Aquí les cuento | Un héroe andino (II)
27/09/2024.-
—¡Bueno, mi amigo, ya nos hemos encontrado, en dos oportunidades, en el mismo lugar, y me pregunto si es que aquí no hay otro bombero que haga la guardia en esta entrada principal!
El héroe de azul se rio por la ingenuidad del visitante y le respondió que él no era el único, sino que, casualmente, por la sección "C" le correspondía a esa hora montar la guardia en ese lugar, y sus encuentros eran por pura casualidad.
—Pero, dime, ¿cómo te siguió yendo?
—Ah, bueno, después encontré a Robinson, quien me echó aquellos cuentos de su vida. Escucharlo fue la única paga que le di por haberme dado posada en el estacionamiento donde trabajaba… Me contó que con los años había hecho muy buena relación con el encargado del estacionamiento, un señor italiano llamado Giuseppe, quien se había regresado a su país por razones de una herencia y lo recomendó para trabajar en el estacionamiento. Ahí tuve un respiro. Ya he estado dos meses y medio lavando carros y manteniendo todo aquello en orden. Pero, mira, yo vine a Caracas con la intención de superarme. Allá en mi pueblo, tú no te imaginas lo que le cuesta a un cristiano estudiar y graduarse de bachiller, y después de ese sacrificio, es un desperdicio dejar la familia, su querencia y los amigos para venirse a lavar carros en un estacionamiento. Bueno, eso es lo que creo, y la ventaja que tengo de ser joven y soltero me ayudará a seguir adelante. Eso es lo que quiero realmente…
—Pero, dime, ¿qué le pasó a tu amigo después que subió el cerro a visitar a la novia?
—¡Ah caraj…! ¡Se me había olvidao el cuento! Bueno, cuando Robinson llegó a la casa, la doña lo recibió con mucho cariño, junto a sus dos niñas que esperaban a la hermana mayor. Robinson había comprado unos golfiados bien sabrosos que hacen en la panadería de la moto suspendida. Ya sabes, la del portu… Aquello fue sencillo, fácil, se puede decir. Aquí en los barrios de Caracas, la gente no tiene tanto protocolo para hacerse novio y pareja. Por lo general, las familias humildes, trabajadoras, gente como uno, pues, mira que no se enrollan con eso…
"¡Bueno, mamá, este es el muchacho de quien te he hablado estas noches!".
"¡Mucho gusto, señora!".
—Ahí empezó todo con mi amigo Robinson y Laurytsis. Así me dijo él que comenzó aquella relación bonita.
¿Problemas? Claro, es difícil encontrar a una pareja que no los haya tenido, pero generalmente ocurren por otra gente que se atraviesa. Allá en el barrio había uno grande que se estaba incubando lentamente entre los bloques rojos de las paredes de los ranchos. El caso era Teretere, quien había hecho correr el rumor de que era el novio "oficial" de Laury y que como hombre de armas no tendría empacho en despachar a cualquiera que se le atravesara en su camino. Lo mejor que puede hacer un hombre con los pantalones bien puestos, en estas circunstancias, es enfrentar los problemas, pero el caso es que Robinson no tuvo siquiera que buscar al terrorífico personaje.
Una tarde, cuando estaba de visita, ya había subido, como tres meses seguidos, a la casa de su novia. Era tiempo de Semana Santa, un viernes para ser exactos. Había llegado temprano a la casa porque se había comprometido a preparar un cuajao de cazón como se hace en oriente. La doña estaba contenta, así como la familia, y hasta la vecina Yadira y su esposo, que había sido guardia nacional y ahora trabajaba como operador del metro, estaban invitados a compartir aquel pastel exquisito… Serían las dos de la tarde cuando bajaron el caldero y estaban aprestándose para servir la comida cuando llegaron cinco muchachos empistolados y le dijeron a Robinson que los acompañara, que Teretere quería entrevistarse con él.
La familia y los invitados al cuajao, a pesar de angustiarse ante la situación, optaron por no argumentar nada, ni oponer resistencia. Robinson se puso de pie y salió de la casa. Había pasado una hora cuando regresó Robinson, sonriente. Había pasado algo allá arriba que solamente él podía contar.
"Pero, bueno, mijo, ¿qué pasó? Nos quedamos asustados sin saber qué ocurriría. Mira que ese Teretere es candela y nadie se mete con él. Mira que la policía da la vuelta allá, donde está la mata de mango, y nunca sube para acá".
Robinson no dejaba de reír. En la mesa estaba el cuajao. En una bandeja había una ensalada de gallina. Con esos cubitos de papa y zanahoria, un canastito con casabe y cuatro botellas de Pepsi familiar…
Aquiles Silva