Retina | Morir

Ahora pareciera que nadie muere de mortalidad

07/11/22.- El médico le preguntó a su paciente, un filósofo, ¿qué le sucedía? y este respondió: “Siento una cierta dificultad para ser”. Respuesta compleja y cierta. Ser es estar en la vida, en su trayecto. Debemos recordarlo porque vivir es más importante de lo que a veces entendemos de la condición de estar vivos.

Es probable que el miedo a la muerte sea el factor que más reduce nuestras posibilidades de vivir, nuestra capacidad de ser. No es un tema nuevo, la humanidad toda, en todas las épocas, ha tenido que mirar de frente a la muerte, verle el rostro y pensar en su relación con la vida. Sumergidos como estamos en esta idea de lo global, en un proceso de imposición y supresión cultural, quizá es este el momento de la historia cuando los seres humanos tenemos más dificultades para relacionarnos con la muerte.

Hemos generado una rara forma de comprender la vida, su discurrir, y también hemos impuesto rareza al horizonte de la muerte. Morir pareciera ser ahora la consecuencia de nuestra irresponsabilidad individual, como si nuestra mortalidad dependiera de nosotros.

Desde esta óptica, el sociólogo y filósofo Zygmunt Bauman nos dice que esta sociedad, a la que llama “líquida”, ha avanzado en la supresión de la muerte por causas naturales.

El resultado es que ahora pareciera que nadie muere de mortalidad. Nos toca morir por descuido nuestro, por causas que pudimos evitar o curar a tiempo. Morimos de cáncer, de infarto, de diabetes o por accidentes.
Así que, al lado de esta culposa concepción del morir, necesariamente debe existir una engañosa idea de inmortalidad, alimentada por ciertas formas de leer las noticias que informan como pronta e inminente la cura del cáncer o la posibilidad de vivir ciento cincuenta años.

El problema de todo esto no radica en su ingenuidad, lo más grave es que no recordemos que un día vamos a morir, porque no recordarlo es olvidar también el inmenso valor que tiene cada instante nuestras vidas.
Hay otro problema, esa desvalorización de la muerte está unida a una multiplicación de las amenazas. Si morir solo depende de nuestra capacidad para cuidarnos de males que nos afectan, la vida se transforma en un enfrentamiento que no tenemos ninguna posibilidad de ganar. No moriremos de cáncer ni de problemas cardíacos, moriremos de nuestra condición de mortales y habremos dejado mucho de vivir en la procura de no morir.

Tolstói decía que para morir una persona necesita muy poca tierra, pero para vivir hace falta toda la tierra que los pies puedan recorrer sin miedo.

Freddy Fernández | @filoyborde


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