Palabras... | Del amor y otros síntomas                

                Amo solo para no separarme.

13/02/2025.- Casi científicamente se concluye que el amor convencional y su día mercantil responden a los intereses consumistas de un sistema capital. USAndo para el análisis argumentos extraídos de la propia miseria sentimentaloide del sistema, del dios como dinero, que lo irradia, lo publicita y lo revende.

Ese constructo pasional, al que le fue asignado definición Occidental, sigue siendo inexistente a la historia antigua y al alfabeto de lo originario. Asociado a lo comercial y al paradigma de la felicidad económica y sus dolencias, no cesa de fracasar, según dejan entrever los índices estadísticos impresionantes, relativos al 90%. Alejándolo en términos inalcanzables, en cuanto a vivenciar los sentimientos de la hermosa sencillez, que no desdice de lo profundo del amor de los Corintios, casi sacado de otro mundo por hacer: comprensivo y servicial, justo y sincero, soportando sin límites, y confiando similar, pero extraño a un contexto imposible para la existencia, sin que ese mundo prójimo, que proyecta en movimiento y no estancado, sea ajeno a los dolores.

De ciertas vivencias deduje que pudimos haber encontrado a alguien que nos amara más por menos, menos por más o menos por menos, pero quizás jamás un amor de más por más económicamente. Preferimos inventar fuera del corazón para suponerse victorioso. Siguiendo con afán las señales de la sangre más cercana, pero a destiempo, intentando comprarlo todo al saberse perdido. A veces oímos música en solitario buscando el amor propio, porque facilita los recuerdos que vivimos sin costo alguno. Qué se le va hacer, a lo hecho pecho, debería decir el fin de esta historia.

Es muy improbable conseguir un mortal ileso de esta compañía anónima, sujeta y dependiente de un buen mercado semanal, una vistosa pasarela de moda y un hábitat condicionado a un punto cardinal donde se asienta la alcurnia. Pero que aún cumpliendo con estas condiciones objetivas no da la talla a las exigencias subjetivas, hipersensibles y contrarrutinarias como si esa posibilidad de acertar estuviese en otra parte fuera de la cerca y no exclusivamente en el sueño personal, influenciado por la normativa cotidiana.

Tal vez virgen estemos todavía de lograr experimentar ese perfil glorioso, debido a toda esa cofradía material con que se intenta sostener, abatiendo el incontenible misterio de la más bella y natural de las pasiones humanas, estigmatizada con nombre imperial Roma, al leerse el amor alrevés.

Geniales fracasados en estas lides hay citados en la historia, como si el arte y la ciencia no congeniaran con la tradición de amarse, de vivir juntos, de sentirse agraciadamente enamorado, sin temor a dejar la dependencia casi obligatoria de las claves sistémicas.

Sigmund Freud conoció por primera vez en 1882 a Martha Bernays. 60 días bastaron para comprometerse. Allí se percató, que el incipiente salario sería un problema para su futuro matrimonio, porque ya se sabía que amor con hambre no dura. Estaría cuatro años sin su amada, mientras en el Hospital General de Viena se preparaba como médico, lo que posibilitaría un mejor sueldo. Freud cargaba el anillo de bodas en una caja de fósforos hasta que lo llevó a Hamburgo donde le propuso matrimonio, por supuesto luego de graduarse como médico. En la cubierta de la caja de fósforos estaba escrito un poema de la antología de poemas populares alemanes Des Knaban Wunderhon (El cuerno mágico de los jóvenes). Tiempo después, en sus análisis psicoanalíticos concluía, que en los enamoramientos al inicio, hay un gran sentir romántico, pero se comienza a descuidar a partir de que la amada se convierte en esposa y madre. Incluyendo algo así como que la mujer estaba hecha para estar en la casa y reproducir la especie a costa del milagro del amor. Igual, a pesar de tanto análisis no pudo evitar en los intringulis de la relación, vivir sus tormentos y aprensiones. Algo no tan raro como bien lo sentenciaba Carl Jung “El amor es una de las grandes potencias del destino que se extienden desde el cielo hasta el infierno”. Para la posteridad dejó escrito Freud:“Cuando uno no tiene lo que quiere, uno debe querer lo que uno tiene”, “Las emociones no expresadas nunca morirán. Están enterradas vivas y aparecerán más tarde de maneras más desagradables”,“Existen dos maneras de ser feliz en esta vida, una es hacerse el idiota y la otra serlo”. Decía Freud, que los hombres siempre habían temido al poder secreto y aterrador poseído por las mujeres, no estando listos para emanciparse de él. En 1921 en Psicología de las masas y análisis del yo, explica que en el estado de enamoramiento, el enamorado, cree de manera casi que ciego y se somete al otro de la pareja, porque se fascina con él y esto lo lleva incluso a borrarse como sujeto y sacrificar su propio deseo.

