Vitrina de nimiedades | La peculiar democracia de Elon
El tiempo dirá hasta dónde podrá hacer realidad su personalísima visión de democracia
05/11/22-. Después de tantas vueltas, y no precisamente en un carro eléctrico, Elon Musk decidió dar un paso adelante en el mundo del capitalismo de plataforma. Luego de pagar 44.000 millones de dólares por Twitter, ahora busca sacudir esa red social según su visión empresarial: convertirla en un espacio verdaderamente “democrático” y, al mismo tiempo, gestionarla con una visión bastante radical.
Esa voluntad, hasta ahora, parece llevar a quienes interactuamos en esta red digital a un escenario donde la selectividad y la inflexibilidad marcan la pauta. Entre las ideas del nuevo dueño está cobrar 8 dólares mensuales por la marca de verificación de una cuenta, tener prioridad en las búsquedas y ver menos anuncios. Un golpe bajo para quienes estamos acostumbrados a los trinos gratuitos.
Aunque Elon puede cambiar de opinión vertiginosamente -la misma compra de Twitter dio fe pública de la volatilidad de su ánimo e ímpetu empresarial-, las perspectivas que plantea tocan puntos sensibles de este mundo digital, como su propuesta de permitir el acceso a aquellos contenidos pagos que se promueven a través de tuits, algo común entre periódicos que migraron a la web y ofrecen servicios por suscripción. Claro, primero debe negociar con esas compañías.
Nada de lo planteado por el empresario es debate nuevo: por un lado, se mantiene en el camino de darle un nuevo valor a ciertas funcionalidades de las redes sociales y, por el otro, intenta grabar en la mente de los usuarios de redes que la información que tanto buscamos, sin importar para qué la necesitamos, vale dinero.
Pasamos de la idea de no pagar o pagar muy poco por una canción, un libro o una película (¿recuerdan los famosos “quemaditos”?) a considerar cuánto dinero podemos dar para acceder a estos productos en entornos digitales. Es un camino de avances y retrocesos el que ahora arropa a Twitter, rompiendo esa relación que construimos por años en torno a esa red. Allí, sin pagar medio, sentíamos que podíamos decir y leer lo que queríamos, sin reparar en las consecuencias. Eso, aún cuesta admitirlo, no era cierto.
Con esa falacia como precedente, aún no sabemos hasta dónde llegará Musk, que, como otros empresarios del mundo mediático, tiene inversiones en otros sectores. Por ahora, quiere llevarnos de la ilusión de la "igualdad" a la supuesta "exclusividad", para mejorar lo que considera está mal: el diálogo público.
Sin embargo, el nuevo dueño de Twitter busca resolver el asunto con su pragmatismo a través de un consejo de expertos, para definir cómo debe ser la correcta actuación de los tuiteros. Cambiarnos así la seña a más de 400 millones de usuarios acostumbrados a lidiar entre la verdad, la mentira y la exclusión del otro, con el botón de "Bloquear" a la mano, no parece ser el fin de los problemas de la comunicación pública.
El tiempo dirá hasta dónde Elon podrá hacer realidad su personalísima visión de democracia y diálogo en tiempos de redes. Como el orden supuestamente empieza por casa, la reducción de nómina y el rechazo a las dinámicas de teletrabajo en Twitter parecen decir otra cosa.
Rosa E. Pellegrino