Retina | Superioridad

07/10/2024.- Los fascistas no necesariamente se autoperciben como fascistas. Hay, lo sabemos, es ese tipo de adolescentes que asumen la simbología nazi porque les parece que así realizan un acto de rebeldía, una actitud y una estética que por error sienten como antisistémica. Aunque en ocasiones, conformados en grupos, pueden llegar a ejecutar actos de violencia, no son ellos la fuerza social capaz de dar un vuelco fascista a una sociedad.

Más numeroso suele ser un fascismo no asumido como tal, pero conceptualmente armado de dos elemetos que le resultan esenciales. El primero de ellos, es cierta sensación de pertenecer a un grupo que es “naturalmente” superior a otro. El segundo, la idea de que el sector al que ubican como inferior está usurpando funciones que no les competen, desde las cuales deterioran el nivel de vida y los derechos “naturales” de quienes son superiores.

El fascismo no es necesariamente militarista, pero sí requiere de una estructura de jerarquías claras y rígidas, que asegure la permanencia de quienes se sienten superiores en los lugares más altos de la sociedad, la política, los negocios y la academia. “Orden” es una de las palabras más valoradas por los fascistas. Para lograr estos propósitos, el militarismo puede ser un instrumento muy importante.

La figura carismática es esencial al fascismo, aunque la persona en cuestión carezca de carisma. Los fascistas, jerárquicos como son y convencidos de su superioridad, se encargaran de ver atributos especiales en la persona que se ubica en el puesto de liderazgo. Siendo ellos superiores, nadie más superior que su líder o lideresa. Lo dijo claramente Milei, quien proclamó que eran superiores hasta estéticamente.

Esta supuesta superioridad no siente asco al alimentarse de racismo y clasismo. Ambos elementos están generalmente mezclados, pero alguno puede sobresalir en momentos distintos del despliegue del discurso fascista. Sin embargo, hay fuentes distintas desde donde se proclaman estas superioridades, dado que pueden considerarse mejores por descender de fundadores, conquistadores o libertadores, pero también por tener más propiedades o más credenciales académicas.

El fascismo no quiere cambiar el sistema, quiere “ordenarlo”. Poner “orden” es hacer que los superiores cuenten con una superioridad que no sea disputada, mientras que los “inferiores” estén disciplinados en lo que les corresponde, sin que se les ocurra propiciar cambios que alteren las jerarquías.

En la imaginación fascista hay siempre un momento del pasado cuando todo era perfecto y todo el mundo era feliz. Lo presentan como una etapa de esplendor que se debe recuperar. La propuesta fascista de futuro es la conquista de una etapa del pasado en la que las jerarquías estaban muy bien marcadas.

La pérdida de ese momento ocurrió cuando la gente “inferior”, carente de conocimientos y ávidos de riqueza, pasó a ocupar los lugares que “naturalmente” correspondían a los “superiores”. Los “inferiores” son presentados como usurpadores y origen del mal.

Para la gente envenenada con estos discursos fascistas, hasta señoras muy devotas, contratar asesinos para matar a la humanidad inferior les resulta ético, cristiano, coherente y normal.

 

Freddy Fernández

@filoyborde

 


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