Retina | Un león en la mano

02/12/2024.- Cómo en la Historia sin fin, pareciera que la vacuidad va ganando terreno y quizá se explique por la ley de la conservación de la energía, porque resulta más sencillo dejarse dominar por la emoción que nos propone el espectáculo, que pararse a pensar un rato en el mundo que nos proponen desde las pantallas de cualquiera de los aparatos que frecuentamos.

Hay quienes han sostenido que se trata de un hecho novedoso y que surgió con las modernas máquinas de comunicar. Así, la imprenta habría sido el primer instrumento que abriera un espacio para la masificación del entretenimiento vacío, el que sería expandido por la radio y el cine, para luego ser multiplicado y profundizado por la televisión.

En esta línea cronológica de la vacuidad, las llamadas redes sociales parecen presentar la posibilidad de una más profunda caída en la ausencia de ideas, al crear un espacio en el que aparentemente dices algo importante al poner una foto del alimento que estás a punto de devorar. De hecho, hay quienes te apoyan con un “me gusta” y otros que mantienen un silencio que apreciarás como reprobatorio.

Quizá el mecanismo se volvió más íntimo. El espectáculo y su vacío se metió primero en la sala de las casas, pero después alcanzó las habitaciones hasta conquistar las camas, haciéndose cada vez más personal, hasta el punto de lograr que una pareja se disperse por el mundo, cada uno con su aparato en la mano, impedido de conectarse con quien tiene a su lado.

Pero vale reconocer que la vacuidad probablemente ha acompañado a la humanidad siempre. Todas las cunas han sido mecidas con canciones y con cuentos. Los gladiadores, los leones que devoraban cristianos, los juglares, las procesiones y un sinfín de manifestaciones de mayor o menor valía, algunos incluso irreverentes a su destino, capaces de transmitir conocimiento, han estado allí desde antes de la imprenta.

El poder debe ser tan viejo como la vacuidad. No sé si es anterior o posterior, pero esa diferencia de edad desde hace mucho que resulta irrelevante. En cambio es irrebatible que el poder se sustrae de la participación en bruto del despliegue emocional que genera el espectáculo.

Esa distancia de la emoción vacía permite a quien ostenta o aspira al poder el aprovechamiento de la ausencia de ideas para canalizar la emotividad como potencia que motorice sus propósitos de dominio. Una emoción vaciada de racionalidad puede conducir a un asesinato y, en colectivo, son pieza clave de linchamientos y genocidios.

 

Freddy Fernández

@filoyborde


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