Micromentarios | Un nuevo tipo de pornografía

29/10/2024.- La publicidad reciente de una telefónica local muestra a una joven preparando un coctel vegetal, cuyo ingrediente principal es el pepino. La cuña se inicia cuando la chica le incorpora el pepino. Entonces, anuncia que va a encender la licuadora. Lo hace, aunque sin colocarle la tapa y, al instante, el electrodoméstico lanza escupitajos de pepino sobre ella y los alrededores.

La chica sabe que su acto fracasó de manera estrepitosa y, como transmitía en vivo por la red, advierte que decenas de personas han presenciado su debacle.

Cuando, avergonzada, pretende apagar su teléfono, la llama una amiga y le avisa que se ha convertido en tendencia, al alcanzar un millón de espectadores. El rostro de angustia de la chica desaparece y da paso a una sonrisa de satisfacción, así como varios saltos de alegría por su triunfo.

La publicidad cierra con un mensaje que invita a comprar una línea telefónica de la marca patrocinante, como punto de partida para alcanzar la fama.

Esta apología de la torpeza se presenta como una actividad a imitar por las y los jóvenes que quieran contar con millones de seguidores.

Ya se ha dicho muchas veces, pero es necesario repetirlo. Hasta hace unos años, para destacar en la sociedad era necesario un talento, bien fuera artístico, deportivo, político, heroico o de otra índole. Pero ahora dicho talento se considera más bien una rémora, esa ancla que no nos deja avanzar, aferrada al fondo marino.

La idea que se trata de implantar en los jóvenes, no solo mediante esta publicidad, sino a través de muchas otras y numerosos videos en las redes sociales, es que mientras más tonto, desaliñado, inepto e innecesariamente arriesgado seas, más me gusta vas a recibir.

Las redes están repletas de chicas y chicos exhibiendo impúdicamente su ineptitud, en la creencia de que cierto número de espectadores y seguidores constituye un logro extraordinario. Esto parte de la idea de que dicho logro se traduce en dinero, pues, mientras más seguidores se tengan, mayor es la remuneración.

En las redes también hay espacios serios, sobre ciencia, arte, cultura en general, literatura, deportes, autoayuda y tutoriales para resolver casi cualquier asunto. Pero estos espacios no son tan populares —salvo excepciones—, y apenas cuentan con cientos o pocos miles de espectadores.

El éxito de los videos que exhiben las majaderías ajenas —tanto de jóvenes de verdad, como de adultos que se creen de menor edad—, parece llenar la necesidad humana de justificar con los errores de otros las sandeces propias. También puede considerarse como una especie de rebelión contra el qué dirán: no importa lo que digan si me hago famoso o famosa.

Antes se decía que todo el mundo tiene o aspira tener quince minutos de celebridad. Las redes te los proporcionan, pero a cambio de que exhibas, sin el menor pudor, tu imbecilidad. Esto, por cierto, da la impresión de ser un nuevo tipo de pornografía, en el que se muestra el espíritu completamente al desnudo.

 

Armando José Sequera


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