Caraqueñidad | Algunas consideraciones acerca del centenario de Julio

Febrero debería ser, todo, el mes del deporte nacional

Atletas, entrenadores, dirigentes y toda aquella persona ligada a la actividad deportiva tienen que actuar con alta moral, tener un buen concepto de lo que es el adversario, ayudar a quien lo necesite, tener en cuenta que el olimpismo es un modo de vida saludable y de mucha calidad, tanto espiritual como mental.

Julio César León Aranguren en Historia Olímpica de Venezuela de Julio Barazarte

 

17/02/2025.- El pasado 2 de febrero, Venezuela y el mundo olímpico apagaron 100 velitas para celebrar el centenario del ciclista trujillano Julio César León, orgullo nacional por ser el primer atleta criollo en participar oficial y gallardamente en unos Juegos Olímpicos.

Entonces, febrero, además de ser el mes de la amistad y el amor, debe ser del deporte venezolano. Punto. Un hecho que requiere la mayor de las fiestas por todo lo que ha implicado para el desarrollo de la actividad del músculo…

“… El deporte es la vena donde corre la sangre más pura. Estoy dispuesto, con lo poco que me queda de vida, a prestar toda mi colaboración para cualquier persona que quiera llegar un poquito más allá de lo que tiene”, expuso el agasajado en el merecido acto que le ofreció el Comité Olímpico Venezolano (COV).

Por su parte, Thomas Bach, presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), expuso: “Nos complace saber que su COV celebra los 100 años de vida del atleta olímpico Julio César León… Un legado vivo para futuras generaciones”.

“Gracias por ser la flecha que abrió los caminos para todos los atletas venezolanos, pero sobre todo para todos nosotros, los amantes de la bicicleta… Este honor lo mereces por cada una de las pedaladas que diste en tu vida, por cada una de las sonrisas que has regalado”, indicó Stefany Hernández, medallista olímpica, Río 2016. 

Estirpe de súper hombres

Uno de sus hijos, su homónimo Julio César, considera que generaciones como la de su padre estaban representadas por verdaderos superhombres que asumían las responsabilidades de ser deportistas élite, enfrentando la notable diferencia entre un profesional y un amateur, muchas veces con formación empírica y autodidacta. Aun así, ya sabemos los performances de estos hombres y mujeres que triunfaron no solo en el complejo mundo del deporte, sino de las artes, la cultura y otras áreas de la cotidianidad.

León hijo, manifiesta orgullo y admiración por su padre, porque, además de deportista al más elevado nivel, debió asumir las riendas de hogar como joven padre y además dar sustento a otros de la familia, y siempre cumplió con todos a cabalidad.

Sin mezquindad alguna, León hijo se refirió a otro grande, don Teo Capriles, quien, como su padre, fue triunfador en diversas áreas del acontecer público de aquella romántica venezolanidad.

“Queda para la historia que mi papá es el primer atleta olímpico venezolano. Pasarán muchos años y nadie puede cambiar que en 1948 fue ese atleta trujillano de 23 años quien abrió las puertas del mundo competitivo olímpico para iniciar las primeras líneas de la historia deportiva del país”, enfatizó.

 

Un mecenas del deporte

“Ayudaba a todo el mundo. Era un mecenas”, recuerda su hijo, quien relató que en las habitaciones debajo del velódromo Teo Capriles, tenía un montón de bicicletas que donaba a quien las fuese requiriendo. Es decir, muchos atletas deben sus inicios y su desarrollo en el ciclismo al espíritu altruista de Julio César León.

Igualmente, colaboró con la gente del motociclismo, otra de las pasiones del pionero olímpico, cuyo vástago fue uno de los beneficiarios para, junto al Negro Vivas –entre otros– poder representar al país en el mundo de los motores a dos ruedas.

¿Debut Olímpico? (Curiosidades del 29 de julio…)

En todas las efemérides deportivas del país se registra el 29 de julio como debut del ciclista Julio César León en los Juegos Olímpicos de Londres 1948. Lo cual es cierto. Pero es erróneo decir que ello marca el debut del país en la magna cita. Casualmente, otro ciclista, el precitado don Teo Capriles –además destacado como excelente tenor–, haciendo uso de la herencia de seis mil bolívares que le dejó una tía, se presentó por modo propio, con su bicicleta en el hombro, a la edición de Berlín 1936. Cita en la que Jesse Owens con sus cuatro medallas doradas le aguó la fiesta al supremacista Adolf Hitler –casualmente ascendido al máximo peldaño del Partido Nazi alemán, un 29 de julio, pero de 1921.

