Ad libitum | La Lupe en Caracas
11/11/2024.- Tito Rodríguez estaba terminando de arreglar su equipaje. El sol de los primeros días de marzo llenaba su lujosa habitación en el Hotel Caracas Hilton, donde Guillermo Arenas, empresario artístico, lo hospedó junto a La Lupe para tocar la temporada de Carnaval de 1971. Los bailes se realizaron en en el Gran Salón del Hilton, desde el 20 de febrero hasta la octavita el sábado 27. El cartel del espectáculo aseguraba un lleno total, pues además de Tito y La Lupe, el público se daría banquete con el conjunto moderno Los Dinámicos y Felipe Pirela actuando nuevamente como crooner de La Billo`s Caracas Boys.
La “yiyiyi” solamente cumplió tres días de contrato. No cantó ni el martes ni en la octavita por una situación que no pudo explicar con claridad a su contratante. La noche del lunes 22, en su última presentación, el público casi en estado hipnótico la rodeaba en la tarima, mientras ella, arriba, cantaba su Carcajada final, Oriente, Homenaje a Juan Vicente y, por supuesto, su himno, Que te pedí. Después a la Lupe no se le volvió a ver hasta aquella mañana en la que el gerente del hotel llamó a Tito Rodríguez, quien hacía sus maletas para ir al aeropuerto y tomar el vuelo que lo llevaría al Norte. La cantante tenía una semana sin dejar que el personal de la limpieza entrara a asear su habitación, de donde salía un olor fétido y repugnante.
A pedido del angustiado gerente, Tito fue a hablar con su amiga. Le tocó la puerta, la llamo en voz alta y cuando pensaba que ya no saldría, La Lupe apareció vestida de blanco y con muy mal semblante. Rodríguez se espantó al mirar el interior del cuarto. Casi vomita por el hedor de animales muertos, sacrificados en un ritual que “la yiyiyi” llevo a cabo con su madrina de religión. La Lupe era una esclava de sus creencias religiosas, de la paranoia de perderlo todo si desobedecía los supuestos mandatos de los santos que le hablaban y daban órdenes a través de los babalaos y gurús de la santería.
La Lupe volvería a Venezuela tres años después, en agosto de 1974, pero ya había perdido mucha de su fama y no hacía más que dar traspiés. La mujer que se mostraba al público como una devoradora de hombres, de regia personalidad y muy segura de sí misma, en realidad no era más que un alma sola, sufrida y llena de complejos. Su esposo para aquel momento, Willie García, cantante de música latina, era un esquizofrénico que en más de una ocasión la golpeó salvajemente. Prácticamente no tenía familia, solo su madre, pero debemos suponer que no era aliciente suficiente para la soledad que intentaba tapar con abrigos de Mink, autos lujosos, drogas y sexo.
Luis Ugueto Liendo