Punto de quiebre | Un crimen que conmocionó a Guacara

Dos víctimas inocentes

3/11/22.- Nadie podía creer que hubiese ocurrido aquella  desgracia. Y miren que en el sector Tronconero del municipio Guacara, del estado Carabobo, habían ocurrido vainas en los últimos tiempos. La última cosa fuerte que ocurrió fue hace cosa de seis meses cuando el Alexander, en medio de un coctel diabólico (caña, celos, droga y machismo) asesinó a María Alejandra. Poco antes, el municipio se había consternado ante el asesinato de un comerciante y luego de un policía.

Pero lo que ocurrió aquella madrugada no tiene parangón y todavía martilla los cerebros y las mentes de los habitantes de este poblado carabobeño.

El licor y la muerte

Franyelis tenía apenas cinco años y vivía en el callejón La Gracia de Dios de Tronconero junto con sus padres, sus dos hermanos de 14 (Carlos) y 18 (Elizabeth) y su hermanastro de 14 años (Raúl). Era la alegría de la casa, pues su gracia y sus ocurrencias se dejaban colar por cada uno de los rincones.

Aquel domingo, desde temprano se celebraba una reunión en una vivienda cercana, que ya en la madrugada se había convertido en un grupo de hombres y mujeres hablando incoherencias y riéndose de todo y una que otra pareja bailaba sola en la sala.

Franyelis estuvo en la casa de la fiesta la mayor parte del tiempo junto con su mamá, así como con sus hermanos Carlos y Raúl, pero fue a eso de las tres de la madrugada cuando su mamá, Jessica, comenzó a buscarla, pero la niña no aparecía por ninguna parte, por lo que decidió ir hasta su casa para ver si se había ido para allá, pero tampoco la vio. Carlos estaba durmiendo y lo despertaron y dijo no saber nada. Raúl estaba en la casa donde era la fiesta y se ve que estaba pasado de tragos y dijo que tenía rato que no la veía. La fiesta fue suspendida y todo el grupo salió a las calles para tratar de encontrar a la infortunada Franyelis. Todos gritaban el nombre de la pequeña, logrando despertar a los vecinos que, a esa hora, ya estaban durmiendo.

El agregado

Raúl había sido procreado en otro matrimonio y fue traído por su papá a vivir en la casa de Jessica y en realidad no la pasaba mal, porque lo trataban como a uno más de la familia. No le faltaba nada, pero pedir cariño, un poquito de atención ya era avaricia y él lo sabía.

El chico se la pasaba todo el día mirando  series violentas en la televisión y por Internet, pero eso a nadie le importaba. Su papá se le pasaba todo el día trabajando.

En algunos momentos tuvo dudas, cosas o temas que le hubiera gustado aclarar o hablar con alguien, pero en aquella casa nunca había nadie y si había alguien no le hacían mayor caso y le decían que era muy fastidioso. Dicen que hubo un tiempo en que estuvo yendo a una escuela y allí aprendió algunas cosas como leer, escribir, sacar cuentas con números, pero hasta ahí.

Se convirtió en un muchacho callado, tímido. Era difícil imaginar lo que por dentro de su cabeza estaba ocurriendo. Por las noches lloraba, pero en silencio para que nadie se diera cuenta. Ya tenía 14 años.

El hallazgo

Raúl participó en la búsqueda de su hermanastra y vio cuando los vecinos revisaron el pozo séptico  a eso de las 3:00 a. m. y localizaron en el fondo a la pequeña criatura.

La conmoción y la confusión reinaron en el lugar y todo el mundo comenzó a llorar. Dos horas después llegaron al sector los funcionarios policiales. Para ese momento, el chico Raúl había decidido escapar, lo que lo convirtió en el principal sospechoso del hecho.

Desenlace

La policía determinó que la niña Franyelis había sido ultrajada y que la asesinaron de varias puñaladas en el interior de la casa donde vivía, pues allí localizaron varios rastros de sangre. Una vez muerta fue cargada por una o más personas, llevada al patio y arrojada en el pozo.

Varias comisiones policiales de Guacara y San Diego fueron designadas para buscar al menor Raúl hasta que por fin, con ayuda de un dron, lo localizaron al día siguiente en una construcción abandonada en una zona boscosa del sector La Cumaca.

Franyelis fue sepultada, pero su mamá Jessica no pudo asistir debido a que quedó detenida para averiguaciones. Se conoció que están buscando a un hombre de unos 40 años, conocido como El Goajiro.

Versionan los carabobeños

“Qué triste. La verdad me conmueve mucho este caso. Anoche no podía ni dormir pensando en que él es otro niño que tal vez fue abusado. Quién sabe cómo habrá sido su infancia”, dijo María Esther, quien estaba profundamente conmovida.

Una señora entrada en años, y que a cada rato se secaba las lágrimas, señaló: “No quiero ni imaginarme lo que debe haber sufrido esa pobre niña, a pesar de su corta edad, ver cómo su hermanastro le hacía esas cosas y luego le quitaba la vida”.

Por su parte, Laura refirió que esas son cosas del demonio: “Hay que hacer estudios sociales para indagar cómo se transforma un adolescente en semejante ser maligno”.

“No Puedo sentir más que lástima por este niño. No justifico lo que hizo  y me da mucha pena por esa bebé, pero me da de todo con el niño asesino también”, refirió Juan Carlos García, un educador que participó en el intercambio de opiniones.

En ese sentido, Amalia Cienfuegos dijo: “De verdad, que caras vemos, corazones no sabemos; esa carita tan linda no demuestra la maldad que llevaba por dentro. Qué locura todo esto”.

“Por Dios, es otro niño. Quién sabe qué formación le dieron, pero no hay manera que pague por su delito”, manifestó Rosiris llorando.

Finalmente, Alberto Crespo, quien dijo ser sociólogo, señaló que “hay casos excepcionales como este. Hay que investigar cuál es la procedencia de este adolescente. ¿Qué educación tuvo?, ¿cuál fue su núcleo familiar?, ¿de qué estaba rodeado?, porque eso no viene solo. Allí  pasó algo. Son muchos los factores que explican el motivo mental de este delito cometido por el adolescente”.

 

Wilmer Poleo Zerpa


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