Letra fría | 1796 Speyside

14/02/2025.- Yo había probado un whisky añejado en barricas de ron que me regaló hace unos años mi yerno, Carlos Reyes: The Glenlivet Caribbean Reserve, un exquisito whisky de malta madurado en barricas que previamente se llenaron con ron caribeño. Por eso, fue muy grato cuando me enteré de que Santa Teresa sacó una nueva edición limitada del 1796 con un proceso de maduración adicional en barricas de whisky de Speyside, una de las cinco regiones productoras de whisky de Escocia. No por casualidad, estos whiskies escoceses de malta son destilados en Strathspey, el área alrededor del río Spey en Moray, Badenoch y Strathspey, en el noreste de Escocia. Precisamente, los dos whiskies de malta más vendidos del mundo, The Glenlivet y Glenfiddich, provienen de Speyside.

Una tarde de encuentro a finales del 2023, en casa de mi difunto amigo, el artista plástico Daniel González, con Esther y Daniela, viuda e hija respectivamente, me sorprendieron con una hermosa caja que contenía el 1796 Speyside, y por fin lo pude probar. No me la bajé completa por pena; quedaron tres dedos, pero la disfruté en grande. Comprobé las notas de cata de Nancy Duarte y del amigo Néstor Ortega: "Miel de caña de azúcar, cebada malteada, trazas de albaricoque, frutos secos, almendras caramelizadas y un toque de chocolate negro, todo culminando en un final particularmente seco con sutiles notas de pimienta negra". ¡Casi estornudo! Je, je…

La segunda ocasión fue en una barra Santa Teresa del pasillo del aeropuerto internacional de Maiquetía, saliendo a La Habana para mi conferencia en el Festival de Danzón. En compañía de Elena Gil y Leonel Ruiz, cantante y pianista que adornarían mis palabras, el "ronotropismo positivo" al ver la roseta de Santa nos llevó directo a esa barra, muy gentilmente atendida por su propio dueño, que terminó siendo amigo de Alberto Vollmer y creo que de Chuma también. El cuento fue que disfrutamos de su espléndida atención, que incluyó pedirnos la cena a un restaurante amigo y que nos la llevaran hasta la barra. Cerramos con un chato de 1796 Speyside, hasta que salió nuestro vuelo.

Ya en Cuba, en una noche de domingo, invitados al show de Emilia Morales en el Salón de la Fama del Hotel Nacional de La Habana, me llevé una botella de esa ricura de elixir y, con permiso del gentil barman, descorché la botella que me quedaba, y todos fuimos felices. Aunque no comimos perdices, sí supimos disfrutar del show de la bella Emilia, quien con mucha amabilidad me pidió unas palabras, compartiendo con una excelente cantante cubana, Yina Trujillo, más mis compinches Elena Gil y Leonel Ruiz, que fueron sus invitados especiales. De la botella quedaron tres dedos otra vez. Me dio pena con el barman, ¡así que le regalé ese resto al amable señor!

Hay una segunda edición especial, y es el Santa Teresa 1796 finalizado en barricas de café arábica, una colección excepcional para los amantes del ron y el café, como dirían Andrea y Chuma en la hacienda de mis amores. Tuve la dicha de probarlo hoy, gracias a mis benefactores mencionados, y debo confesar que tenía mis dudas. ¿Será que van a envasar un carajillo?, me preguntaba en medio de mi ignorancia o, digamos mejor, falta de imaginación, porque, después de veinticinco años dedicado al ron en cuerpo y alma —más mente, ya que queda en mis labios antes de dormir y sueño con rones—, también me preguntaba: ¿cómo es eso de barricas de café? ¿Será que meten los granos del Café Alcatraz en las barricas? Cuando ya naufragaba, llegó a salvarme la lúcida pluma de diego440 en su página Humo y tabaco, con su brillante nota: "Santa Teresa 1796 Arábica Cask Finish". Me enteré de que ya ellos habían discutido el asunto, precisamente porque no existen barricas de café:

En efecto, son barricas que hay que crear y Santa Teresa lo hizo. Se trata de una especie de cold brew que hacen con café y ron de cuatro años de edad, que es hecho dentro de una barrica y se deja entre seis y ocho meses en ella para que la madera se impregne bien.

Como buenos roneros profesionales, ese contenido lo convierten en Arakú, que es un licor de café, y "la barrica que acaban de vaciar la utilizan para almacenar el Santa Teresa 1796 que ya conocemos y se deja en esa barrica durante tres meses. Posteriormente, se saca de la barrica y se embotella al 46% de alcohol". ¡La propia maravilla, pues!

Ya que nombro Arakú, me viene a la memoria el Rhum Orange, ese licor dulce a base de ron, resultado de la perfecta fusión de los más finos añejos, envejecidos en barricas de roble, y una exquisita y delicada maceración de cáscaras de naranjas. Recuerdo que, en su lanzamiento, le dije a nuestro querido y recordado Magallanes y a los muchachos que me había ido tan bien con mis primeras botellas compartidas con amores de entonces que proponía el eslogan: "Si al quinto trago no le han dado un besito, le devolvemos su dinero". Ja, ja, ja.

Mis antenas roneras sienten en el ambiente que pronto estaré frente a una botella de la que no dejaré ningunos tres dedos, porque me la pienso tomar completica, si Dios y la Divina Providencia lo permiten, y la Santa Teresita del Niño Jesús, como le decía mi hermano Caupolicán Ovalles, nos hace el milagro. ¡Pronto lo estaremos degustando en las rumbagenarias!

Recomiendo que esta noche se lo beba con su amor querido escuchando a Valentina Becerra en 360, y mañana con Elena y Leonel en El Cuchitril.

 

Humberto Márquez


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