Alma Mahler la compositora y editora austriaca de carácter apasionado, que defendió su autonomía por encima de todo, esposa con 22 años menos, del compositor de música clásica Gustavo Mahler, quien se casó con ella en 1902 a los cuatro meses de haberla conocido, y sin nunca haber tenido experiencia de vida privada. Mahler sufrió una crisis casi fatal, que tuvo que acudir al diván de Sigmund Freud, cuando se percató que su esposa en 1910, llevaba una relación amorosa extramarital.

Camille Claudel murió el 19 de octubre de 1943, a la edad de setenta y ocho años. Después de tanto insistente enamoramiento, Auguste Rodin dejó una porción de mujeres despechadas, entre ellas Claudel, llevándose por delante la genialidad de una artista a la que decepcionó su vida, imposibilitándole desarrollar su extraordinario talento, y privando al mundo de lo que pudiera haber sido su magistral obra.

Josefina de Beauharnais, nació y vivió en la Martinica (Antillas Menores) hasta que en 1780 contrajo matrimonio en París con Alejandro de Beauharnais. A fines de 1783, se separó de su esposo. Gracias a sus conexiones sociales conoció a Napoleón Bonaparte, con quien contrajo matrimonio en 1796, dos años después de que su primer esposo fuera guillotinado. En 1810, por no poder concebir un hijo heredero a Napoleón, la pareja se divorció. Napoleón, 6 años más joven estaba locamente enamorado de Josefina. Por la razón de no poder tener hijos, y no por el hecho de que ella saliera con otros hombres, incluso estando casada con Napoleón, fue repudiada en ese contexto. Josefina muere en 1814, al fin vanagloriada por los franceses, quienes la llamaban l'bonne Josephine (Josefina, la buena).Una vez separados, nunca dejaron de amarse.

Separarse requiere una enorme fortaleza, porque genera una cuantiosa densidad de emociones encontradas, entre ellas la celotipia de la ausencia. Echar mano a la imaginación para indagar y suponer con quién anda el otro, si duerme solitario, si baila y sufre o es todo olvido el padecer. Repensarse mirando la luna llena, el horizonte tal vez hecho un mar de nostalgia y conmoción, requiere de una decision irreversible, puesto que es situarse al borde del abismo. De volver no sabemos nada, pero si de haberse encontrado. La imaginación vuela pero solo deja rastro cuando sueña, y en estos casos angustia cuando despierta.

Saint Exupery el autor de El Principito vivió un tormentoso amor con la salvadorena Consuelo Suncín. Investigaciones dejan expreso que El Principito es la expresión de ese conflicto. A pesar de esa inconsistente relación nunca se divorciaron, aunque se intuye que anduvieron más solos que acompañados.

La libertad pareciera confundirse con la liberación en estos campos de la práctica amorosa, como si el amor intransigente quisiera poseer la totalidad: el tiempo, el dominio, las normativas de la convivencia y hasta el salario. Todo en virtud de la interiología, esa carencia de estudio del mundo interior, que conduce a los más altos estadios de la negación.

De ahí, que cuando se termina una relación inmediatamente y por carecer de una consistente conformación intracultural se orilla al pie de la muerte, sintiendo que algo apreta el pecho y niega respirar. Quizás sea por naturaleza emocional como ciertos estudios concluyen, o por ser incapaz de soledarse, de haber bebido de esa fuente de saberes interiores llamada soledad. Y no es más que el rostro de la depresión, que se hace cargo de las emociones, dando respuestas al descuido de arriesgar perderse en la repetición.

El desajuste de la calma, más preciso la decepción amorosa, produce el taxado Síndrome del Corazón Roto, padecimiento científicamente instituído con el nombre de cardiopatía de Takotsubo. Síntomas interpretados como ataque cardíaco, pero pudiera ser una ansiedad limite desencadenada por la depresión, instalada seguidamente de alguna desmedida emocionalidad, un rompimiento amoroso. Se estima que un 6% no pueden superar la desolación y salen de este mundo.

Por esta razón en México, millones de personas sufren de este abrupto emocional. Aunque argumentan, que es incierto morir de amor, hay mas probabilidades de infarto, al anormalizarse el sistema inmunológico en agotamiento, debilidad y profunda negación asociada a la torpeza del suicidio, una situación que ronda el trastorno mental, sin dejar de lado la ridiculez. Cifras oficiales dicen que el 15% de los adultos mexicanos, unas 12 millones de personas, padecen este estrés emotivo, asociado al duelo de un ser querido, y desencadenado y restregado por la terapéutica de una ranchera oída desde una rockola, en el consultorio psicológico devenido en bar de vida o muerte.