No obstante, Capriles no pudo representar al país, ya que no existía el Comité Olímpico Venezolano, y, por tanto, el temerario calapedista no tenía representación oficial. Funcionaba en el país una suerte de Asociación Deportiva Olímpica –“Hacer deporte es hacer patria”, su eslogan–, sin el debido aval del máximo organismo, el Comité Olímpico Internacional. Todo ello está plasmado en la historia.

Lo que no está registrado es que el debut oficial de Venezuela en una cita olímpica no fue precisamente en una disciplina deportiva, sino en el campo cultural. Recuérdese que los Juegos Olímpicos son la fase final de los ciclos olímpicos –a eso se llama olimpiada, con duración de cuatro años–, en los cuales destacan no solo las habilidades y capacidades atléticas y los aspectos meramente competitivos, sino que involucra aspectos organizativos, gerenciales, de comercialización y culturales, entre otros. Es una fiesta amplia, multidiversa y milmillonaria, sin dudas.

Sucede que en Los Ángeles 32 (Sí, 1932) debutó el venezolano Alberto Egea, pero no como atleta, sino como pintor –no de brocha gorda, sino de bellas artes– en el marco del muy promocionado festival cultural de aquella primera cita norteamericana, donde los organizadores –sufriendo aún los embates de la depresión económica de finales de la década anterior y que precedía el funesto ambiente de la Segunda Guerra Mundial– pretendían botar la casa por la ventana, mostrarse sólidos ante el resto del planeta en la cita deportiva que, como ya hemos dicho, lleva implícita una serie de actividades que trascienden lo netamente competitivo.

Por aquellas cosas del destino –mera curiosidad–, note usted amigo lector, se une la pintura con el olimpismo y con las fechas importantes para el mundo y para Venezuela. ¡Oh, sorpresa!, el 29 de julio, pero de 1890 murió el gran pintor europeo Vincent Van Gogh. Y ocho años más tarde, igual infortunio corrió uno de los más destacados pinceles criollos, Arturo Michelena, quien, también el 29 de julio, pero de 1948 ingresó al Panteón Nacional.

 

La travesía de un León

Hay quienes solo relacionan sus recuerdos y la historia criolla a partir del 29 de julio con el terrible terremoto de Caracas; pues, deben agregar el debut de Julio César León en los Juegos de Londres 48 en las modalidades de 200 metros scratch, velocidad y kilómetro contrarreloj.

Allí León, de 23 años de edad, no solo fungió como atleta, sino como delegado, entrenador y un atípico abanderado, en esta cita que devolvió la acción a los escenarios olímpicos, luego del lógico paro desde Londres 36, debido a la Segunda Guerra Mundial.

“Viajó a Londres en un bombardero. Fueron casi 36 horas de vuelo y se costeó sus gastos. Poseía los medios porque era director de una de las principales industrias de tejidos del país. Cuando arribó a Londres y dijo que era de Venezuela, muchos le preguntaron que en dónde quedaba eso” (Venezuela, Olimpismo y Sociedad, 2005, p.38; edición limitada, editada por el IND en 2005).

Agregamos que ese viaje lo realizó junto a su entrenador en Venezuela, el italiano Allegro Grandi, quien además fue su masajista; y su esposa Carmen Elisa Cubillán, quien de manera improvisada confeccionó, a mano, la bandera nacional para el desfile protocolar ante las multitudes londinenses.

“Lamentablemente el francés Jean Duponi, a la postre ganador de la medalla de oro –en el km/reloj aquel 11 de agosto– me eliminó en los cuartos de final. Al terminar la justa, el embajador de Venezuela en Londres se acercó a saludarme, luego de que me había negado el permiso para portar la bandera nacional”, declaró León en su momento. Valga decir que el 9 de agosto, en las pruebas de velocidad, se impuso el itálico Mario Ghella.

