Templanza económica | Bukele abandona el bitcoin
¿Conveniencia o fracaso?
13/02/2025.- El Salvador le retiró la condición de moneda de curso legal al bitcoin. Nayib Bukele pactó con el FMI esta rectificación, cuya importancia no está en la cuantía de las transacciones financieras de la economía del Pulgarcito de América, recordando al poeta Roque Dalton. El impacto está en haber sido el primer país en tomar un criptoactivo como moneda de curso legal y revertir la medida en señal de fracaso de ese esquema. Ha de reconocerse la conveniencia de regresar al esquema financiero multilateral, porque El Salvador debe recibir, a cambio, un préstamo por 1700 millones de USD de parte del FMI. Se abandona oportunamente un mecanismo fracasado en su diseño y con un costo social alto por su implementación. Según cifras del mismo FMI, el costo de adoptar el bitcoin asciende al 1% del PIB salvadoreño, mientras los ingresos de las operaciones realizadas en bitcoin, sumadas a las remesas compensadas mediante el fideicomiso creado en el Banco de Desarrollo de El Salvador —Bandesal— son apenas el 0,25% del PIB. La temeraria decisión presidencial tuvo una vigencia de menos de cuatro años.
Mantener conviviendo un criptoactivo al lado del dólar en el sistema financiero de una de las economías más pequeñas del continente es equivalente a rematar doblemente la soberanía monetaria de esa nación. En 2001, en medio de la larga y oscura noche neoliberal, una moneda foránea, el dólar, sustituyó al colón, signo monetario soberano creado en 1892 y vigente hasta entonces. Tomar el bitcoin como segunda moneda de curso legal hizo perder de nuevo la soberanía monetaria, entendida como la capacidad de emitir dinero por parte del banco central. El país que toma para sí la moneda de otro Estado entrega una gran parte de las herramientas de política macroeconómica al criterio del país emisor de dicha moneda. Esa facultad, en el caso del dólar, le corresponde a los Estados Unidos. Mas, en lo relativo a criptoactivos como el bitcoin, caracterizado por tener solo dos de las cualidades de una moneda —ser unidad de cuenta y unidad de cambio— carece de la más importante de las cualidades de una moneda: su fortaleza, ser reserva de valor, por cuanto la volatilidad del criptoactivo lo acerca más a un bono que a una moneda, al fluctuar de manera aleatoria. Además, el bitcoin es emitido no se sabe dónde ni por quién. La soberanía de esa pseudomoneda radica en los predios de una corporación oculta bajo el pseudónimo Satoshi Nakamoto.
Es oportuno citar a Lenin, quien, en 1916, publicó El imperialismo, fase superior del capitalismo, una obra del pensamiento marxista donde se describe la tendencia cada vez mayor a la concentración del capital financiero en conjunción con el capital industrial. Se forman corporaciones, trusts y monopolios tan poderosos que se ponen encima de los Estados nacionales. Las corporaciones dominan territorios y convierten en vasallos a sus trabajadores y a sus clientes. En la actualidad, muestran un conjunto de criptoactivos como si fuesen monedas propias emitidas descentralizadamente. Es un escalón adicional en la última fase del moribundo capitalismo.
El primer país en intentar someter la emisión de su moneda a un dispositivo descentralizado, solapado en la maraña virtual, ha mostrado el camino de la "fase superior" señalada por Lenin. En ella, los Estados nación son traspasados por las corporaciones que deciden los asuntos propios de la rutina de los países más pequeños en materia financiera o, simplemente, los que se entregan a ellas, como el caso de Irfaan Ali en Guyana. Lo que hace Milei en Argentina va en el mismo sentido; igual lo hace el propio Trump, cuando acepta la sugerencia de Elon Musk para la designación de un turista espacial como próximo director de la NASA.
Wernher von Braun, desde la recóndita paila del infierno donde lo aloja el demonio de las corporaciones, tal vez está mirando con preocupación el destino de la carrera interplanetaria, si la dirección la asume el señor Elon Musk, típico representante de las corporaciones acostumbradas a poner y quitar gobiernos, como ese mismo señor reconoció al confesar su participación en el golpe en Bolivia, donde derrocaron al presidente Evo Morales por el afán del litio.
Marcial Arenas