Vitrina de nimiedades | Siempre podemos hacerlo más difícil
14/12/2024.- Diciembre sin metas es como un pesebre sin reyes magos, o eso nos venden las narrativas convencionales. Abundarán por estos días recomendaciones para manifestar, visualizar, planificar o proyectar aquello que deseamos o buscamos mejorar. A muchos se nos antojará volver la eficacia nuestra nueva filosofía de vida, una promesa que rápidamente caerá en el foso del fracaso por una elemental razón: nuestra capacidad para volver las cosas más difíciles.
No hablamos de la complejidad como forma de construir y abordar el mundo, un asunto estudiado desde la filosofía. Enredarse la vida no es sinónimo de semejante visión del pensamiento. Nos referimos a todos aquellos preconceptos que nos hacen confundir creatividad, perspicacia y perfeccionismo con el proceder fatigoso y engorroso. Gracias a ellos, sentimos que nuestro cerebro se vuelve una tapia ante explicaciones que parecen sacadas de una obra cómica del siglo pasado, nos sentimos incapaces ante exigencias que jamás esperamos escuchar o nos asumimos perdedores ante un laberinto que solo puede haber diseñado quien le busca la quinta (o la décima) pata al gato. Es el enredo y el caos del hombre para el hombre.
No sabemos si llamarle habilidad, manía o designio del destino, pero algo en una buena parte de quienes habitamos este mundo está hecho para arruinar lo fácil. En algunos casos, es un tema instintivo, una fuerza interna nos arrastra a dificultar una salida familiar, una receta de cocina o simplemente sumarle 55 minutos a una reunión que bien podía durar cinco minutos. Si es sencillo, entonces, no nos sirve. En otros casos, simplemente prima nuestra incomprensión ante asuntos primarios, que preferimos enmascarar agregando unas capas más de dificultad.
Detrás de ese formulario que podría ser más simple o esta explicación traída de los cabellos parece esconderse algo más: la imagen muy bien vendida de lo complicado como filtro social. No hay nada más sabroso que decir “Hice lo que el resto no pudo”, recibir un “¿Cómo?” y poder responder: “Nada, eso es fácil. No hay que complicarse”. Nadie quiere pasar por inepto, y eso aplica de forma inversa. Tampoco se admite la facilidad. Si yo puedo con lo difícil, tú también podrás (o tendrás que intentarlo).
Causaría gracia si no fuera porque esa forma de mirar al mundo siempre ha estado en la casa, la escuela, el trabajo y las relaciones personales, por no hablar de aquellos espacios donde se juega el futuro de la humanidad. Pero, por ahora, si se va a meter en la onda de metas, piénselo dos veces si quiere proponerse hacer inmanejable lo fácil. A lo mejor, el autoengaño puede ser peor: siempre podremos
Rosa E. Pellegrino