030 pretende que le cedan a la Organización de las Naciones Unidas (ONU), a la Organización Mundial de la Salud (OMS), al Fondo Monetario Internacional (FMI) y al Tribunal Internacional de La Haya la manera de destruir la autodeterminación de las naciones, para dar paso al Estado profundo, al gobierno mundial. De ahí que la Agenda 2030 se desarrolle en función de no garantizar el Estado de derecho, la libre expresión, la ley convencional ni la separación de poderes. Busca descomponer todo lo que da al ser y las naciones una bandera, una identidad, un territorio, una nacionalidad y una razón de existir. Se basa, fundamentalmente, en controlar la superpoblación para disminuirla, eliminando los beneficios adquiridos durante tantos años, por ejemplo, la jubilación, las prestaciones sociales, el derecho a la salud y a la educación, etc. Nos manipulan, haciéndonos creer que ellos son la panacea para resolver el "apocalipsis climático", la insuficiencia de recursos y de líderes que puedan desarrollar los países.

Nos proponen como única manera de salvarnos la Agenda 2030, entregándoles a ellos nuestra identidad como pueblo y el derecho de construir por nosotros mismos la visión integral de nuestros países, sin injerencia alguna.

Se trata de someternos al globalismo imperial de los multimillonarios apátridas, mediante influencers corrompidos por el dinero y siguiendo la dirección ya establecida por la ONU, la OEA, la OMS, el FMI y el Tribunal Internacional de La Haya (órgano judicial de las Naciones Unidas).

Allí se verán en Davos, los otros, los mismos, en enero, como todos los años, en esas montañas alpinas de Suiza, los hombres y mujeres más poderosos del planeta, para hablar en el Foro Económico Mundial de nuestro destino, sin haber sido autorizados por ningún pueblo.

Ni el amanecer ni el atardecer son ejemplos de nacer y envejecer, respectivamente, y mucho menos está asociado el ocaso con la muerte. No es así, porque perfectamente bello es vivir.

 

Carlos Angulo


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