Araña feminista | La paz que queremos

25/11/2024-. En la actualidad, la mitad del planeta y los seres que lo habitamos estamos haciendo frente a inundaciones e incendios que consumen miles y miles de hectáreas de bosques nativos con toda su biodiversidad, definitivamente no podemos ya hablar de crisis, es una catástrofe climática. De la otra mitad, 52 pueblos y sus territorios están involucrados en un conflicto bélico, 30 más o menos sufren bloqueos o lo que es lo mismo guerras no bélicas. Luego hay un conjunto de territorios y pueblos que están a la expectativa de qué va a pasar, sobre todo cuando ocurren reuniones como la de G20, Davos, etcétera, donde los amos del mundo se sientan a decidir hasta dónde y hacia dónde mueven sus fronteras de explotación. Finalmente, unos pocos países que miran sin pensar mucho que todo lo que ocurre a su alrededor tiene que ver con su “estilo de vida y consumo”, con el modelo de desarrollo que exportan al mundo, (y sí, ahora nuevamente Trump, pero de eso no vamos a escribir hoy). Asomarse a cualquier espacio noticioso internacional es ver siempre la misma “parrilla informativa” a la que solo le actualizan las cifras.

Hace unas semanas, mientras hacía la vuelta por las redes y constataba que todo seguía igual, …¡mie…! encontré una entrevista en Euronews. Lo que escuche no solo me paralizó, sino que quedó dando vueltas en mi cabeza. Alguien al que no le he logrado descubrir el nombre decía algo así como: "La única forma para garantizar la paz es tener ejércitos fuertes", y acto seguido hablaba de los gastos militares y cómo estos debían ser cada vez mayores para los países de la OTAN, Unión Europea y EE. UU. Ese señor enfundado en un sobrio traje gris plomo, con camisa blanca impecable y corbata a juego, muy seriamente hablaba de la OTAN y del papel de la Unión Europea en esta paz soñada solo para una minúscula porción de la población del norte global.

¡¿De qué paz está hablando?! De la paz de los sepulcros. De la paz que se asienta sobre el sufrimiento de los pueblos, la que se sustenta sobre una economía de los cuidados absolutamente feminizada, invisibilizada y migrante. Es la paz, que resguarda paraísos turísticos, para vacaciones soñadas que solo pueden disfrutar algunas personas. Minúsculas porciones de tierra preservadas mientras el resto del planeta es devastado para poder mantener ejércitos fuertes, porque, adivinen, ¿cuál es la industria más contaminante del mundo? la bélica. Según Estimating the Military’s Global Greenhouse Gas Emissions (informe) un 5,5% de las emisiones globales provienen de los ejércitos, sin contar las guerras. Esto es lo equivalente a lo que emite toda la industria a nivel mundial y más del doble de lo que contamina la aviación comercial. Definitivamente esa “paz” no sirve para territorios como el nuestro, rico en todo lo que necesitan los ejércitos para ser fuertes. Las feministas preferimos llamar a esos momentos de no guerra, de no paz.

Esta visión de la paz, construida por la sociedad liberal como la ausencia de guerra por la dominación o existencia de “ejércitos fuertes” oculta conflictos, disputas y violencias. Además, la mera existencia y mantenimiento de ejércitos militares como defensores de la soberanía y el orden solo anuncian guerra y conflicto. En este escenario, el conflicto capital-vida se agudiza.

La paz que queremos y construimos desde los feminismos es un PAZ ACTIVA, es aquella que reconoce y afronta los conflictos desde el reconocimiento del otro como un igual, con derechos. Reconoce la soberanía de los pueblos y plantea la solución de los conflictos desde el diálogo. Es una paz que sirve a todos, humanos, no humanos, planeta y no solo a los intereses de transnacionales y del sostenimiento del sistema capitalista, racista y patriarcal. Esta es la paz que queremos.

Es la paz que exigimos para Palestina, una paz que le garantice un territorio soberano, con libre tránsito para las y los palestinos, con acceso al agua, con libertad para salir al mar a pescar, sembrar en los campos y cuidar sus olivares. La paz que Palestina y sus mujeres exigen es la que les va a permitir ir a las escuelas y universidades libremente, pensar en su reproducción no solo como una necesidad para que su pueblo sobreviva o poder cultivar sus jardines sin tener miedo a las bombas de Israel o a los colonos y la ocupación forzadas de sus casas, huertos y tierras.

Entre le 20 y el 29 de noviembre, la Asamblea Internacional de los Pueblos, la Marcha Mundial de las Mujeres y otros Movimientos aliados hacen un llamado a movilizarnos para exigir de todas las formas posibles que acaben las agresiones de Israel contra el territorio y el pueblo Palestino.

Asimismo, levantamos nuestras voces contra todas las violencias machistas que se viven en Venezuela, la precarización laboral a la que estamos expuesta por la crisis creada por el bloqueo y las sanciones, el auge de la trata y tráfico de personas, las migraciones forzadas por la crisis económica y las consecuencias nefastas sobre las vidas de las mujeres niñas y adolescente y sobre el sistema de cuidados no remunerados y remunerados.

Alejandra Laprea

 


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