Tinte polisémico | Plan de la Patria, IA y educación
07/02/2025.- En el Plan de la Patria de las 7T, rumbo al 2030, como plan de desarrollo económico y social, se encuentran formulados los objetivos y las políticas de Estado para el sexenio presidencial 2025-2030. Al revisar el marco legal, se identifica de forma explícita la correlación con los objetivos de desarrollo sustentable 2030 (ODS 2030) del Sistema de Naciones Unidas.
La Agenda Mundial de Educación 2030, a cargo de la Unesco, como organización especializada de Naciones Unidas, tiene asignado el ODS 4 como objetivo específico, orientado a la erradicación de la pobreza, a garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y a promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos.
En este marco de la planificación y en el contexto de nuestra realidad y especificidad como nación del sur global, debemos considerar una realidad incontrovertible: nos encontramos inmersos e influidos por el avance incontenible de las tecnologías de la información y las telecomunicaciones (TIC).
Así, la evolución y los avances de la informática y de las ciencias de la computación se materializan hoy, en particular, en el campo de lo que se denomina, tecnológicamente, inteligencia artificial (IA).
La IA es el diseño de máquinas o sistemas que imitan (simulan) funciones cognitivas propias de las personas, tales como percibir, procesar, analizar, organizar, anticipar, interactuar, resolver problemas y, ahora, crear. Se traduce en la capacidad de un sistema para interpretar datos, utilizarlos para el logro de objetivos y adelantar acciones que maximizan las posibilidades de éxito en una tarea específica.
Son innumerables las áreas y disciplinas donde se aplica: salud, comunicación, cultura, conocimiento, información, transporte, seguridad, economía, ciencia y educación, y, sorprendentemente, en muchos casos, en la toma de decisiones cotidianas.
No deberíamos pensar en la IA al concebir sus usos y aplicaciones sin preguntarnos cómo fue diseñada y cómo funciona. Ninguna tecnología es neutra ni ajena a las necesidades, intereses, cosmovisiones, cultura y valores de quienes las producen y formulan. Se requiere analizar la dimensión axiológica de sus algoritmos, su particular forma de clasificar, etiquetar y analizar la realidad, los criterios y las premisas con que arrojan sus resultados y conclusiones, así como las categorizaciones que presentan, pues encierran valores, enfoques y perspectivas en el estudio de los fenómenos.
Por mencionar un ejemplo, está la personalización que arrojan los algoritmos y sistemas de IA al crear burbujas digitales, que son los universos conformados por los resultados personalizados que reciben los usuarios cuando navegan en internet y que responden exclusivamente a sus gustos, motivaciones y objetivos. Las burbujas se oponen a la idea de diversidad; se basan en perspectivas restringidas. En una burbuja, las personas allí imbuidas solo reciben un limitado tipo de información, noticias, entre otros, lo que proporciona aristas y dimensiones empobrecidas sobre un determinado hecho o proceso.
Al circunscribirnos en el análisis, acotándolo al ámbito de lo educativo, debemos considerar que los fenómenos sociales están cada vez más interrelacionados y responsabilizar a una única variable, actor o dimensión es simplificar el problema e ignorar la complejidad de los contextos.
Existe el riesgo de caer en un determinismo tecnológico, al pensar el vínculo entre los dispositivos (tecnologías) y las personas como una relación causa-efecto. Es preciso una política pública y una escuela que forme a los docentes y a los alumnos para que puedan ser ciudadanos digitales.
Muy distante de cualquier neutralidad, los patrones de diseño de los sistemas de la IA pueden afectar por sus sesgos implícitos la toma de decisiones en variados y múltiples campos.
Ilustremos lo anterior con el caso de una clase acá en nuestro país, en algún centro universitario: un profesor asigna la tarea de preparar un trabajo consistente en un resumen mediante una investigación bibliográfica, para que los cursantes obtengan una perspectiva de la evolución de las escuelas teóricas de la administración y sus principales autores, resaltando los aportes más significativos y las críticas a sus postulados y supuestos teóricos.
Tengamos todos la seguridad de que los cursantes recurrirán a alguno de los programas informáticos siguientes: ChatGPT, Copilot, Elicit, Consensus, DeepL o cualquier otro, y le presentarán al profesor un impecable trabajo de investigación.
Cabe preguntarse entonces:
- ¿Se logró alcanzar el objetivo pedagógico, que consistía en que los docentes realizaran un análisis crítico del marco teórico administrativo existente?
- ¿Podrá luego el docente evaluar el desempeño de los alumnos en la realización de la pesquisa de cada material, su lectura y el análisis e interpretación particular para esquematizar, preparar la redacción del informe y presentar el resumen requerido que implicaba la asignación, cuando ya sabemos que esas actividades cognitivas las realizó íntegramente un ordenador?
- ¿Contó el ordenador con los criterios de búsquedas no sesgados, con las bases de datos adecuadas en cuanto a la cualidad de la totalidad de la información pertinente y a la multiplicidad de autores y perspectivas, para garantizar obtener respuestas no excluyentes, con criterios no parcializados o interesados en cómo se concibe la disciplina administrativa como tecnología de conducción organizacional?
El desafío no consiste en ignorar o prohibir la IA, que es una realidad, sino en ser mejores que ella, al analizarla, evaluarla y llevar a cabo aquello que la IA no puede ejecutar.
Debemos evitar que los alumnos realicen los trabajos que pueden hacer los robots. Se trata de apelar al pensamiento crítico, la imaginación, la curiosidad y la creatividad. Se deberá avanzar en nuevas metodologías de evaluación. La educación deberá cambiar, centrarse en lo que la IA no puede abordar. Así, el reto se orientará a fortalecer las competencias reflexivas, basándose en el trabajo en equipo, la empatía, la ética, la comunicación y la participación. La IA no puede ser incorporada solo de forma instrumental; necesita de reflexión y cuestionamiento. No se deberá privilegiar la memoria, la copia, la acumulación. Se debe potenciar el análisis, el debate y la pertinencia en el estudio de nuestra realidad, a pesar de la brecha digital entre norte, sur y oriente globales.
Héctor Eduardo Aponte Díaz
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