Al derecho y al revés | No olviden el Tren del Interinato
12/02/2025.- Escuchando al segundo de a bordo en el gobierno de los Estados Unidos —y me refiero a Elon Musk—, uno pensaría que en ese país se avecina una revolución, lo cual, tomando muchas distancias, puede ser cierto…
El creador de ese Frankenstein de cuatro ruedas llamado Tesla señala que en el gobierno yanqui hay muchas agencias ocupadas del mismo problema y que, como todas, han de ser consultadas antes de poner una solución en marcha. Pasa el tiempo y nada se arregla.
¡Santa Cachucha! Uno que pensaba que en ese país no solo no hay problemas, sino que, de surgir alguno, se solucionará en un santiamén.
Siguiendo con Elon Musk, ese señor insiste —y posiblemente tenga razón— en que hay demasiados empleados públicos que, para colmo, trabajan poco y a desgano.
La solución de Trump y Musk es entonces obvia: si los Estados Unidos están quebrados por no poder pagar la inmensa deuda que como gobierno tienen, toca echar de sus empleos a quienes son los pagaplatos; mejor si los despedidos son del partido opositor, que son los demócratas.
Sin embargo, las cosas en estas dos semanas de "revolución" trumpista no son tan claras y más bien parecen sacadas de una opereta si el ciudadano del saludo nazi —y me refiero de nuevo a Elon Musk— no anduviese acabando con las instituciones de la democracia yanqui para llevar a cabo un plan que desde antes de la pandemia ya lo habían pergeñado los nuevos ricos de internet, ¡que han dejado en pañales a los que se hicieron muy ricos inventando cachivaches útiles para el género humano!
Cachivaches que se impusieron en el mundo no solo por útiles, sino muchas veces apoyados en la ventaja que le dieron el colonialismo inhumano y la fuerza bruta a los países europeos y a Estados Unidos.
Trump, Musk y otros superbillonarios tienen claro cuáles son los adversarios que deben sacar del juego para apoderarse del mundo.
Uno es China, e incluso Rusia, a la que quieren dividir en cuatro toletes para debilitarla, pero para llegar a semejante despropósito antes, estos cuates tienen que mantener el poderío militar yanqui, que hoy día ni se justifica ni es garantía de nada en tiempos de drones y multipolaridad.
Por eso, para ellos es mejor botar empleados que cerrar siquiera diez de las más de cien bases militares que los gringos tienen a lo largo del mundo.
Los otros enemigos de estos aspirantes a dictadores del mundo son los Estados nacionales cuando están presididos por políticos humanitarios, que buscan mejores soluciones antes de licenciar, injustamente —en la mayoría de los casos—, empleados que no son billonarios, sino gente común como somos la inmensa mayoría.
A esos billonarios más bien les aumentan los contratos, como sucede con Musk.
Esto que comparto con mis lectores es el trasfondo. En primer plano, hay otro teatro donde engañan y crean monstruos inexistentes para ocultar las barrabasadas de sus compinches.
Por ejemplo, inflan al llamado Tren de Aragua, a ver si así a los venezolanos se nos olvidan los robos del Tren del Interinato.
Obvio que el Tren de Aragua apareció y proliferó cuando, por equivocaciones mayúsculas, se dejó que los pranes mandaran en las cárceles. Sin embargo, cuando las sanciones impidieron que mi país pudiese vivir con cierta holgura merced al petróleo, no solo incitaron desde los medios golpistas a que emigraran buenos trabajadores venezolanos, sino también prostitutas y malandros.
Los que salieron a trabajar lo siguen haciendo. Los delincuentes, en cambio, se fueron a lo suyo, porque es mejor robar en países más prósperos.
Así, en EE. UU., Chile y el Perú, sobre todo, crearon la leyenda negra del Tren de Aragua, que ahora Trump aprovecha en su entrompe contra los hispanos.
Lo hace sin contemplar la verdad: ya han salido familiares y vecinos de compatriotas que el abuso de Trump manda a Guantánamo —la cárcel donde tienen presos sin derechos humanos desde hace más de veinte años— a protestar, demandando justicia a favor de gente normal, no delincuentes, capturados en redadas cuando se dirigían al trabajo.
Por eso, el Estado venezolano está obligado a bregar justicia para esos compatriotas, pero también a exigir que a los miembros del Tren del Interinato se les deporte para que paguen aquí lo que nos han hecho.
Que Guaidó, López, Borges, Ledezma, Vecchio y otros sean regresados, desde donde sea a Venezuela, presos, para dar ejemplo.
Y que los y las similares que se han quedado aquí en nuestra ciudad —basta de celestinaje— sean inhabilitados, porque la Asamblea no puede ser hogar de enemigos de la patria.
Domingo Alberto Rangel