Pluma acústica | El bajo en la música afrocaribeña (primera parte)

21/11/2024.- Desde que yo era un niño, cuando se empezó a desarrollar en mí la pasión por la música, la he visto como un ser transmutador de energía que, si bien, de hecho, es intangible, lo imaginaba como un ser físico, con cabeza, tronco, extremidades y órganos. En aquella interpretación infantil, el piano hacía las veces de cerebro; la percusión cumplía la función del corazón; los instrumentos de viento eran el sistema respiratorio; la percusión menor, las extremidades superiores; la danza representaba las extremidades inferiores. El sistema digestivo se manifestaba en el escucha, que es quien consume por los canales auditivos lo que emana de ese ser, que observado desde este punto de vista se asemeja a una pintura de Picasso. Todo esto estaba integrado por el bajo, que representaba el tronco, la columna vertebral de aquel espécimen tan particular. Justamente de él hablaremos hoy, del bajo y de los bajistas que han hecho historia en nuestra música afrocaribeña.

En sus comienzos, la música afrocaribeña no empleaba instrumentos armónicos o melódicos que no fuesen los propios cantantes. Se constituía esencialmente de instrumentos de percusión. No obstante, dentro de esa batería de tambores existían los que producían un sonido más grave que los otros, es decir los bajos. Luego vino la incorporación de la marímbula, que consiste en una caja de madera hueca con un orificio para su resonancia acústica, con teclas hechas de metal, tocadas por el ejecutante que se sienta sobre la caja y que produce sonidos y/o notas graves.

Es muy probable que el primer género afrocaribeño que utilizó instrumentos melódicos y armónicos sea el son cubano, florecido a finales del siglo XIX en las montañas del oriente de Cuba. En su forma original, el son, se tocaba con la infaltable percusión, el canto y con una guitarra, un tiple o una bandola. Hasta que derivado de la fusión de estos tres instrumentos de cuerdas surgió el tres cubano, un instrumento que registraba notas más bien agudas, por lo que la guitarra comenzó a reemplazar a la marímbula como instrumento generador de notas graves. Pero es por la influencia del jazz, que a principios del siglo XX aparece por primera vez el contrabajo en la escena musical cubana.

Del contrabajo al bajo eléctrico o de pecho

El antecesor directo del bajo que conocemos actualmente (bajo eléctrico o de pecho) es el contrabajo. Este último también tiene sus antecesores que datan del siglo XV. En la música clásica se toca con un arco y se integran varios para que su sonido no sea opacado por los otros instrumentos. En el caso de la música afrocaribeña y el jazz, que fueron los primeros géneros que lo utilizaron, se ejecuta con una técnica llamada pizzicato, que consiste en pulsar las cuerdas con la yema de los dedos. Esto le aporta un sonido más potente y agresivo, teniendo en cuenta que en este tipo de música se utilizaba solo un contrabajo.

En esa época (principios del siglo XX), el contrabajista tenía que tocar ejerciendo mucha fuerza para no ser opacado por el resto del grupo u orquesta, incluso cuando era microfoneado. Esta dificultad fue resuelta por los hermanos Rudy y Ed Dopera, cuando en 1958 diseñan el primer contrabajo eléctrico, fabricado con fibra de vidrio, micrófonos incorporados y un cuerpo más pequeño y de menor peso, lo que lo hacía más práctico para su traslado y más óptimo en cuanto al sonido, dado el hecho de que podía ser conectado directamente a un amplificador. Esta evolución del contrabajo fue conocido como el baby bass, o simplemente BB.

Este modelo de bajo es el que se utiliza mayormente en las orquestas de música afrocaribeña. Sin embargo, ejecutantes de gran nivel e importancia dentro del género han utilizado con gran maestría y éxito el llamado bajo de pecho. Un bajo con un cuerpo muy parecido al de la guitarra eléctrica.

Bajistas que han hecho del tumbao una historia

Si nos planteamos un orden cronológico para mencionar a los virtuosos del bajo en la escena musical afrocaribeña, debemos empezar por Israel “Cachao” López, de quien bien podemos decir que es el abanderado de esta sección, por mucho. Fue pionero en el uso del contrabajo desde su incorporación a nuestra música hasta sus últimas presentaciones y grabaciones. Miembro y jerarca de una dinastía que se compone de más de treinta bajistas. Es considerado por muchos investigadores el creador del mambo (ya desarrollaremos este tema en próximas entregas de Pluma acústica). Su sentido del ritmo y acompañamiento son indiscutibles. Sus ejecuciones de “solos” son más que emblemáticos. Uno de sus sobrinos, Israel “Cachaíto” López, hijo de su hermano y mentor Orestes López, fue miembro del Buena Vista Social Club. Y fue él, “Cachaíto”, quien nos ofreció un hilo conductor entre la música de antaño con la música moderna en su LP Cachaíto, del año 2002, donde mezcla son cubano clásico con dub, scratchs y una casi infinita poliritmia. Una obra maestra a todas luces.

Por otra parte, si nos planteamos un orden patriótico y/o venezolanista, no podemos pasar por alto a otro grande de las cuatro cuerdas: Oscar D´León. Un front y show man de indiscutibles cualidades; canta como un ruiseñor, improvisa, interactúa y juega con su público en grabaciones y presentaciones de más de dos horas, mientras ejecuta con un extraordinario sentido del ritmo su BB, bailando con él, y hasta componiéndole una canción al emblemático instrumento. Aunque que no nos dejó un solo “solo”, no existe duda de su talento a la hora de ejecutar el bajo.

Una leyenda más del bajo en nuestra música es Andy González, otra de las patas de la mesa. Este prodigio musical sí que nos dejó un legado extraordinariamente amplio a varias generaciones. Arreglista, compositor y formidable ejecutante. A pesar de haber grabado algunos temas para el sello Fania Records, nunca se alió con esta marca, probamente dado el hecho de que sabía que lo que quería exteriorizar estaba muy distante de los fines que perseguía esta empresa. Fue un puente o catalizador entre el mundo del jazz y el de la salsa que, si bien, tenían una familiaridad ancestral, en la época en la que le toco vivir y desarrollar su talento, él tuvo la capacidad de aglutinar estas experiencias en un solo sonido.

A estas alturas del relato, vuelvo a darme cuenta de que los temas que nos planteamos son muy extensos y existe mucha historia que contar, personas a quienes mencionar, canciones, discos y “solos” que no caben un una única entrega de Pluma acústica. Quedo en deuda con ustedes, los hipotéticos lectores de esta humilde trinchera musical, y les aseguro que en nuestra próxima entrega hablaremos ampliamente de otros grandes bajistas y sus canciones, discos y solos. No faltarán: Bobby Rodríguez, Erick “Guagua” Rivera, Salvador Cuevas, Jules “Slim” Cordero, entre otras luminarias de nuestra cultura musical afrocaribeña.

Les invito a seguir este paseo por la historia del bajo y sus ejecutantes, que conforman esta hermosa aventura del saber sobre una de las más ricas y sublimes historias de un instrumento tan importante de género musical alguno en la próxima entrega de Pluma acústica.

Kike Gavilán 

 


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