Esta afección, por una parte le quita peso al cuerpo sobre la tierra que pisas. Y por el otro va debilitando la energía que hace la vida siempre joven, porque envejece es el cuerpo sin salud cuando por miedo se extingue un deseo que era vital, que traumatiza volver a amar. Sobre todo cuando se desata el pensamiento de una quimera, que te hace creer en una claridad oculta detrás de la sombra, que te proyecta con hermosura hasta el fondo de lo que sueñas. Pero no haces más que salir del rincón de donde se inauguró la espera atravesando el puente que da al vértice del verdadero lado oscuro de la luna, a soltar lo que no funcionó en la distancia íntima. Todo mientras el espejismo hace su trabajo, dando tiempo para sacar las últimas cenizas que den con el instante de zafarse. Ya no de vaciar del agobio, sino de esfumarse como un globo que encuentra la espina por donde irse a vivir de otra conjetura, que no sea adular otra vez un destino natural, preconcebido de hecho.

El compulsivo adiós no garantiza equilibrio al regresar, por lo incorrecto de volver como si no hubiese pasado nada. Y se vuelve, si fuese posible medir la profundidad interna del dolor moral, cuando dando vuelta al universo, alcanza y toca por la espalda la puerta trasera del susto de la vida, pero no bastamos el tiempo de la luz para alumbrar tanta oscuridad. Además, ya sería un distinto amor, una dualidad insistente por igual en fracasar al estar muy contaminado con las contradicciones inconscientes que ya demostraron su efectividad. El compendio de todo este sufrimiento tal vez siga teniendo existencia, debido a la reiteración del miedo y a la carencia de sabiduría interior, que seguirá trastocando con historia similar, la respuesta repetida en el nidal de las decisiones.

Nadie en estos ámbitos del agrado sabe a conciencia, el cuarto oscuro donde se mete, la duda causada por el compromiso, la responsabilidad y la irresoluble fatalidad de crear dolores capaces de abatirte, desmayarte de sufrimiento, por confabularse por amor. Es decir, a cambio de un sentimiento supremo capaz de hacerte sentir rey, cielo, centro del universo, estrella consustanciada con el vivir amorando aunque sea por instantes, o de a ratos sin preveer caer fugaz. Pero perder esa cómoda estancia integral que se pavonea por los pasadizos secretos de la intimidad, no es fácil sobrevivirla. Andar enamorado por la vida de otro y casi no por la vida de uno mismo, también da pie a estos incendios de la fatalidad. Especialmente andando en ese girar del tira y encoge de amar y desarmar, acertar y fracasar. Alegrarse de vez en cuando por amor y de pronto derribarse en el infortunio del despecho, desgarra de a una por una las penas cervicales. Entendiendo que el despecho no es más que un amor que va en el féretro, pero que al tercer día inicia la descomposición de cualquier humanidad.

Después de 15 años he mirado estos amores. Los veo igual como cuando aquella vez juntamos esos sentimientos, excepto con un poco más de años, pero sin las mismas cosas materiales hechas recuerdos que sostienen de un hilo las relaciones. De todos esos amores con quien más duré, fue con el que menos tuvimos donde caer muertos, y aceleramos el final de pareja cuando decidimos estar más cómodos, surtiéndonos de lo que suponíamos favorecería la estabilidad. No digo la barbaridad, de que es así lo que hay que hacer, igual me iba muriendo de dolor por la densidad y profundidad con que se vivió. No se si el amor es una enfermedad emocional, uno de los más intensos sentimientos propios de la adicción, que pase lo que pase se muere por volver a él, así sea para hacer el ridículo, a dejarse someter, a tocarlo todo con la mayor de las cursilerías. Volver como a toda adicción, aunque sea para volverse a ir, pero devolverse, como dice el verso, es más lejos que seguir. Aunque también sabemos que, la luz es la mayor prisa del universo pero jamás podrá alcanzar un amor cuando se va.

El universo necesitó millones y millones de años para redondear la tierra y hacerle nido a la vida. Además fue capaz de sintetizar esos millones de años, para que la mujer la recreara en nueve meses. Y pensar que aun ignoramos con la muerte, que dentro de todas esas vidas venían por amor todos los amores posibles para replicar en el mundo, el sueño de haber sido amado universo alguna vez.

                                                                           Tristal

Carlos Angulo 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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