Historia viva | Ayacucho después de Ayacucho
11/12/2024.- El Ejército Libertador, Simón Bolívar y la generación de líderes libertadores a la cabeza de Antonio José de Sucre representaban obstáculos para los negocios de los nuevos aspirantes del dominio territorial en América meridional.
Pronto los mercaderes de la política ocuparon puestos y espacios para desplegar las tácticas serviles a esos propósitos cuando el enviado por el gobierno de Colombia, el comerciante Manuel Torres, se dirigió al secretario de Estado de Estados Unidos, John Quincy Adams:
[Mi gobierno] espera que, con el reconocimiento de la independencia de Colombia por parte de Estados Unidos, se adicionen tratados de comercio y navegación, sobre la base de la utilidad recíproca y la perfecta igualdad, como el modo más eficaz de fortalecer e incrementar las relaciones de amistad entre las dos repúblicas…
Estados Unidos, en las palabras de John Quincy Adams, aceptó inmediatamente y señaló "no desear ventajas particulares para su comercio". Sin embargo, dejó bien clara una condición: que no se permitiera el otorgamiento de privilegios a otros Estados que no fuera el de ellos.
El resultado victorioso del Ejército Libertador determinó que dichos acuerdos por fin tuvieran concreción en el Tratado de Paz, Amistad, Navegación y Comercio entre Estados Unidos y Colombia, el 3 de octubre de 1824. Tres meses después, la batalla de Ayacucho confirmaba la independencia del sur.
Gran Bretaña, igual que Estados Unidos, siguió de cerca los sucesos derivados del desenlace y destino de la monarquía española sobre los territorios de la América Meridional. Desplegó las pugnas por el dominio marítimo del comercio en el llamado territorio ultramarino. Paradójicamente, fue el jefe de la diplomacia británica, George Canning, quien le recomendó a John Quincy Adams la original idea del dominio de las colonias americanas ante la amenaza de la Santa Alianza sobre estos territorios.
John Quincy Adams, jefe del Departamento de Estado en 1821, recomendó la doctrina que James Monroe anunció en 1823. El artero estratega británico George Canning había encomendado a estos dar a conocer que una intervención de potencias europeas en América contra las colonias sería considerada por EE. UU. como una agresión contra ellos mismos (Acosta, 2017).
Antes de 1821, las relaciones oficiales de Estados Unidos con las fuerzas independentistas de la América Meridional estaban limitadas por las propias autoridades norteñas, en tanto habían hecho compromisos con las autoridades monárquicas de España a través del tratado Adams-Onis. Luis Onis, embajador español en Estados Unidos, y John Quincy Adams, jefe de Departamento de Estado, firmaron un tratado que tardó cinco años (1817-1821) de dilatada espera por los españoles para que fuera firmado y casi inmediatamente derogado.
El apoyo marítimo desde Estados Unidos a la independencia del sur vino precisamente de factores navieros privados de los puertos de Maryland, como Baltimore. Estos eran hostigados por el gobierno de EE. UU. a través de amenazas, multas y confiscaciones, entre otras medidas de presión, para evitar el zarpe de corsarios a favor de los independentistas, tanto en el Caribe como al sur.
El triunfo de la Campaña del Sur con la victoria de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824, dio las claves para un nuevo relacionamiento con los Estados Unidos. Ciertamente, se inició un proceso de reconocimiento oficial que vino de la mano de comerciantes propietarios colombianos metidos a la diplomacia, por un lado, y, por el otro, Estados Unidos impuso medidas arancelarias proteccionistas que los favorecían para evitar que los productos suramericanos inundaran su mercado, especialmente el de las harinas y el del algodón.
El Libertador guardó sus reservas con relación a Estados Unidos y sus motivaciones expansionistas y veía con catalejos favorables la relación con Gran Bretaña. Era una posición contraria a la del vicepresidente Santander, quien favorecía de manera expresa la "protección" de los norteamericanos, no obstante las muestras claramente favorables al llamado "libre comercio" que impuso el gobierno de Estados Unidos en aquel primer tratado, finalmente firmado con aranceles a los productos del sur y facilidades para la exportación de manufacturas industriales del norte.
Luego de la muerte del diplomático colombiano Manuel Torres en 1822 y ante el avance de las tropas patriotas del sur, correspondió a Pedro Gual representar a Colombia ante el diplomático estadounidense Richard Clough Anderson para firmar ese primer tratado de manera inefable el 3 de octubre de 1824.
Las Navidades de 1824 serían celebradas por los patriotas en medio de un proceso de paz turbia, de vientos del sur que traerían de retorno, aparte de aquel Ejército Libertador, las cenizas volátiles de una guerra que daba inicio al tiempo republicano en América del Sur y un nuevo relacionamiento con el norte.
Aldemaro Barrios Romero