Memorias de un escuálido en decadencia | Capriles

18/10/2024.- ¡Qué buena vaina contigo, Capriles! Ahora nos vienes con el cuento de que Julio —Matemático— Borges no firmó el acuerdo con la dictadura en República Dominicana porque ya sabía todo el negocio que se le venía encima y no quería perdérselo por nada del tercer mundo, porque ya estaba seguro como canciller. "Tarde piaste, pajarito", diría el compañero Luis Herrera en su mejor momento. De paso, le diste una oportunidad enorme al compañero José Brito para que se diera el lujo de botar del partido a todo el que le diera la gana. El José Brito, con un montón de micrófonos al frente, dijo: "Ya que nadie vota por ellos, yo los voy a botar", y estuvo a punto de sacar un pito, como hizo el dictador anterior con la gente de Pdvsa, y empezar a botar gente. Hasta el compañero Guanipa, exgobernador del Zulia sin cartera, salió volando junto con Juan Carlos Caldera y el Julio —Matemático— Borges. Es decir, que mientras el compañero Edmundo González la está pasando de maravilla, hablando en una cumbre del Grupo Prisa (grupo que está muy apurado por nombrarlo presidente) y dándose religiosamente la gran vida, la compañera María —Súmate— CM anda pérdida en algún lugar del mundo (aunque el dictador dijo en cadena nacional que "se jue, se jue, se jue"). Ahora no tenemos a nadie aquí que dé la cara por nosotros, que fuimos tan sinceros y defendimos esta vaina hasta que ganamos. La fuga de cerebros del país también llegó a la oposición. Tenemos al compañero Antonio —Pensionado— Ledezma, a Leopoldo —Verso Largo y Verso Corto— López, a Carlos —Dólares— Vecchio, a Julio —Canciller Encargado— Borges, y ahora a María — Súmate— CM, es decir, no hay nadie aquí para que nos defienda. Ni siquiera Espoleta Allup, que anda perdido reparando sus motores, y Manuel Rosales anda destapando cañerías en los barrios del Zulia. Carajo, cómo decimos que somos mayoría y vamos a juramentar al compañero Edmundo González si ya no hay nadie en el país que tome la palabra. A menos que pongamos a Andrés —A Cero Cincuenta— Velásquez a decir algo, ¡pero ni de vaina! Esa raya es muy grande.

Solo estabas tú para defendernos, compañero Embajada Radonski. Tú, que venías con esa arrechera encima hasta que te decidiste a descargarla contra el compañero Borges, que anda con más plata que un vendedor de burro. Ya declaraste que no vas a reconocer a ningún gobierno en el exilio y mucho menos si vuelven a nombrar a Borges canciller, porque esa vaina es un robo y un fracaso. José Brito te llamó a unirte al verdadero partido Primero Justicia, pero tú ahí, tranquilo, que el equipo pierde, y no dices un carajo, porque todavía cada vez que te acuerdas de Borges, coges una arrechera de padre y señor mío. Dicen que Borges se llevó hasta los clips que estaban al lado del afiche de Hitler que tenía cerquita del escritorio. Cuando el hombre del garrote vil, el del programita ese, mostró el cheque de Pdvsa firmado y sellado por la madre del poeta López, en ese momento tú tenías que salir y decir: "Eso es verdad. Hasta aquí llego yo, porque no soporto a este gran carajo que me ha robado todo". Pero te callaste y dejaste pasar esa vaina, y ahora, como siempre, sales tarde a decir lo que todo el mundo sabe. Hasta Patricia Poleo le ha dicho al compañero Borges lo que tú le estás diciendo ahora. ¿Te acuerdas cuando Borges pidió en el partido que salieran a enamorar chavistas? Mientras salió un gentío a levantarse a las marginales esas, él se quedó en la casa del partido, levantándose todo lo que había allí. Ahora solo te queda esperar el 10 de enero para que te inviten a algún lugar del mundo, que es ancho y ajeno, para juramentar al compañero Edmundo González. A esa vaina, ¡seguro que no faltas!

El papá de Margot vio a José Brito botando a ese gentío de Primero Justicia y se quedó loco de bola: "¿Y esa gente dónde está? Seguro que todos están en España viviendo en el Barrio de Salamanca, mientras nosotros estamos aquí pelando bolas y esperando el 10 para juramentar a Edmundo González. Coño, así no se puede. ¡No nos dejen solos, grandes carajos!". Y se fue al cuarto y agarró la puerta y le metió ese coñazo tan duro que la vecina salió gritando: "Múdate para el barrio de Salamanca, muérgano".

—Puedo escribir los versos más tristes esta noche… —me declama Margot.

 

Roberto Malaver


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