Micromentarios | Sucre y los traidores
08/10/2024.- En la vida del general Antonio José de Sucre hay varios episodios relacionados con la pena de muerte. En dos de ellos, su comportamiento fue magnánimo, y, en el tercero, diametralmente opuesto.
Cuando era la máxima autoridad de la naciente Bolivia, un hombre llamado Valentín Matos intentó asesinarlo. Antes de llegar hasta su objetivo, Matos fue capturado y luego condenado a muerte.
La razón del atentado fue una petición que Matos hizo al gobierno, pero Sucre no se la concedió. El Gran Mariscal pidió que se le cambiara la pena de muerte por el exilio, lo que fue aprobado.
En otra ocasión, uno de los oficiales bajo su mando era el teniente coronel Miguel Delgado. Este, como no estaba acostumbrado a la vida militar, tenía frecuentes arranques de insubordinación.
Uno de tales arranques llegó a oídos del Libertador, quien, de inmediato y para mantener la disciplina en sus ejércitos, le envió a Sucre una orden escrita para que fusilara a Delgado.
Cuando Sucre la recibió, se la guardó en un bolsillo y salió a caballo al día siguiente, muy temprano, a entrevistarse con Bolívar, que, en ese momento, estaba a unos 170 kilómetros de distancia. El mismo día, a las siete de la noche, Sucre llegó hasta donde se encontraba el Libertador. Después de saludarlo, dijo:
—Excelencia, he venido únicamente a exigirle que retire esta orden. Yo le prometo que trabajaré sin descanso por la regeneración moral del teniente coronel Delgado, que es un verdadero valiente.
Bolívar, admirado por el esfuerzo de Sucre para salvar a su subordinado, sonriendo, le dijo:
—¡General Sucre, por Dios! ¡Rompa la orden y deme un abrazo!
La magnanimidad exhibida por Sucre en los dos casos anteriores contrasta con la que mostró en un tercer asunto, donde los involucrados fueron soldados sentenciados a muerte por traicionar su palabra.
En este caso, los condenados a muerte eran exsoldados españoles indultados después de la batalla de Ayacucho, que se habían comprometido a no alzarse de nuevo en armas contra la causa independentista, y habían incumplido.
Este episodio ocurrió en marzo de 1825, cuando dicho grupo, comandado por el brigadier Pablo Echeverría, robó dineros públicos que se le habían confiado, para comprar armas y sumarse a las fuerzas del mariscal español Pedro Antonio Olañeta, jefe de las fuerzas españolas replegadas entre Bolivia y Perú.
En una carta dirigida al general Olañeta —quien, pese a varias derrotas, aún luchaba contra la independencia de América—, Sucre le dice lo siguiente:
El brigadier Echeverría tomó servicio activo y, habiendo faltado vilmente a su palabra y juramentos, ha incurrido en la pena de muerte. He mandado, pues, que, siguiéndole su causa y justificada su culpa, sea fusilado.
En este mismo caso de Echeverría hay una porción de exprisioneros de Ayacucho que han tomado servicio en las tropas de Su Excelencia. El derecho de gentes condena a estos hombres a no vivir entre los hombres.
Armando José Sequera