Cine para llevar | La sustancia (2024): inseguridades

Toda obsesión puede llevar al descontrol

15/11/2024.- La seguridad no se construye a través de la mirada ajena, eres lo que crees y la única persona que puede definir tu valor eres tú. Al menos en teoría es así, pero en la práctica, sobre todo en esta época de redes sociales y culto excesivo a la imagen y a los cánones de belleza, la mayoría busca validación en el entorno.

En este tiempo el dilema no es “ser o no ser”, William Shakespeare quedó en el pasado porque más bien se suele pensar “parecer para luego ser”, aparentar, vivir de la imagen que se proyecta.

Si bien todos deseamos encajar y ser queridos, tratar de tener la atención del resto, pasando incluso por encima de uno mismo puede ser el inicio de un viaje de autodestrucción que podría terminar incluso con la propia vida.

Toda obsesión puede llevarte al descontrol y este a la locura, precisamente eso es que le pasa a Elisabeth Sparkle (Demi Moore) una estrella de cincuenta años que ha perdido valor en el mercado.

La sustancia (2024) escrita, dirigida y producida por Coralie Fargeat es una metáfora sobre lo que puede pasar si la base de tu valía personal es tu imagen, tu físico y el deseo absurdo (por imposible) de ser joven para siempre. Vivir en la sociedad de la imagen tiene efectos en la mayoría de la gente.

En la industria del entretenimiento (donde se desarrolla la cinta) muchas veces el talento no es tan importante como la imagen, se enaltece la juventud como un paradigma.

Dentro del mundo del espectáculo y fuera de él, cumplir años es un pecado y una forma de devaluación para la mayoría, especialmente para las mujeres, que somos juzgadas en gran medida por nuestro aspecto físico. A veces parece que para ser tomado en cuenta necesitas verte de un modo determinado.

En la película se utiliza una premisa que combina terror, thriller psicológico, ciencia ficción y comedia para mostrarnos a un personaje que tiene miedo de ser olvidada, que no acepta el paso del tiempo ni la transformación natural de su imagen.

El horror que presenciamos en La sustancia tiene mucho que ver con el mundo interior de la protagonista. Asistimos a sus miedos, sus creencias, su desesperación por seguir siendo alguien que ya no puede.

¿Y todo para qué? ¿Para tener fama y fortuna? Sí, pero sobre todo para seguir sintiéndose valiosa.

La tristeza y la ansiedad de Elisabeth se evidencian desde la primera escena. Ella sabe que la vida como la conocía terminará pronto y no quiere renunciar a lo que hasta ese momento es lo único que le importa.

Vivimos en una sociedad donde el amor propio se construye a través de elementos externos: belleza, dinero, poder, éxito. En la búsqueda de éstos muchos terminan perdiendo la estabilidad emocional, el autocontrol, la alegría y las ganas de vivir.

La sustancia es clara a la hora de expresar esta y otras ideas sobre la fragilidad del ser humano y los deseos absurdos que se nos inoculan a lo largo de la vida. Ambiciones que de no ser consolidadas generan un dolor que pueden destruirnos interiormente.

Finalmente, Elisabeth tendrá que enfrentarse con su versión joven (interpretada por Margaret Qualley) lo que pasa en ese encuentro se muestra en el desenlace de la película que nos deja reflexiones contundentes.

Luisa Ugueto Liendo

Instagram: @cineparallevarl

 

 

 


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