Vitrina de nimiedades | La ingenua ilusión de libertad
25/01/2025.- Si algo nos ha vendido Hollywood es un orgullo que no nos pertenece, una idea de futuro y un horizonte de expectativas marcado por una libertad que solo se consigue —o eso dicen— en los 9.8 millones de kilómetros cuadrados que abarcan los Estados Unidos. Suena imponente (su industria cultural nos ha taladrado esa idea de grandeza en nuestras cabezas) hasta que uno comienza a leer los análisis sobre la sed de venganza que comenzó a saciar Donald Trump tras su juramentación como presidente, escoltado ahora por el dueño de una de las grandes plataformas sociales de Occidente, Elon Musk, y con la venia de otros propietarios de empresas dominantes en el mundo digital.
Visto así, queda claro que ninguna de las conversaciones triviales que inundan los entornos digitales sobre el sombrero azul de Melania Trump, el futuro político de Barron, el hijo menor del presidente estadounidense, o los supuestos errores de protocolo durante la toma de posesión pretenden vendernos una imagen de decadencia. Con otros códigos y relatos, nos hacen partícipes de un diálogo que busca replicar una imagen de grandeza, dominio y control, reñida con los estándares vendidos hasta en la peor película de factura gringa.
Este diálogo ocurre en un espacio de disputa política que también nos ofrece una falsa percepción de libertad: las redes sociales con sello occidental, que hoy le dan su "bendición" al mismo hombre que fue expulsado de Twitter hace cuatro años. ¿Quién pensaría que era el tiempo suficiente para que la plataforma cambiara de dueño? ¿Quién sospechaba que Musk, el nuevo propietario de esa red, sería aliado de aquel célebre usuario, de vuelta en la Casa Blanca? ¿Quién puede dudar ahora de las resurrecciones digitales?
Ese cuadro no estaría completo sin ver el giro de tuerca que Mark Zuckerberg, el cofundador de Meta, le dio a su posición frente al actual presidente de Estados Unidos. Nada parece quedar de aquel empresario que, tras el asalto al Capitolio en 2021, suspendió las cuentas de Trump en Facebook por "incitar a la insurrección violenta contra un gobierno elegido democráticamente". También bastaron cuatro años y unos cuantos comentarios públicos intransigentes, para que el empresario adoptara políticas similares a las aplicadas en X, acusara de censura al presidente saliente, Joe Biden, y terminara al lado de Jeff Bezos y Elon Musk, aplaudiendo a Trump el 20 de enero.
Como el vértigo no es suficiente, la trivialidad opaca los problemas que plantea para el mundo el segundo mandato de Trump. En menos de veinticuatro horas, él convirtió varias de sus amenazas en acciones concretas. La guerra frontal contra los migrantes, los afanes expansionistas, el uso de la "meritocracia" como herramienta excluyente y sus amenazas al sur global pasan agachadas en distintas plataformas. Gracias a los algoritmos, los dramas de muchos sectores se verán en las pantallas de pocos.
Los asistentes de inteligencia artificial también se cuidan. Ante preguntas como "¿qué se puede esperar de Donald Trump en su segundo mandato?", herramientas como Perplexity optan por compilar publicaciones de distintos medios, bajo el viejo truco de "no lo digo yo, lo dicen ellos". Otras, como Gemini, arrojan respuestas de este tipo: "Ahora mismo no puedo ayudarte con respuestas sobre elecciones y personajes políticos. Aunque nunca compartiría algo inexacto deliberadamente, puedo cometer errores". La ingenua ilusión de libertad siempre llega lejos.
Rosa E. Pellegrino