Punto y seguimos | BookTok y Bookstagram
Donde parecer lector es más importante que serlo
14/01/2025.-
Redes y libros, una relación compleja
Se conoce como BookTok una línea de videos en la plataforma TikTok dedicados a los libros, mientras que se le llama Bookstagram a aquellas cuentas de Instagram dedicadas a lo mismo. Si bien para los amantes de la literatura esto, inicialmente, supone un buen indicio que sirve para "poner de moda" aquello de leer, que bastante perdido que estaba a nivel masivo, con las generaciones más jóvenes abocadas a placeres mucho menos intelectuales, lo cierto es que no ha resultado tan así.
BookTok tuvo su despegue en 2020, en plena pandemia, cuando la cuarentena global hizo que muchas personas volvieran a los libros (o los descubrieran) como pasatiempo, interés y, los más sortarios, pasión. El asunto es que, aunque se viralizaron por el mundo cuentas de usuarios recomendando libros y mostrando bibliotecas, y, según estudios (por ejemplo, de la Asociación de Editores de Alemania), esto incidió en que la generación Z haya conocido y se haya acercado a las librerías gracias a BookTok; existe otro lado del fenómeno, asociado a la cultura capitalista actual, donde la pretensión, la rapidez y el consumo desaforado sin espacio para procesos cognitivos profundos desvirtúa la lectura y lo que asociamos a ella (libros como formato, literatura como arte).
Así las cosas, en estas plataformas y también en YouTube (booktubers), abundan las cuentas del ámbito del libro (ojo que no literario) donde es más bien raro encontrar análisis e introducción al público de literatura con L mayúscula. El aumento de lecturas y de ventas de libros asociadas a las redes sociales es de libros de consumo rápido, generalmente de romance joven o adulto, fantasía romántica y erótica vinculada a los dos anteriores. La mayoría de ellos suele usar siempre los mismos tropos (enemigos a amantes, amigos a amantes, etc.), tener historias sumamente sencillas, con personajes clichés de muy poca profundidad, un lenguaje básico y escaso e incluso un pobre manejo de las técnicas literarias.
Este hecho ha reflotado la vieja discusión de "intelectualismo" "elitismo" y "clasismo" asociados a los lectores de "clásicos" y a propiciar la simplificación del acto de leer, disfrazado de un supuesto respeto por la ignorancia y "los gustos" de cualquiera. Decía Isaac Asimov en un famoso ensayo breve titulado "el culto a la ignorancia" (1980) que: "El antiintelectualismo ha sido esa constante que ha ido permeando nuestra vida política y cultural, amparado por la falsa premisa de que democracia quiere decir que 'mi ignorancia vale tanto como tu saber'". Aunque el escritor se refería a la sociedad estadounidense, bien podría aplicarse a nuestro mundo globalizado. La proliferación de estos nichos dedicados a libros en las redes sociales lo demuestra.
Hace meses se viralizó una conocida booktoker que se quejaba de que un libro era muy largo, con demasiadas palabras juntas y párrafos extensos. "¡¿Qué demonios es esto?!", se preguntaba enardecida, lo que la llevó a una catarata de críticas y a una discusión en comentarios donde muchas personas argumentaban cosas como: te pueden gustar los libros y no leer; es perfectamente válido adquirir y presumir de una estética literaria (aesthetic) sin leer ni una página de nada; leer romance picante no te hace lector, y cosas por el estilo. Efectivamente, está de moda parecer lector, pero muy poca gente está dispuesta a dedicar el tiempo que leer requiere.
Leer es un proceso lento, y aunque amar los libros como objeto sí que es válido, hay una desvalorización del acto que más importa: el de leer como actividad intelectual placentera, puesto que en el fondo quienes sí leen siguen siendo considerados nerds, "raritos", "aburridos", "creídos", "sabiondos", etc. La cultura de libros en redes deja por fuera el punto más relevante que es que leer requiere esfuerzo, tiempo y atención; cosas que la cultura actual resigna y suprime a favor de productos audiovisuales rápidos, que no se fijan en la memoria y que han creado una población incapaz de fijar su atención durante períodos de más de un minuto.
Curiosamente, en esas mismas redes existe la discusión sobre si BookTok mató la literatura. Aunque probablemente no podamos decir que sí, es verdad que gracias a esas plataformas hay toda una oda al pretender ser lector introspectivo, pensativo y poseedor de bibliotecas enormes; y de darle vida a influencers que sin leer (se promueve la lectura saltando párrafos, por ejemplo), sirven como promotores de ventas de fastbooks, que son el corazón actual del negocio editorial.
Mariel Carrillo García