Psicosoma | Candelabro de Paracas 

Para Angelina y Brayan

 

11/02/2025.- Se le llama Tridente, Candelabro, Antorcha, la Cruz del Sur o Cruz de los Navegantes y sus símbolos y significados difieren en grandes ambigüedades. No hay certezas, solo aproximaciones a teorías contrastantes. Impera el misterio, los mitos y las creencias que me recuerdan el juego en los "mares de huesos" o las "cunas de cementerios" que a veces se remecían y arrojaban dedos o momias, o los huequitos que eran respiraderos de cuevas dentro de las cuales había ruinas de casas antiguas. Decía mi padre que debíamos pedir permiso para entrar y dar gracias al salir de las tierras y ríos, así como cuando brindábamos por los difuntos tomando chicha de jora de maíz o tres buches de agua marina de mamayacu, en mi amada Pampachiri de Apurímac. Aquí, en la bahía de Paracas, en la reserva natural creada el 25 de septiembre de 1975, de 335 mil hectáreas, de las cuales 217 mil son de agua marina y el resto de tierra firme, se encuentra el geoglifo imponente, solo visible desde el océano Pacífico, a veinte kilómetros de la costa.

Viajamos desde Lima al sur durante cuatro horas por la autopista Panamericana, al son del viento marino y los mares azules con neblinas, en medio de recuerdos infantiles de todas las playas, desde la casa hasta León Dormido. Venían nombres u oraciones de pueblos de Chilca, con los baños de lagunas salobres en Chincha, con las damajuanas de vino tinto casero, en conversas con Janeth, Brayan, Josué, Angie y Luisiana.

Vimos cadenas de montañas de arena y luego llegamos a la costa norte peninsular de Paracas, provincia y bahía de Pisco, del departamento de Ica, con la alegría del descubrimiento.

Son inevitables los trámites para el ingreso al puerto Chaco, para navegar en una lancha a motor con el capitán y las orientaciones de Javier, que supervisa los chalecos y da las instrucciones respectivas. Vamos absortos, cada uno con su cámara en mano. Yo olvidé usarla en la primera entrada o parada del viaje al contemplar el Tridente mágico. Su poste principal es de ciento ochenta y tres metros de largo, las columnas laterales tienen sesenta metros de ancho, con una profundidad de un metro a metro veinte en los surcos, un rectángulo de base de veinte por catorce metros y una antigüedad de dos mil quinientos años. Lo confirman las pruebas de la arqueóloga Maria Reiche, "maestra de las pampas", y el investigador arqueólogo de las culturas paracas y nazca, Julio C. Tello.

Eres una realidad, Tridente, de las fuerzas oceánicas, de aires y tormentas espirituales, del agua viva chamánica y curandera de sanación e ida a otras vidas. No solo eres Shiva, Neptuno y Poseidón; eres el portal que disuelve y devuelve de los fardos funerarios en posición fetal al principio de nuevos renacimientos. ¿Cómo es posible mirar tus ojos, abrazos y perderme en vos, pasar, seguir, mientras mantienes los puentes del ser y eres perenne?

Estás ahí, incólume, sin borrar, por efecto de la dirección del viento y el agua marina que hicieron posible una gruesa capa cristalina que mantiene tu presencia.

Nada somos, Apu Qun Tiqsi Wiraqucha, con el padre Kon del viento y la lluvia. La nada nos navega el alma al unirse con la Pachamama en el beso infinito y salvaje de las arenas con el mar de vientos de Paracas. Entrar y salir de los reinos vegetal, animal y mineral del posible símbolo del tridente o ritual religioso.

El investigador e ingeniero egipcio Robert Bauval dice que esos dos brazos orientaban la situación estelar de la constelación de Orión. También señalaban a los antiguos pescadores peruanos la costa o identificaban el Candelabro con la Cruz del Sur, que indicaba el polo austral a los antiguos marinos de esos lares de Paracas. No hay que olvidar la provocadora interrogante del posible inicio de las líneas de Nazca, de la cultura preincaica…

Las culturas de Chavín y de Moche tenían comunicación e influencia con la de Paracas. Esta última cultura fue la de los primeros cirujanos del cerebro con la trepanación craneal mediante la obsidiana, el tumi o bisturí de oro y cobre e injertos de oro, plata y piedras preciosas en personas con tumores y dolores de cabeza o los dementes. Igualmente, trabajaban una forma de ortopedia en las cabezas para el alargamiento, que le daba prestancia a la clase noble y dominante. Decía esto porque utilizaban narcóticos de mescalinas y del cactus de san Pedro, cuyo uso era común para los curanderos del norte y de Chavín.

La farmacología ancestral paracas e inca son madres de la ciencia médica con la ayahuasca, la achuma y la misha. Lo percibí al ingresar a la reserva y ver la semejanza entre el cactus y el signo psi de la psiquiatría. Bien sea por las reflexiones o la curiosidad como motivación para investigar, debemos aprender algo de nuestras milenarias culturas, que nos acercan a revernos con más comprensión. Que el "viento fuerte al sur de Pisco" y la "lluvia de arena" nos sacudan e iluminen ante la inminencia del calentamiento global.

 

Rosa Anca


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