Aquí les cuento | Bautizo de fuego
A Oscar García (Tortica)
23/11/2024.- Es fácil deducir que quien te habla es un bombero. Lógico, si desde hace unos meses he persistido en distraerte con esos episodios de la vida que son tan sencillos y cercanos que darían para escribir muchas páginas. Porque cada vida, encapsulada en ese traje de héroe, es un libro, cuyas páginas están aún por escribirse. Pero bueno algunos nos lanzamos, a chorro lizo, a descubrir cuantos relatos recordemos y se quedaron como cicatrices en la piel quemada del recuerdo.
Después de aquellos inolvidables meses en la Escuela de Formación Profesional de Bomberos, llegó el día de la graduación. Un acto solemne, en el patio de la pequeña escuela estación, ubicada en la parroquia Macarao.
Esa promoción fue de pocos bomberos. Unos treinta muchachos nos atrevimos a ingresar a la escuela. Pero cómo no iban a temer los familiares de todos aquellos alumnos. Si el diecinueve de enero, se cumpliría apenas un mes de la terrible tragedia de Tacoa, donde perdieran la vida cuarenta y ocho bomberos, entre ellos más de la mitad de la promoción diecisiete recién graduada. Ese grupo de aspirantes, teníamos la misión de suplir la vacante, de nuestros hermanos desaparecidos; bajo el alud de petróleo incandescente, de la planta termoeléctrica ubicada en territorio del Departamento Vargas (Hoy estado La Guaira). Después se supo la verdad. Los dueños de la empresa no acometieron las acciones preventivas que hubieran evitado la tragedia…
Los bisoños recién graduados fuimos asignados a las diferentes estaciones de bomberos del Distrito Federal, correspondiéndome un lugar en la sección “C” del Cuartel Central, ubicado en la avenida Lecuna.
Nunca en la vida había logrado hacer tan buenos amigos, como en esa oportunidad. Ya a la semana, todos éramos un solo haz de fraterna amistad.
El común de la gente no sabe, ni se imagina; cómo transcurre un día en una estación de Bomberos. Es una rutina tan fácil de asimilar y tan variada, que recrearía a los más exigentes aventureros. Conocer el funcionamiento de los equipos, confrontando lo aprendido en la escuela, con la experiencia de los veteranos, quienes siempre estarán dispuestos a orientarte, y en poner a tu disposición; todo el conocimiento que te servirá, para preservar tu vida, y la vida de tus compañeros, incluyendo a la persona que comparte su experiencia contigo. Cómo olvidar a nuestros líderes cercanos. A los bomberos como Luis Lafee, William Martínez, a “Pastelito” Manuel Escobar Castellanos, entre tantos super bomberos que tú no conoces, porque no vuela en los programas de televisión. Hoy es el momento de relatarte aquel primer incendio. Con el convencimiento de que todo bombero sobreviviente es un héroe que relata sus propias hazañas.
Serían las tres de la madrugada cuando sonó aquel primer timbre:
--¡Atención! ¡Atención! ¡Sección de guardia Alarma!
Al escuchar este llamado por los altoparlantes, los bomberos asignados a los camiones de emergencia, saltábamos de las literas. Cayendo de pie sobre las botas de cuero que reposaban al borde de las camas.
--¡Sección de guardia! ¡Parroquia Candelaria, entre la esquina Pele el ojo a Peligro: Sede de la fábrica de bicicletas Empociclo! ¡Conato de Incendio!
En treinta segundos, el sonido de los tubos al ser frotados por los cuerpos, que veloces descienden al sótano, donde están los camiones con el comandante esperando de pie con la mano puesta en el mango de la puerta. Los bomberos abordan cada uno su unidad: El carro bomba, la cisterna, el carro de rescate, la ambulancia. Y Ráspalo al lugar de la acción.
El inolvidable Sargento Emilio Madrid conduce el camión Bomba comandado por el teniente Máximo Ávila, quien se comunica con la sala de radio.
--¡Caribe uno para central! ¡Informe!
Del otro lado de la línea responde, desde la sala de radio el distinguido Ángel Martínez.
--¡Ratificamos la dirección ¡Parroquia Candelaria, entre la esquina Pele el ojo a Peligro: Sede de la fábrica de bicicletas Empociclo! Y agrega:
--¡Según información de agentes policiales en el lugar, ya el incendio está declarado. Recomendamos tomar las precisiones necesarias para evitar lesiones y daños al personal de bomberos y equipos y le ratificamos que será grato recibirlos de regreso, sanos y victoriosos!
--¡Así será compañero! ¡Ya estamos en el sitio! ¡El incendio es un Mara Uno! ¡Permanezcamos alerta por si requerimos apoyo de otras estaciones!
--¡Recibido!
Es indescriptible la sensación de éxtasis que causa el combatir un incendio, cuando se tiene conocimiento del trabajo que se realiza.
Dos líneas de combate salieron del camión bomba. Tuve en mis manos el pitón de descarga y acompañado de un ayudante avanzamos al interior de la edificación en llamas.
Combatir paso a paso, y avanzar hacia el fuego en un combate sin tregua, en el cual el fuego alimentado por materiales diversos: gomas, resinas, pinturas, solventes, contenían el avance y demoraban la extinción. Pero no dejábamos de avanzar hasta los intersticios de la desconocida fábrica.
En un momento impreciso me encontré en un sótano, cuyas paredes irradiaban tal calor que, sofocado, perdí la noción de todo. El casco de protección abandonó su lugar en la cabeza, y vulcano comenzaba a hacer presa de mis orejas. Una mano se aferró al cuello de mi chaquetón y me arrastró hasta la calle. Al dejarme a salvo, el mismo bombero de pequeña estatura, ingresó de nuevo al incendio y rescató el casco, lo puso en mis manos y juntos regresamos al combate. Era Oscar García “Tortica”. Gracias a él pueden ustedes leer el resultado de su gesto.
Aquiles Silva