Ad libitum | Un signo de interrogación llamado Miguel de Gonzalo
A mis amigos Jesús y Héctor
07/10/2024.- Conocí a Miguel de Gonzalo gracias a un long play que compré a ciegas en una venta de discos usados. Nunca lo había escuchado, pero me llamó la atención la extraña pintura de la portada y los nombres de Adolfo Guzmán y Rolando Baró como arreglistas, dos figuras de postín dentro del mundo artístico cubano. Fue una sorpresa su estilo sofisticado, más cercano a un cantante de jazz que a un bolerista latino.
Desde ese momento, cada vez que tuve ocasión de entrevistar a músicos que hicieron carrera en los años cincuenta, les preguntaba si conocían a este cantante. Gonzalo es admirado por artistas y entendidos, pero extrañamente su nombre se escapa de la memoria del gran público que escucha la música latina de esos años.
Su nombre real era Miguel Ángel González y nació en Santiago de Cuba el 29 de septiembre de 1924. Aprendió a cantar en clave siendo apenas un niño, con un primo suyo que imitaba el sonido del bongó con latas y objetos improvisados. Su primera presentación en radio fue a los doce años en el programa El Abuelo y sus Nietos, transmitido por la estación CMKC.
Finalizaban los años treinta y estaban de moda las orquestas tipo jazz band , como los Muchachos Pimienta de Mariano Mercerón, quienes alternaban el swing y el fox con los ritmos cubanos. Para la generación de Gonzalo, la influencia del jazz fue determinante. Aportó un universo más amplio de posibilidades en cuanto a los arreglos, la composición e incluso la manera de cantar, dando lugar a movimientos como el filin , una tendencia del bolero en la cual Gonzalo fue pionero.
Apenas cumplidos los catorce años, comenzó a cantar en un programa llamado Hora Criolla, "donde cobré mi primer sueldo como artista: 5 $ mensuales". Esto lo contó Miguel de Gonzalo en una entrevista para la revista Selecciones Musicales, en marzo de 1960.
Esteban Hernández, director, me creó un personaje para otro programa suyo. Me convertí en el Guajiro del Edén y cantaba atendiendo peticiones de felicitación de santos, cumpleaños, bodas, etc., con décimas que el propio Esteban me escribía. Mi programa controló el rating en toda la región oriental por casi tres años.
Para el momento de la entrevista en Selecciones Musicales, Gonzalo estaba atravesando una etapa de estancamiento profesional. Luego de más de una década de trabajo, su popularidad seguía en ciernes, ya que, a pesar de su talento, no resultaba comercial. Sin embargo, el sello cubano Puchito lo contrató en 1960 por recomendación de Olga Guillot para grabar algunos discos de 45 r. p. m., con la promesa de completar el long play si los sencillos tenían éxito.
Miguel ya había grabado muchos singles desde mediados de la década del cuarenta con diferentes sellos disqueros. Quizás el más importante fue el bolero de Isolina Carrillo Dos gardenias. Primero con la orquesta de Julio Gutiérrez para Peerless, y luego, finalizando 1947, con la Sonora Matancera, en una sesión clandestina pagada por la firma Stinson, donde figura en la etiqueta un ficticio Conjunto Tropicavana, para no incumplir con el contrato de exclusividad que tenían los matanceros con la compañía Panart.
En esos años, se había mudado a La Habana para hacer carrera. Llegó a la capital con muy poco dinero y una carta de recomendación para el pianista Julio Gutiérrez. En la audición estaba presente el importante director de orquesta y compositor Armando Valdespi y fue contratado de inmediato. Así comenzó un exitoso periplo de actuaciones en los programas estelares de la CMQ: Radio Mil Diez y clubes de moda como El Patio y Casablanca.
Promesas incumplidas
El negocio del espectáculo era muy reñido. Cuba vivía el mejor momento en su industria del entretenimiento. Nunca hubo una etapa de mayor creatividad artística. En ese contexto, Gonzalo ganó prestigio, en especial entre los propios músicos, por su versatilidad, estilo y técnica vocal.
Hay artistas consentidos en el gusto del público y otros que quizás son más estimados por sus colegas, quienes, como profesionales, conocen las complejidades de su oficio. Por eso, lo que para el oyente común es demasiado técnico, frío o sofisticado y, por tanto, no le comunica ninguna emoción, al músico lo seduce. Tal parece que este era el caso de Miguel de Gonzalo.
En la década del cincuenta, trabajó constantemente con el venezolano Aldemaro Romero, quien estaba haciendo carrera como director y arreglistas de la RCA. La relación con Aldemaro se inició con la grabación en los estudios de Radio Progreso del long play Sketches in rhythm, en febrero de 1957, donde le concedió el papel principal como intérprete.
Ese mismo año, viajó a Caracas, donde lideró, con el pianista Willy Gamboa, el álbum Baile en la noche, la primera placa del sello Erna, propiedad del empresario alemán Wilhelm Ricken, que años más tarde fundara TH Record, uno de los mayores emporios del mundo del disco latinoamericano.
Recordó el baterista Frank Hernández:
En ese álbum grabamos diferentes ritmos latinos, incluido el joropo Tucacas, del compositor Sánchez Azopardo (…) Ese tema lo cantó como si fuera un venezolano. Fue algo que todos admiramos. Miguel no solo fue un compañero de trabajo, también un amigo. Era un hombre de mucha educación, con un gran sentido del humor, fanático del jazz y de los mejores cantantes de ese género. Creo que su mayor influencia fue Frank Sinatra. Sin embargo, él se preocupó, como latino, como cubano, de imprimirles a sus interpretaciones esa creatividad tan propia de nosotros.
La última temporada de Gonzalo en Caracas fue en 1960, contratado por Romero para actuar junto a su paisano Rolo Martínez en los famosos carnavales del Hotel Ávila. La promesa de completar el long play con el sello Puchito no se cumplió, tampoco la grabación con Olga Guillot, como se dijo en la entrevista de la revista Selecciones Musicales.
Miguel de Gonzalo continuó su carrera conservando un bajo perfil. Él leyó que de regreso a su país se convirtió en un funcionario de carrera en el área de la cultura. También leí que se suicidó por depresión en 1975. Ante el vacío de información, abundan las dudas.
La próxima vez que entreviste a otro músico insistiré en preguntar: ¿conociste a Miguel de Gonzalo?
Luis Armando Ugueto Liendo