Retina | Come gorgojos
10/02/2025.- La vida en pobreza tiene como componente la experiencia de la humillación. A veces puede ser tan potente este factor que hay quien se propone como objetivo de vida “salir del barrio”. No es casual que en idioma castellano parezca normal decir “pobre, pero honrado”, dando como hecho una relación entre pobreza y delincuencia.
La humillación que ejerce la élite se logra mediante el monopolio de la riqueza y, también, del capital cultural. La “meritocracia” funciona en este esquema como una suerte de justificación para la discriminación de vastos sectores sociales.
La élite venezolana, en su estructura cultural, practica y teoriza un clasismo y racismo “simpático”, en el que los pobres aparecen como flojos, irresponsables, temperamentales, divertidos y hasta creativos, pero, sobre todo, son asumidos como personas que viven en condiciones de discriminación porque no tienen la inteligencia ni la disciplina para cambiar su situación social.
No es un discurso secreto. Durante años esa percepción clasista y de apariencia condescendiente ha imperado en el mundo de la cultura, la educación y el entretenimiento.
Es por ello que el empeño en “salir del barrio” puede tener como escalón la formación universitaria. “Me quemé las pestañas”, es decir, obtuve un título educativo, se usa en ocasiones como elemento que justifica el acceso a algunos privilegios, entre ellos el privilegio de que su opinión sea valorada como la acertada o la de mayor peso.
No debe sorprendernos que en nuestro país, que ha realizado la proeza de masificar y municipalizar la educación universitaria, haya personas que todavía crean que un título universitario las hace más importantes cuando lo que deberían asumir es que su compromiso con nuestra sociedad es ahora más grande.
En el intento de escapar a la discriminación, hay quien asume una estrategia mimética, es decir, cree que pensar como la élite lo hace ser más inteligente. Supone que asumir el discurso de la élite les hace ya parte de ella.
Este hecho demuestra la necesidad de adquirir herramientas de pensamiento crítico y abstracto. Desde hace años, los sistemas educativos redujeron los componentes humanísticos de su carga académica. La realidad no es tan generosa como frecuentemente pensamos. Incluso lo que vemos puede no ser cierto. Se requiere abstracción y capacidad crítica para acercarnos más a lo real.
Hoy es importante recordarlo, en plena batalla cultural y moral contra el fascismo, porque el fascismo explota exactamente la carencia de este tipo de herramientas al proponer un esquema muy sencillo, del bien contra el mal, en el cual el mal está representado por millones de personas que supuestamente no trabajan, no son honestos, no son educados y tienen demasiados privilegios del Gobierno.
Este discurso se nota con toda claridad en la supuesta superioridad moral en la que viven. Dicen no ser “come gorgojos”, pero apoyan a los ladrones que han robado 31 mil millones de dólares de los recursos de Venezuela, más 3 mil quinientos millones de dólares del Gobierno de Estados Unidos.
Freddy Fernández
@filoyborde