Aquí les cuento | Alarma en el barrio
09/11/2024.- Esa fue la primera vez que vi a los bomberos en acción. El carro de perro caliente de mi amigo Robinson estuvo a punto de ocasionar una tragedia en el barrio. Todo parece señalar que a nuestro perrero se le olvidó cerrar la llavecita que tiene la bombona del carro. Se produjo una pequeña fuga de gas por la manguerita roja que conduce desde la válvula hasta la hornilla. Estaba tostada y por ahí se escapó el silencioso peligro. La gente tiene que saber que en toda casa o lugar de trabajo donde se use GLP (gas licuado de petróleo), hay que revisar, con cierta regularidad, el estado de los conductos por donde circula el mencionado combustible… Bueno, esa es una clase que recibí en la escuela de formación de bomberos meses más tarde.
Cuando Robinson encendió la hornilla, sonó un ¡puuuuummmmm!
Aquello explotó tan fuerte que todo el barrio se estremeció y la gente salió corriendo de las casas para enterarse de qué había pasado. Algunos pensaban que había sido el horno de la panadería, pero el candelazo se levantaba desde el estacionamiento donde mi amigo guardaba su carro de trabajo.
Robinson tuvo la suerte de resultar ileso. La explosión lo lanzó sobre un arrume de cartones de cajas recuperados para reciclaje que un vecino acopiaba para vender, ubicados en un rincón. Solamente las pestañas se le chamuscaron. Aturdido, salió a la calle, donde recibió la ayuda de los vecinos.
El incendio amenazaba con extenderse por toda la cuadra, pero por arte de magia se escuchó el sonido de las sirenas del camión de bomberos, que llegaron minutos después. Del camión bomba saltaron a la calle los cinco bomberos que viajaban de pie en la parte trasera de aquel enorme vehículo de emergencia.
En un par de minutos ya estaban extendidas dos líneas de combate, cada una con un par de bomberos que ingresaban con cortinas de agua a enfrentar el fuego que se había extendido por el ala este del estacionamiento, calcinando los cercanos automóviles que ardían con energía.
Cuando me enteré del incendio, llegué corriendo a saber del suceso. Preocupado, pregunté por mi amigo y me dijeron que estaba en la casa de una vecina, recuperándose del susto y esperando que los bomberos terminaran de controlar el incendio. Esto ocurrió rápidamente y evitó que se consumiera el estacionamiento y el total de los vehículos resguardados.
Pregunté por mi amigo y lo que la gente decía era que se había quemado. Cuando me acerqué, alcancé a verlo en el porche de una casa vecina donde lo atendían, con la suerte de que lo único que se le quemó fueron las pestañas. Estaba sanito. Me pidió que subiera a su casa a buscarle una camisa y un pantalón para cambiarse, ya que la ropa que tenía quedó revolcada con el barajuste de la explosión. ¡Ah, y que le dijera a su señora que él estaba bien!
Después de bajar de la casa de Robinson, me acerqué a ver los últimos momentos del trabajo de los bomberos, quienes refrescaban el lugar del incendio. Finalizado el combate, empezaron a recoger las mangueras y los elementos utilizados para controlar el incendio. ¡Cuál sería mi sorpresa cuando identifiqué, entre el grupo de combatientes del fuego, a mi amigo Alfonso Ojeda Bautista! Era aquel mismo bombero que meses atrás me recibió la noche cuando llegué todo extraviado de mi pueblo, buscando la dirección de la casa donde recibirían aquí en El Cementerio.
—¡Mi pana! —le dije.
—¡Hola, convive! —me respondió.
Ahí me acerqué y le di un apretón de manos. En ese momento supe que mi destino me empujaría, definitivamente, a montar un camión de emergencia, donde los hombres más desprendidos de la tierra desafían el peligro para garantizar el bienestar de todos.
¡Eso era lo que quería hacer!
Mi suerte estaba echada.
¡Sería bombero!
Aquiles Silva