Araña feminista | Ana María Campos: historia y mito

10/02/2025.- Poco se reconoce el papel de las mujeres en la historia y aún menos sus aportes a la liberación y emancipación. Su participación en las luchas independentistas siempre ha sido reseñada a través de unas pocas heroínas, sin ver que fueron muchas quienes acompañaron la gesta de la libertad latinoamericana tanto en las batallas, como rabonas o troperas, como empuñando armas, y otras más como espías, transmisoras de correos patriotas, abriendo sus salones para el encuentro político y las conspiraciones, donando joyas y otros bienes para la causa, y aún más, manteniendo sus hogares y familias en medio de las mayores dificultades. Con el pensamiento, la pluma y la palabra también estuvieron presentes. Hoy comenzamos una serie de artículos que pretenden hacer visible a toda la multitud de mujeres que en nuestra historia han aportado y ampliado el horizonte en distintas épocas de nuestro país y continente.

Ana María Campos (1796-1828) es historia y es mito; a través de relatos orales llegó la afirmación de su voluntad independentista. Nacida en los Puertos de Altagracia, Zulia, no solamente abrazó las ideas independentistas, sino que abrió su casa para reuniones patriotas y conspiraciones. Su educación –como la de todas las mujeres de su época– fue escasa, centrada en las virtudes del hogar, pero, aun así, asumió las ideas ilustradas de igualdad y libertad.

En 1822, el militar español Francisco Tomás Morales se apodera de la Provincia de Maracaibo con gran violencia y crueldad. Ana María tenía 27 años de edad, contra esta ocupación fue organizadora y partícipe de las reuniones clandestinas que realizaban para planificar el ataque y la erradicación del poder español en tierras marabinas. En una de estas reuniones clandestinas dijo: “Si Morales no capitula, monda”, expresando con sus palabras que si no se hacía efectiva la capitulación, el jefe realista debía perecer. Esta afirmación se convirtió en el lema de toda la población, y como pólvora encendida recorrió toda la región zuliana, no faltando quien la llevara hasta los oídos de Morales, quien había montado una red de espías.

Rápidamente, fue apresada y llevada ante Morales, quien la condenó a la flagelación pública. Ana María Campos iba montada en un asno, semidesnuda, bajo el inclemente sol zuliano y con los azotes del látigo fuerte del africano Valentín Aguirre, quien después de cada azote le preguntaba que si se quería disculpar, a lo que ella respondía en voz alta: "Si no capitula, monda". Su cuerpo maltratado sin aliento fue entregado a la familia. Ana María no logró recuperarse de esto y murió cinco años después. El ser mujer no la libró del castigo, sino que fue más fuertemente disciplinario porque sus acciones no solamente rompían con el statu quo político, también irrumpían contra la sujeción de género.

Afirma Jesús Enrique Lossada que, desde ese momento, el valor de Ana María Campos sirvió de impulso para fortalecer la resistencia y finalmente expulsar las fuerzas realistas. Y también perduró en la memoria popular como ejemplo de mujer valiente, que se entregó a la causa justa de la independencia. Sus acciones rompieron el lugar estereotipado y limitante que la sociedad de la época inculcaba a las mujeres.

Debido a tantos maltratos, tiempo después, nuestra heroína muere, pero antes recibió la satisfacción de ver sus aspiraciones de libertad cumplidas cuando Morales firma su capitulación, después de haber sido derrotado en la Batalla Naval del Lago de Maracaibo.

 

Alba Carosio

 

 

 


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