Psicosoma | Resoluciones e ilusiones
¡Ah! Déjame soñar entre azucenas…
Félix Armando Núñez
07/01/2025.- La certidumbre, imaginación e ilusión nos llevan al juego de abrir y cerrar ciclos. No importa si somos conscientes ante los cambios que las luces producen en el entorno y la psiquis, solo sé del brillo y del ardiente crepitar de bombillos rojos y verdes que se encienden en los hogares, avenidas, regiones y países. Es una especie de locura empática, con autocríticas blancas y celestes.
Atraídos por el mundo navideño y de fin de año, se sueltan las travesuras de los comelotodo, amalotodo y besalotodo, que se hartan en rondas festivas. Recordemos una estrofa de "Las Uvas del Tiempo": “Esta es la noche en que todos se ponen / en los ojos la venda / para olvidar que hay alguien cerrando un libro / para no ver la periódica liquidación de cuentas / donde van las partidas al haber de la muerte / por lo que viene y por lo que se queda, / porque lo que sufrimos se ha perdido / y lo gozado ayer es una pérdida” (Andrés Eloy Blanco).
Los cuerpos idos nos hablan. Nos recuerdan vestimentas, con sus corbatas de pajaritas de miche o lengua de vaca, casimires, chaquetas o abrigos de oso polar, y el olor de ollas repletas de hallacas, pan de jamón, pavo, asado negro, ensalada de gallina, ponche, vinos y champaña. Brindamos con las clásicas Uvas del Tiempo del poeta cumanés Andrés Eloy Blanco. Con cada campanada comemos una uva en deseo, promesa, oración o petición al nuevo 2025. Mediante ese ritual, las familias en cada punto del planeta brindan por la vida.
Las buenas nuevas del compartir en una cena íntima de velas nos llevan al silencio. Casi inmóvil, absorta en un tiempo espacio infantil, me veo en brazos de mi padre Darío, que me despierta con su inmensa risa a la esperanza de más ganas de vivir, amando cada nanosegundo. Han pasado 525.600 minutos y vienen nuevos minutos y meses que se nos brindan y adentran en la sangre. Así creamos el tiempo; somos tiempo y posibilitamos con los deseos y acciones levantar los imposibles.
La maravillosa infancia se nos desata y alumbra o al menos deja fluir a la niña o al niño herido que se trasmuta en curioso juguetón y perdura desde la Nochebuena hasta el nacimiento del nuevo año.
Por supuesto, estamos conscientes de las guerras, del cambio climático, del renacer neofascista, del ultraderechismo, del mundo al revés con psicópatas al poder, los femicidios y el consumismo, pero nada apaga el ritual y la ilusión de estar alegres con diferentes cultos e idiomas, ya sean católicos, ortodoxos, musulmanes, judíos o budistas. En cada hogar, encendemos fuego, amor y nos conectamos al abrazarnos. Sentimos esos instantes eternos, que quizá permanecerán en los recuerdos o se borrarán, pero insistimos con más luces y drones que dibujan los cielos de esperanza, con el telón de fondo del miedo masivo a la destrucción civilizatoria.
En la mesa, en silencio, pedimos a las diosas y los dioses que no se nos mueran los sueños. Saltan las preguntas: ¿qué recuerdo de mi primera Navidad? ¿Cómo era la mesa navideña y la del año nuevo? Algunas respuestas están en el álbum familiar.
Hoy arrasa la inmediatez de las fotos digitales y los videos. Todavía persiste la magia de las imágenes, aunque el atropello visual nos encandila y la comunicación superficial campea. Así, vamos, chicos y grandes, por los regalos, los juegos de mesa, empinamos el codo y poco escuchamos… Me encanta repetir la frase de mirarme a los ojos de frente y con la zurda brindar con la copa, "al centro y pa'dentro".
Escucho un "feliz año" de Andrés, que viene de trabajar y trae queque de almendras. Le comparto un té verde. ¡Es tan joven y gentil! Disfrutamos veladas poéticas con Pat y luego retornamos a la normalidad, a la rutina, la disciplina de horarios, psicoterapias, talleres, lectoescrituras, el gimnasio, la creación literaria, la comunicación constante con nosotros mismos y el agradecer por todos los eventos que pasamos y seguimos con más ímpetu.
"El paraíso nos sueña y fluyen sus encantos".
Rosa Anca