Historia viva | Sucre, popular y rebelde

04/12/2024.- Las órdenes emitidas por el general Sucre a sus oficiales desde noviembre de 1824 expresamente ponen atención a los apoyos civiles como los líderes indígenas, caciques de las comarcas o vecinos de las poblaciones cercanas al paso del Ejército Libertador para el abastecimiento logístico de los 5 mil hombres que constituían las tropas patriotas.

Así Sucre ordenó al coronel patriota argentino Román Antonio Deheza desde su campamento en Andahuaylas el 13 de noviembre de 1824 : “Aunque yo voy con el ejército persiguiendo a los enemigos, no podré alcanzarlos tan fácilmente…pero puede V.S asegurar a los pueblos que los enemigos no estarán en ellos, sino en tránsito, que por consiguiente pueden los vecinos o esconderse o negarles los recursos u hostilizarlos fomentando la deserción de sus tropas, ocultándoles los soldados en las marchas y en fin haciéndoles cuanto daño puedan”.

Lo mismo había ordenado al general Miller desde Sirca a poco más de un mes de la batalla de Ayacucho el 3 de noviembre de 1824: “…Tome Usted la pena de activar al cacique de Lambrana para que mande aquí las papas y el maíz que quedaron a su cargo. Sobre todo que se remitan en el día unas suelas que quedaron en casa del cura, que son más de 50 o más.” Léase los Archivos de Sucre, compilados por Vicente Lecuna tomo VI. Haciendo un cálculo reservado de 250 gramos de comida diarios para 5.000 combatientes son cerca de 1.250 kilos diarios de alimentos, al mes eran 37.500 kilos de comida para las tropas patriotas, cada carga diaria eran 13 mulas un arreo, en cada traslado.

Por un lado estas cartas revelan la consideración que tenían los líderes de los pueblos originarios ante la presencia del Ejército Libertador, por otro lado la proveeduría logística que no se limitaba a la alimentación de miles de soldados combatientes, sino a elementos logísticos como los cueros para la aperos, correas y calzados para la tropa libertadora y finalmente un elemento indiciario que fue la relación de los curas de los pueblos asociados a las actividades insurreccionales patriotas contra la Monarquía Española.

Antonio José de Sucre, prevenido por el Libertador en la experiencia de Anzoátegui y a pesar de su resistencia a desarrollar la campaña hacia Perú, cuando realizó los cálculos previos, tácticas y estratagemas para triunfar en Ayacucho tenía 29 años. Pero ya sabía por recomendación del Libertador que con un ejército popular los triunfos estarían garantizados, y agrego, la doctrina y la ética política y militar patriota bolivariana, una lección que trasciende hasta hoy y con ímpetu y espíritu revolucionaria bolivariano y transformador aunque suena a pleonasmo es la perspectiva futura de los pueblos en su lucha permanente por la emancipación social y política.

Desde Bogotá el Vicepresidente de Colombia Francisco de Paula Santander hizo lo posible para neutralizar el avance del Ejercito Libertador sobre el sur del continente con los veteranos incansables guyaneses del gigante Orinoco, los costeños del norte que junto a los llaneros sabaneros del centro, oriente y sur de Venezuela, del Casanare, los neogranadinos invencibles, es decir un ejército de ejércitos remontó la cordillera Andina, eran gladiadores de la libertad que por obra de un grupito de diputados manipulados por el Vicepresidente mediante ley decretaron la derogación de la jefatura del Ejército Libertador a Simón Bolívar el 6 de julio de 1824.

Sucre describió la situación en una carta al Coronel Vicente Aguirre desde Chalhuanca el 8 de octubre de 1824: “…los diputados de Quito han sido tan morosos o más que los de Venezuela en ir al Congreso y he la razón. Los diputados de Nueva Granada que con el menor número han dejado sus provincias intactas, si no, vea Usted la ley.- De Quito solo fueron los diputados de Riobamba que tenía intereses en la división. No quieren sacrificar unos días de reposos y vea Vd, las consecuencias…”Léase Antonio José de Sucre, Archivo de Sucre, tomo IV

Hay quienes señalan que fue un asunto de envidias y no sé qué otro argumento para tan injustificada decisión justo cuando se estaba decidiendo el destino político del continente. Bolívar y sus jóvenes oficiales lo sabían igual que conocían la razón, el ímpetu moral y la fuerza de un ejército que tenían un empuje avasallador a pesar de que para el momento cuantitativamente estaba en desventajas numérica para los 10 mil soldados realistas pero cualitativamente eran iluminados moralmente por las centellas de las victorias que habían logrado desde la Campaña de Guayana en 1817 y por sus capacidades técnicas y operativas.

Sobre todo porque fue un ejército de 5 mil soldados con apoyo logístico popular, la motivación política ideológica que inspiraba al Libertador y no hay que olvidarlo la capacidad de ingenio político estratégico militar del cuerpo de mando que seleccionó Sucre que a su vez fue el conferido por Simón Bolívar como Jefe Supremo de aquella Campaña a pesar de los nombramientos. Bolívar delegó en Sucre tan alta responsabilidad, quien en principio tuvo resistencia a esta designación para no entrar en contradicciones con el Congreso y la bagatela de diputados que usando un argumento intrascendente motivaron aquella ley que mediaba para descalificar a Bolívar como Presidente de Colombia y Dictador del Perú, tal y como había sido nombrado.

El Libertador no pensaba en “paisitos” ni como “dictadorcito”, creía en una gran confederación que pudiera medirse con la Santa Alianza o con los Imperios (Gran Bretaña, España y Portugal, dígase hoy Brasil) y las amenazas ciertas como la de Estados Unidos, que para entonces ya estaba poniendo en práctica diplomacias de intrigas para colocarse en ventajas con los territorios estratégicos y recursos de la América Meridional.

Germán Arciniega, destacado intelectual colombiano, describió con precisión otra característica del asunto cualitativo del momento: “Sin estar presente físicamente Bolívar, su nombre lo llevaba cada soldado de la república en la carga que iba a dar. Sucre y Córdova pelearon por su Libertador con la misma pasión que lo hacía por Colombia. Podría decirse que la presencia física del Libertador sobraba. Que lo que espantaba a los españoles era el nombre mismo de Bolívar”. El autor exagera al señalar que Bolívar sobraba, lo que le competía y sobraba era su capacidad táctica y estratégica para empujar el objetivo final: expulsar a los realistas del continente y a la vez controlar las diatribas menores que no por menores eran importantes considerar. Al final triunfo la razón con la fuerza de la dignidad

Aldemaro Barrios Romero.

 

 


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