Letra fría | ¡Se me perdió la cartera!
17/01/2025.- Una de las canciones que me fascinó en mi juventud fue La cartera, de Arsenio Rodríguez, el Ciego Maravilloso, interpretada por Junior González y la orquesta de Lawrence Ira Kahn-Sherman, nombre verdadero de quien era conocido como Larry Harlow, alias el Judío Maravilloso. Este tema regresa a mi "rocola" imaginaria, esa misma que todos llevamos por dentro, a raíz de la declaración de la señora Machado sobre su presunta detención y secuestro por parte de las autoridades. También evoqué el recuerdo de otro supuesto atentado, ocurrido hace algunos años, en el 23 de Enero, cuando la pillaron hablando por teléfono con su mamá, alertándola de que no se preocupara por lo que iban a decir en la radio acerca de unos disparos que habrían impactado la camioneta en que se trasladaba por la populosa urbanización.
Confieso que mi dedicación al bolero, el ron, la salsa y el latin jazz me llevó, en cierto momento, a decidir dejar de escribir sobre política. Aún siento que me llegan facturas por haber dicho, por mampuesto, que Farruco era un "hijo de puta" (palabras de Macky Arenas, no mías). "Por mampuesto" es la táctica de quienes no osan responsabilizarse de sus acciones o de quienes no quieren que se les vea la oreja, que también sirve para incluirlos en el primer grupo. Yo, simplemente, defendí a nuestro ministro de Cultura de entonces, acusado de apartheid por un grupete de intelectuales, encabezados por mi querido amigo, el difunto Pablo Antillano —mi muy querido amigo, quiero recalcar—, y la no tan amiga Bélgica Rodríguez, entre otros. En mi defensa del funcionario, no dejé de mencionar que era un corrupto y mal poeta, pero prefiero no entrar en detalles. En el último sorbo de ron, se me ocurrió cerrar el artículo recordando al general norteamericano que, refiriéndose a Tacho Somoza, le dijo a Roosevelt: "Pero, presidente, ¡es un hijo de puta!". El presidente respondió: "Sí, es un hijo de puta, ¡pero es nuestro hijo de puta!".
Valga, pues, este burdo incidente de la señora Machado para volver a las andadas. Lo primero que se me ocurriría aconsejarle sería la letra de Arsenio en la voz de Junior González:
Voy a ver a una santera
o a buscar un buen brujero.
Ayer boté la cartera
y perdí los espejuelos.
(…)
Eso que una espiritista
me mandó un baño de plantas
con ajo de mano santa
y gotas de agua bendita.
Sin embargo, ni me molesté en hacerlo —tampoco tenía cómo—, porque, a todas luces, se veían los hilos de un nuevo falso positivo. Como dice el refrán, la mentira tiene las patas muy cortas y la verdad terminaría imponiéndose.
Ciertamente, así ocurrió este lunes 13, cuando apresaron en un conocido hotel capitalino, en bermudas decoradas con la bandera norteamericana, al supuesto escolta herido, en el bulo de la falsa detención.
Roalmi Alberto Cabeza, cédula V-18.021.776, según la dirigente opositora, había sido herido de bala por las fuerzas del orden durante las movilizaciones del 9 de enero de 2025. Al ser detenido en un conocido hotel de la Gran Caracas, Venezuela, manifestó que se encontraba "en resguardo", por orden de la ciudadana María Corina Machado. ¿Y adivinen qué? Apareció la fulana carterita azul, que ella le había dado a guardar, la que contenía, por cierto, su celular.
Como siempre, terminará pagando el más pendejo, que será presentado ante los organismos de justicia por los delitos de asociación para delinquir y simulación de hecho punible con el objetivo de generar zozobra en el país.
Si se hiciera la radiografía de las fake news, veríamos que le dieron la primicia a la periodista Carla Angola, en una publicación en la red social X, donde afirmaba, con toda la seguridad del mundo, que la señora Machado había sido supuestamente "detenida" por las fuerzas policiales del Estado. Inmediatamente, las redes y medios de comunicación de la derecha armaron tremenda alharaca y presidentes de países escandalizados por la supuesta detención y secuestro protestaron severamente contra el gobierno. Sin embargo, lo que no quedó claro fue si esto último estaba orquestado o si los agarraron por inocentes, para que pareciera más real. Lo cierto del caso es que fue una buena jugada por el tiempo que duró, pero fatal porque, tarde o temprano, la verdad iba a salir a flote.
Todo pareciera indicar que había un plan A, si no asistía mucha gente, lo que realmente ocurrió, y debemos suponer que el francotirador, apostado en una azotea por ellos mismos, era el plan B, para dispararle —en el mejor estilo del señor Trump cuando le rozaron la oreja en un mitin— si se abarrotaban los puntos de encuentro, lo que obviamente no pasó.
¡Boto tierrita y no juego más! Me devuelvo con mis rones y boleros. ¡No va más!
Humberto Márquez