Pluma acústica | El Trabuco Venezolano: nuestro “All Stars” criollo
13/11/2024.- El anglicismo all star, proviene del mundo del deporte. Se utiliza cuando un equipo de determinada disciplina se constituye de los mejores jugadores, de allí su traducción: todos estrellas. Sin embargo, este término se ha empleado desde mediados del siglo XX en la música latina con el mismo fin, el de dar a entender que los integrantes de cierta orquesta o agrupación son músicos virtuosos que ya tienen un exitoso camino andado. Por cierto, en el capítulo que hoy nos ocupa, también se relacionan el deporte y la música. En Venezuela, cuando se crea un equipo para realizar cualquier actividad deportiva que se practique en conjunto, con los mejores jugadores, se dice que es un “trabuco”. Justamente de ahí viene la idea del maestro Alberto Naranjo de criollizar el término, de sus dos grandes pasiones: el beisbol y la música. Así se propuso el concepto de fundar una orquesta integrada por los mejores músicos del país de finales de la década de 1970 y principios de la de 1980: El Trabuco Venezolano.
En la historia de la música afrocaribeña han existido innumerables agrupaciones que acuñan a sus nombres el término all stars, dado el hecho antes mencionado de estar integrados por músicos de renombre, tal es el caso de Cesta All Stars, Tico All Stars, Alegres All Stars, Buda All Stars, Puerto Rico All Stars… y pare usted de contar. No obstante, la más famosa de estas agrupaciones a nivel mundial ha sido la Fania All Stars. Estas orquestas, en la mayoría de los casos, eran producidas por los sellos disqueros que manejaban a los participantes. Dichas disqueras convocaban a sus mejores exponentes, en un solo conjunto, para grabar discos y dar espectáculos con lo mejor de la casa. Sin embargo, debo acotar que este fenómeno surge en Cuba, a inicios de la década de 1940, con las llamadas Jam Session que provocaban los grandes músicos de jazz estadounidenses que viajaban a La Habana para investigar sobre ritmos afrocubanos y hacer música junto a otros grandes de la escena musical local de la isla.
En Venezuela existían orquestas de gran nivel y solistas de alto calibre, pero podemos decir que el primer proyecto que agrupó a todas esas luminarias criollas en un solo sonido fue El Trabuco Venezolano. Esto no era una producción de un determinado sello disquero, todo lo contrario, fue una suerte de combustión espontánea, a la que las disqueras nacionales no apostaron porque consideraron que su propuesta era “poco comercial”, pero fue la respuesta más sincera a ese movimiento, que buscaba dar una interpretación criolla al fenómeno de los “todos estrellas”. Una idea del baterista venezolano Alberto Naranjo, de quien hablamos en un capitulo anterior de Pluma acústica, mencionándolo como baterista de Los Calvos y Los Kenya.
El maestro Alberto Naranjo tuvo un amplio recorrido por distintas agrupaciones nacionales e internacionales que trabajaban ritmos afrocaribeños, jazz, funk y rock. El hecho de ser hijo de Graciela Naranjo, bolerista de primer orden y pionera del bolero en Venezuela, le dio a Naranjo la oportunidad de rodearse desde su temprana niñez de grandes músicos de diferentes géneros. Este acontecimiento hizo que el joven pudiese aprender de primera mano múltiples estilos musicales. Probablemente de ahí viene la idea de conjugar en una sola propuesta la fusión de complicados arreglos de jazz y funk, con la naturalidad (para nosotros) de los ritmos afrocaribeños y afrovenezolanos.
Debut del Trabuco Venezolano
El 3 de diciembre de 1976, por iniciativa del arquitecto y melómano Domingo “El Flaco” Álvarez se desarrolla en el auditorio de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Central de Venezuela la conferencia-recital llamada: “Son Montuno y Guaguancó”. Donde, a manera de material de apoyo en vivo, se presentó un grupo de músicos venezolanos de avanzada edad y amplia trayectoria para ese momento, que interpretaron temas clásicos del repertorio cubano, quienes para efectos de la conferencia fueron llamados Los Pures, o Los Puretos, los que, luego, cambiarían su nombre a El Sonero Clásico del Caribe, otra agrupación emblemática caraqueña. Dado el éxito de esta experiencia, la conferencia-recital se repite el 21 de agosto de 1977 en los espacios del Museo de Arte Contemporáneo de Caracas con el nombre: “Son Montuno, Guaguancó y el Fenómeno de la Salsa”. Ese día se volvieron a presentar Los Pures, en representación de la vieja guardia, y fue el debut del Trabuco Venezolano, que representaba el nuevo, para ese momento, sonido de la salsa.
La propuesta del Trabuco, si bien tenía mucho de salsa, iba más allá. Como también comentábamos en un capitulo anterior de nuestro espacio, la salsa tiene una gran carga de guaracha cubana con algunas pinceladas de jazz y rythm & blues, apenas perceptibles. Por otra parte, en la propuesta del Trabuco eran muy marcados los arreglos complejos de jazz y reef de funk. Era una big band constituida por más de veinte músicos en escena, lo que resultaba en un sonido muy potente, sobre todo por lo bien engranado que estaban y lo vanguardista de sus composiciones y arreglos.
Line up del Trabuco
El Trabuco Venezolano estaba integrado por una pléyade de músicos de la escena nacional. Entre ellos estaban: Alberto Naranjo (dirección y batería), el legendario “Pavo” Frank Hernández (timbales); la sección de percusión afrolatina estaba a manos de los mejores ejecutantes de esa época: los hermanos Carlos “Nené”, Ricardo y Jesús “Chu” Quintero, Felipe “Mandingo” Rengifo y Orlando Poleo. La sección de metales la integraban: Rafael “Gallo” Velásquez, Luis Arias, Gustavo Aranguren, Lewis Vargas, Pablo Armitano, José Díaz, Alfredo Gil, Manolo Pérez, Rafael Silva, Leopoldo “Pucho” Escalante, Rodrigo Barboza, Carlos Espinoza, José Plaza, Angelo Pagliuca, Rolando Briceño, Manolo Freire y Cruz Arraiz. En el piano el gran José “Cholo” Ortiz y, en el bajo Lorenzo Barriendos. La batería de cantantes también era de primer orden, Carlos Daniel Palacios, Carlín Rodríguez, Joe Ruiz y Moisés “Ajoporro” D´Auberrete.
El trabuco dejó como testimonio y legado varias presentaciones en la televisión nacional y cinco discos grabados en estudio: El Trabuco Venezolano I, II y III, de 1977, 1979 y 1981, respectivamente; La Flor y Nata, de 1984 e Imagen Latina de 1989. Así mismo, dejaron dos discos grabados en vivo en el Poliedro de Caracas, junto a otro all stars cubano, la icónica orquesta Irakere: Irakere-Trabuco vol. I y vol. II. Estas dos legendarias agrupaciones se presentaron juntas en diferentes ocasiones. Una característica que tenían los discos del Trabuco era que sus portadas (a excepción de los grabados con Irakere) hacían alusión gráfica al béisbol.
El maestro Alberto Naranjo partió de este plano el 20 de enero de 2020. Dejándonos una de las propuestas musicales más interesantes de nuestro país. En cierta entrevista afirmó: “Lo que más me llamó la atención al tratar de reanudar el proyecto, cinco años más tarde, fue la percepción de admiración que tenían los jóvenes hacia nuestra música. Eso tiene un gran valor para mí”.
Kike Gavilán