Letra veguera | Stefania Mosca con nosotros

10/03/2024.- Que Leonardo sea el premiado nacional, mención Poesía, Stefania Mosca, es una alegría mía muy íntima y silenciosamente celebrada.

El esplendor de la vasta obra de Leo comenzó siendo en mí una luz que me acompaña desde tempranas edades.

Una luz centinela desde tiempos remotos, que daba cuenta de esa soledad de la llama y la vela de Bachelard, los contornos, las sombras agigantadas e incorpóreas subiendo por las cimas de las paredes en obra limpia de la antigua casa y fugaces cuerpos de hojas entre los árboles frutales del patio que venían con la brisa del agua atardecida.

Siempre vivimos con un río cercano a la espalda. Ríos llaneros de paso de animales y balsas, correos de guerras rurales…

Nunca —quizás ahora— se deja de escuchar, como un eco rugoso, el trazado de un creyón sobre corteza alguna.

Ese simbólico papel en blanco, sin embargo, no siempre fue silencio puro. Esa escritura de niño grande que fue creciendo entre libros, fantasías arqueológicas y olores de aguardientes crecidos o reposados ​​de una casa que siempre fue una biblioteca con olor a útiles escolares, que viajaban en las labores de nuestra madre y nuestras abuelas maestras, fue dejando lo impoluto y ahora es una fiesta sonora poética y de imágenes que surcan los espacios urbanos de Venezuela y países hermanos.

Es "silenciosamente" vida esa alegría, porque en mí se fundó un arquetipo que no andaba buscando: Stefania Mosca, ese rayo incesante, ese nombre prodigioso, esa mente iluminada, ese paso suyo tan tierno que a lo lejos era un andamio para comprender la vida, el ser vivo de la literatura.

Que Leonardo Gustavo Ruiz Tirado haya sido el seleccionado no es un premio, es el currículum de esa esencia.

La obra de mi hermano es una franja de la historia de la literatura nacional excepcionalmente hermosa, que no prestó atención a las encrucijadas "formales". Por eso, se expande en el ensayo, en el soneto arcaico y lúdico, hermenéutico, parnasiano, y en el sendero de la poesía, como vías para recorrer los ámbitos del mundo y su conocimiento, para hablar a solas con nuestros muertos familiares, con el reino vegetal custodiado por animales nobles y feroces, y hacer míos unos amaneceres luminosos de humor, que autenticaban una herencia paterna sobre los espejismos del optimismo.

Estoy sumamente contento y lo comparto a plena voz.

 

Federico Ruiz Tirado


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