Palabras... | La insumisión consentida
16/01/2025.- Para ser Sum Sun Verdi, habremos de transformarnos en insumistas conscientes, consumiendo selectivamente espiritualidad universal, para preparar la soledad con sabiduría colectiva en nuestro mundo interior. Sin embargo, si no estás en la capacidad de sacar el tiempo necesario para localizar en tu estructura mental la esclavitud sistémica imperial, de lo cual aún no has hecho conciencia, todavía no has llegado a la fiesta del despertar. Hasta que no estemos convencidos de separarnos sistémicamente para andar juntos, en el momento del descuido circular de la reiteración de la ansiedad donde nos perturba el olvido originario interior, todavía no habremos comenzado la travesía, pero no la de la libertad, sino la de la liberación del espacio y tiempo vertical, para poder acceder a la soledad política.
Prepararse para salir del Estado profundo, del sistema imperial global (SIG), es comenzar a adentrarse en la construcción de la soledad colectiva, base militante de la reconstrucción del sistema interior donde ha de constituirse la visual íntima para salir al mundo especie a sembrar la consanguinidad comunal. Es una consistencia dirigida a saber andar juntos sensiblemente como partícula del universo que somos y hemos negado antropocéntricamente.
Ignorar te permite seguir vivo, pero no llegas al fondo del coraje, a los argumentos necesarios en la preparación para transformar los métodos de lucha ya vencidos. Además, para poder avanzar en la idea de otro mundo posible desde lo originario, sin tanta alienación tecnológica, entendiendo que la soledad política es más fuerte que el odio, lo gregario y el poder de la ignominia.
No se pugna por ser perfectos en el blanco, porque no es necesario para esta batalla interior circular, pero sí por ser consecuente dondequiera que vayas, y en cualquier lugar donde te abandone lo económico, dejándote el camino solo a ti.
Supongamos que Dios ya se ha instalado globalmente en este mundo, pero el universo es otra génesis inconmensurable, solo que la persigue la misma plaga de la ambición. Tantas etiquetas sobre Dios confunden el sufrimiento, pero es ley también allí en el mercadeo de la oferta y la demanda. Amamos tanto al yo que no deseamos sujetarlo a lo divino, porque el ego nunca estará satisfecho. Por eso, siempre vive en estado de insatisfacción, alimentando el mercado insensible del sufrimiento económico como parte de esa misma ley.
La paz se altera con la domesticación. El no domesticar es uno de los componentes esenciales de vivir en paz, aunque esto no significa liberarse de ser esclavo. El desapego no es indiferencia. La meta de la vida es el camino y trascender la preocupación de la muerte. La realidad es una, el resto es proyección sobre la interpretación de ese constructo. El espejo frente al que te peinas eres tú, pero no te peinas dentro del espejo. El crecimiento de nuestra conciencia no lo sabemos, porque es inconsciente cuando sucede, y no es que cambien las cosas por el hecho mismo de que tenemos conciencia. El universo se expande cada día, pero nosotros no, debido a que no se trata de que todo lo que pase en el mundo pase en uno de la misma manera. Sería andar insomne por la existencia.
Hay que blindarse en nuestra esencia, no en la mente. Ante el padecer y el afecto del sigilo podemos ser la paz, pero algo ajeno nos va volviendo a la guerra mientras sigamos afuera como mercancía. El sufrimiento es un sentimiento y esos sentimientos no son opcionales, pero la tristeza la pones tú cuando te mueres.
Hay algo cultural y determinado en la personalidad que no ha sido capaz de indagar en la negación y superarla, que nos condiciona a vivir la vida en la opción del fracaso cuando ponemos el hombro para que el poder suba la escalera. Hay emociones que regresan y se acuestan en la cama como si fuesen actuales. Resulta que son problemas no resueltos del pasado. Es necesario identificar los fantasmas de la herida, ver lo que insisten en informarnos de la cicatriz. Identificar las trampas de los cuerpos venidas de la mercancía es crucial para desvanecerlas con un adiós al estamento.
Cuando la vida es dirigida por la ansiedad desde la industria de la carencia puesta en el futuro, tienes que parar, porque ya estás entrando al abismo. Deja caer el cristal de lo que falsamente identificas como base de tu identidad, fluyendo en el plan de trabar tu función de vida, y no oirás grito alguno.
Hay cosas que creímos bellas por su contundencia inconsciente, por su azar de rosas, pero es fatal creer en ellas debido a su origen económico. Se acostumbran a nuestro abrazo oxigenante, pero siguen apareciendo para dirigir nuestras vidas, aún violentadas e inanimadas, como si todavía fueran parte del repertorio de nuestras creencias. También existen hechos del pasado que se vuelven un tatuaje doloroso y los pegamos en la carne como una propaganda del recuerdo, y cuando empezamos a sentirnos bien nos resaltan que no tenemos derecho al sentimiento del agrado. Sientes como piensas, con sus inquilinos insatisfechos, pero se trata de aumentar la construcción espiritual, la excitación meditada. No hay que enfrentarlos, sino dejarlos solos con su gregarismo tarifado, tasajeando la mente que los asocia. Crezcamos en lo íntimo para vivir, con mayúscula, hasta develar el enemigo mayor, que cae sabiendo usar la soledad política como nuevo método de lucha.
La paz interior de la especie es la base de la paz del mundo cuando el mundo ande en paz, no porque guardas distancia por respeto del otro. Avanzar en lo intracultural, proyectándonos en el paso, lejos del entuerto, va limpiando el escozor, a la vez que lo sustituye con sabiduría de origen.
Respondemos más por compulsión que por convicción. Los ojos para percibir reverencian la contemplación, donde no llega la ciencia. Hay mucha ansiedad en el mundo que nos polariza y nos transfiere responsabilidad y preocupación ajena. En carencia, no vivimos para nuestro propósito, sino para nuestras necesidades creadas. Poner los deseos al servicio del reconocimiento vuelve dualidad el propósito. Ergo, deseos en apariencia se solapan como futuro. El instinto es pariente de la naturaleza, la intuición, una acepción poética al margen de lo racional. ¿A qué otra profundidad sensible aspiramos, si no es a estos elementos del método integral, de lo que estamos hechos de origen?
La historia que dolorosamente se repite informa de la enfermedad psíquica oculta en quien la vuelve a vivir. Alguna astilla hace el trabajo de la leña. Cualquier chispa, viruta o explosión cuántica alerta tu condición de esclavo moderno.
Ya hemos convivido con el monstruo y sabemos cómo se ha reproducido dentro de nosotros. No tiene razón quedarse en él, a menos que ya seamos el desentrañamiento de vida que disfruta el malestar de la estafa.
La decisión es acumular sabiduría sana fuera de la enfermedad, para crear la fortaleza y las condiciones objetivas y subjetivas que permitan salirse del SIG, hasta insistir deformar en nosotros los tiempos y espacios habituados del malsano apego económico. Siendo respetuosos con nuestra energía interior, debemos dar el salto hacia nosotros mismos, para que reconstruyamos, hilando con la energía personal, el puente roto de la continuidad originaria de sentirnos especie. Lograr consentirnos nuevamente como sanguíneos cósmicos es encontrar un eslabón oculto.
Atentos a que nos vamos llevando atados por la costumbre al mismo lugar y tiempo verticales donde hemos vivido pereciendo, al sitio en proyecto. La batalla será en el mundo interior. Nuestra arma será la soledad política, la soledad colectiva, blindada con sabia originaria, estudio de la soledad, del mundo interior y el espacio del universo en expansión.
Carlos Angulo