Ad libitum | Raúl Naranjo, el Pirata de la Canción

05/11/2024.- Raúl Naranjo estaba nervioso. No cantaba en Maracaibo desde hacía más de treinta años, casi el mismo tiempo que tenía retirado de la música. Deambulaba por los pasillos de La Estancia y hablaba con todo el mundo mientras esperaba la hora de su presentación, que la lluvia amenazaba con arruinar. Eran las seis de la tarde del 2 de julio de 2010. Raúl, había llegado a la ciudad junto con el Trío Venezuela y Miguel Itriago para ofrecer un homenaje a un viejo amigo, Felipe Pirela. A decir de Naranjo, quien es sincero —al extremo de herir susceptibilidades— cuando habla de voces y cantantes, Pirela "es el ícono del canto popular de este país". Los unió el compañerismo y una mutua admiración. Sin embargo, Raúl era ya profesional y visitaba la ciudad contratado por Ondas del Lago y Ecos del Zulia cuando Pirela todavía usaba pantalones cortos.

A sus 77 años, Raúl se siente con más ganas que nunca para cantar. A pesar del tiempo que tenía inactivo, nunca dejo de componer. Para él la música representa más que hacer shows; es un estilo de vida. Sentado en un café o mirando la televisión, vienen a su mente melodías a las que, en algún momento, les pondrá letra y las archivara en el baúl de su memoria o, con algo de suerte, irán a parar a un casette. Muchas de sus mejores canciones han sido inspiradas en sus romances con actrices, modelos y cantantes, con las que alguna vez trabajo en cabarets o televisión. Sus inicios se remontan a finales de la década del cuarenta:

Era una época muy diferente a la de hoy en día —afirma Naranjo—, no todo el mundo cantaba, el ambiente era muy estricto. Cuando debuté en la Feria Exposición de Venezuela, en 1950, me probaron en la mañana y me dijeron que si se me iban los gallos, no cantaba más. En el público estaba Marco Tulio Maristany y Mario Suárez me dijo que si a Maristany no le gustaba mi voz, mejor que me fuera para mi casa.

Raúl recuerda el pasado como quien mira una fotografía. Si fuera español, de seguro se lo disputarían los "programas del corazón", donde sus historias serían escuchadas con la boca abierta por sus contemporáneos y el público joven. Naranjo habla con recurrencia de su amistad con Héctor Cabrera y del robo del cual, según, fue víctima por parte del jurado del Festival del Niño en 1967, donde casi triunfa con la balada Elevación:

Todos me daban como ganador. Recuerdo que se me acercó José Luis Rodríguez y me dijo: "Si no ganas hoy, no ganas más nunca". Pero el jurado me quitó el premio. Emilio Muñoz, mi arreglista, escuchó clarito cuando los jueces discutían sobre qué iban a hacer conmigo: "Ganó el tuerto, ¿qué vamos a hacer?". "Bájalo", dijo Chelique Sarabia.

Así cuenta Raúl, ya sin la molestia de aquellos años.

Es la hora de la presentación. El tiempo fue benévolo y no llovió. La Estancia está llena a su máxima capacidad y Raúl es anunciado. Todavía nervioso sube a la tarima desde un costado. Tiene la adrenalina a millón, pero nadie lo notará: este es su negocio y lo conoce a la perfección. Como un ardid para conectarse con el público, hace chistes sobre su edad; recuerda a sus panas Beto Parra, Armando Baralt y, por supuesto, a Pirela. La gente ríe, lo aplaude y luego caen a sus pies cuando interpreta Amarraditos y El último café. Solo el tiempo dirá el valor que tiene su voz para la cultura popular venezolana…

A la memoria de mi querido amigo Raúl, el Pirata de la Canción.

 

Luis Ugueto 


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