Tiempo después de aquella incursión olímpica, el trujillano-caraqueño viajó a París y en el velódromo de Los Príncipes paró los relojes en 1:08:05 en el kilómetro contrarreloj, marca mundial para la época, aunque la Federación Venezolana de Ciclismo carece de esos registros, que, por cierto, sirvieron para calificar a León entre los mejores del mundo…

 

ADN de pioneros deportistas

Una familia de campeones y del deporte: Julio César, el primer atleta criollo en Juegos Olímpicos; su hermano Cheché León, el primer director médico del IND; su hermana Mercedes, campeona y dos veces subcampeona mundial de Tiro Olímpico, además del destacado en motociclismo, su vástago y tocayo Julio César.

El Dr. Francisco José León Aranguren debe aparecer registrado en la historia como el pionero de la medicina deportiva en el país, al menos desde el punto de vista nominal, porque según datos recabados de fuente viva, Cheché León, como le conocieron en su entorno, fue el fundador del servicio médico de aquel incipiente Instituto Nacional de Deportes (IND), a inicios de los años 50 del siglo pasado.

Este ilustre médico, natural de Boconó, estado Trujillo, vio luz por vez primera el 17 de septiembre de 1916, como el mayor de ocho hermanos, entre quienes, por esos detalles del destino, destaca el pedalista Julio César León, primer atleta criollo en participar oficialmente en unos Juegos Olímpicos –Londres 1948–, y Mercedes León, campeona mundial de tiro.

Recuerda el avezado periodista deportivo don Julio Barazarte que, durante el campeonato nacional de ciclismo de 1956, el calapedista Julio César León sufrió un aparatoso accidente que lo marginaba del evento, pero su hermano Cheché, el padre del servicio médico del IND, aplicó una especie de tablilla en el hombro lesionado, y a pesar de recomendar que abandonara la prueba, Julio César dijo que él estaba ahí para ganar, trepó nuevamente su caballo de hierro y obtuvo la medalla dorada por amplio margen. La prensa del momento desbordó en elogios la labor del galeno.

El “Dr. Pastillita” –como le apodaron los más allegados a la actividad deportiva, por la efectividad en sus tratamientos–, cursó estudios de bachillerato en el colegio internado San José, en Mérida. Allí dio muestras de su disciplina y apego por los estudios.

Por su parte, doña Mercedes León de Mata, contra viento y marea, y contra el reinante machismo de aquellos días, basada en su indiscutible puntería, fue la única mujer en la selección nacional de skeet que representó al país en los mundiales de tiro olímpico de 1958 en Moscú (URSS) y El Cairo 62, donde logró plata por equipo y oro individual, respectivamente.

En Moscú, ante los anfitriones y favoritos, cae el equipo criollo apenas por 3 puntos. URSS: 91 y Venezuela: 88. Experiencia esta que le sirvió para afinar detalles que le hicieron colgarse el oro individual en la justa de El Cairo cuatro años más tarde. Allí aún llevaba el apellido Mata, de su esposo; pero para la justa de Wiesbaden 66, en la República Federal Alemana, donde logró el subcampeonato en la modalidad de skeet, ya se había casado con su antiguo compañero de equipo Juan García, bronce en Moscú 58. Por eso aparece en los registros históricos como Mercedes García.

La afición de doña Mercedes por tan exigente disciplina, muy posiblemente haya sido heredada de su abuelo paterno, quien fue un excelso cazador. El otro abuelo, Luis, el papá de su madre doña Carmen de León –amor eterno de Julio César–, resultó parrandero y jugador, además de buen actor: representó a “Pajarote” en Doña Bárbara.

Algunas anécdotas indican que en varios eventos doña Mercedes y el equipo de skeet criollo pudo haber ganado oro, pero fueron víctimas de triquiñuelas que invalidaron algunos tiros en los que habían atinado. No obstante, fue la única mujer de esa selección criolla y con tres medallas para el país en esos campeonatos mundiales. Así es la estirpe de los León.

Hoy, a sus 100 años, don Julio César, convencido de que “el olimpismo es un modo de ser limpio en tus intenciones” (*), sigue con recuerdos intactos y presto a asesorar y transfundir ánimo y garra del supercampeón que jamás conoció la palabra rendirse… Así, su centenaria leyenda sigue abriendo surcos con la siembra del deporte, ideales de convivencia y paz, buenos ejemplos y sanos hábitos, pedaleando los caminos de la vida.

 

(*) Barazarte, J. Historia Olímpica de Venezuela, p.101.

 

Luis "Carlucho" Martín 


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