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Para aproximarnos al anhelo que bulle en la frontera binacional a partir de la asunción de Gustavo Petro y Francia Márquez a la jefatura del Gobierno en Colombia, es bueno reflexionar algunos aspectos de interés común que ofrecen claves para una nueva relación binacional.
 
A decir del profesor e historiador colombiano Medófilo Medina en el ámbito del intercambio económico no han bajado las perspectivas para afianzar una saludable convivencia entre los dos países, según datos ofrecidos por este académico, aparecidos en la revista virtual Razón Pública, hubo “un crecimiento sostenido de las importaciones desde Colombia a Venezuela con una cifra un poco mayor de los 900 millones desde 1999 a 5 mil millones de dólares en 2010”.
 
La frontera entre Colombia y Venezuela es una de las más extensas en América del Sur, son 2.219 kilómetros, donde cohabita mucha gente y donde se efectúan transacciones comerciales, muchas de ellas no controladas por los mecanismos de regulación de aduanas de ambos países. Según Medina, “el comercio binacional ha sufrido lesiones severas, pero se mantiene de allí la dinámica de construcción común de la Cámara de Comercio Colombo Venezolana en intercambios formales”.
 
Por otra parte, es importante recordar que en los años 80 y 90, en la región de los llanos,  entre Colombia y Venezuela se creó el “Grupo Académico Binacional”, “quienes hicieron trabajos de investigación y publicaciones sobre nuestros relacionamientos de fronteras, en el que el intercambio en el  día a día alentaba expectativas distintas a las que se escuchaban desde Bogotá o Caracas” acotó Medina. 
 
Como observamos es necesario revisar esos documentos, porque allí hay claves históricas que permitirán construir  o reconstruir vías de encuentro e intercambio fructíferos y favorables a la reivindicación de los derechos humanos de los habitantes de estas regiones para la creación de espacios de paz que impacten positivamente esos territorios.
 
Luego hay que recordar el Convenio Andrés Bello que tejió lazos culturales comunes que debemos reivindicar para seguir fortaleciendo ese territorio familiar de nuestras comunidades de frontera en permanente diacronía, con perspectivas de felicidad y seguridad social posible, más allá de la burocracia del Estado.
 
En 2006, el informe final de las “Propuestas Definición y Delimitación de la Zona de Integración Fronteriza Área Norte de Santander Colombia y Táchira Venezuela”, donde se concluyeron y recomendaron muchas fórmulas políticas, sigue vigente para esas regiones.
Hoy hay iniciativas como la Comisión Binacional Bicentenario Orinoco Magdalena, la Red de Historia, Memoria y Patrimonio, entre otras iniciativas planteadas por universidades públicas y privadas en la región, para los intercambios de conocimientos y saberes culturales que nos permiten mirarnos y relacionarnos como iguales y no sobre la base anacrónica de Virreinato o Capitanías Generales, una percepción riesgosa que aún permea en algunos sectores sociales, políticos y académicos, y que estimula la xenofobia tan dañina como el peor estupefaciente.
 
A decir del internacionalista, historiador venezolano y miembro de la Red de Historia, Memoria y Patrimonio de Táchira, Pedro Fressel, “en estos territorios no era común usar la palabra migración”. La dinámica de tránsito humano de ambos lados era como cruzar la acera para visitar a un familiar y aun lo sigue siendo, y que la afectación actual deriva de fenómenos políticos y económicos ajenos a esa dinámica tradicional que ha impactado negativamente a ambas sociedades.
 
El trabajo de los profesores Miguel Ángel Morffe Peraza (UCAT) y Neida Albornoz Arias de Universidad Simón Bolívar en Cúcuta, titulado Nuevas dinámicas de la violencia en la frontera colombo venezolana, disponible en internet, da cuenta de otra visión sobre la movilidad fronteriza. Este trabajo de sumo interés  va a las raíces y razones del asunto migratorio en esa frontera, al señalar cómo el Tratado de Paz firmado en 2016 disminuyó los índices de enfrentamiento bélicos entre la FARC-ELP y la Fuerza Armada  de Colombia y promovió el retorno de miles de familias colombianas que se fueron a Venezuela desde los años 70 y ahora regresan para recuperar sus hogares, su cotidianidad y vida, trastocadas por la guerra, son millones de colombianos e hijos con cédula venezolana que han regresado y que la mediática perversa a identificado falsamente como la “diáspora venezolana”.
 
Este tiempo y las circunstancias nos precisa ser creativos y asertivos, por eso la propuesta de generar nuevos espacios de análisis, como los observatorios para la paz, el fomento de la investigación y divulgación sobre la movilidad social, la promoción de seminarios u otras dinámicas de grupos sobre la violencia política, desde la universidad hacia las comunidades de frontera. 
 
Habrá soluciones si se reconocen las causas para aplicar propuestas estructurales.
 
Aldemaro Barrios Romero | venezuelared@gmail.com
 
 

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