Estoy almado | El poste de luz
¿Qué tan importante puede ser un poste de luz para una comunidad?
19/11/22.- No todos los días un poste de luz se desploma sobre la carretera, como sucedió en la calle donde vivo en Caracas. La caída produjo un estruendo similar a un choque de carros, tal vez por el impacto entre el metal del poste y el asfalto. Fueron apenas segundos, pero fue tan fuerte que las ventanas de los edificios se llenaron de curiosos que querían ver qué había generado aquella bulla perturbadora.
La escena era como ver un árbol caído que yacía atravesado en la calle, pero en lugar del follaje regado en el piso, estaban los pedazos de la lámpara desperdigados por doquier. El poste está hecho con hierro antiguo y medía algo más de seis metros. Quizás más. Se erguía justo en una calle empinada donde los carros patinan cuando llueve. Su caída libre pudo atentar contra las personas o los propios vehículos que frecuentemente transitaban por el lugar.
Afortunadamente, la vía estaba desolada cuando cayó. No hubo daños que lamentar. Así culminó la vida útil de un poste hecho para cumplir el servicio público de alumbrarnos. Una señora y un joven arrimaron el poste a un costado de la acera, como cuando ayudas a trasladar a alguien herido a un lugar más confortable. El poste no podía quedar atravesado en la vía e interrumpir la cotidianidad que se movía apurada desde la entrada del alba en el horizonte.
Se trataba de un poste verduzco, como el verdor de la montaña Waraira Repano en época de lluvia; lo dejaron cerquita de su base desde donde se desprendió inesperadamente. Su base mostraba cables pelados aún con electricidad, mezclados con el óxido del deterioro que el tiempo dejó a su paso.
La ausencia de un simple poste eléctrico se nota cuando los transeúntes acostumbrados a su luz, de repente, sin aviso, no lo tienen. En particular, este poste alumbraba, con su luz amarillenta, la entrada de unos de los edificios más grandes de la avenida Baralt; además, toda la calle igualmente se beneficiaba de su resplandor.
Sin él, ahora se instaló en la comunidad ese miedo urbanita con el que asociamos delincuencia y falta de luz. Una calle oscura es sinónimo de que puede ocurrir algo malo mientras caminas por ella; hay que apurar el paso, tener la llave a la mano, no mirar hacia atrás y entrar como si escaparas de algo que te acecha. Esa sensación cualquiera la puede vivir cuando falta el alumbrado que provee un poste de luz.
¿Qué podía hacer la comunidad para reponer ese poste de luz? ¿A quién llamar? Un pesimista, disfrazado de falso realista, soltó sin desparpajo: “Pasarán siglos para que pongan uno nuevo”.
La falta de un poste de luz no se resuelve como cuando falla el servicio de agua y los vecinos pagan una cisterna. Colocar un poste de luz obliga a comportarse como comunidad para buscar una solución.
La idea era plantearlo en el consejo comunal de la zona, para lo cual había que convocar, como mínimo, un par de reuniones. Luego, el consejo comunal tenía el deber de “elevar” el problema a las autoridades. Pero ocurrió algo peculiar: mucho antes de hacerse la convocatoria comunal, ya el problema estaba en manos de Corpoelec.
Dos vecinas, madre e hija, lo reportaron en la VenApp. Con teléfonos en mano bajaron de sus apartamentos el día de la caída del poste. Le tomaron fotos al poste maltrecho y a su base desvencijada. Después, hicieron la denuncia dentro de la aplicación.
Para sorpresa de la comunidad, en cuestión de días la calle tenía un poste nuevecito, más pequeño, más liviano y con una luz blanca (Led) que alumbraba más que el viejo poste caído.
El nuevo poste estaba ajustado a una nueva base, con cables y tornillos nuevos. Corpoelec llamó varias veces, tanto a la madre como a la hija, hasta asegurarse de que el poste ya había sido instalado.
La denuncia y la rápida reposición del poste generó nuevas circunstancias. El consejo comunal no ocultó su gran molestia; sus integrantes, en esa lucha de egos que muchas veces opaca la búsqueda de una solución de un problema comunitario, quisieron demostrar que fueron ellos quienes gestionaron la solución.
Pero la madre e hija se encargaron de informar, vía wasap, a toda la comunidad que fueron ellas las promotoras de solicitar un nuevo poste para la calle. Mostraron fotos, el reporte y la evidencia de mantener una constante comunicación con Corpoelec. También invitaron a todos a usar la VenApp.
Quedó claro que la diferencia entre el consejo comunal y la madre e hija que reportaron el problema es que estas últimas usan y manejan la aplicación VenApp; mientras que el consejo comunal aún aboga por el exceso de reunionismo y el cumplimiento seudoburocrático de procesos que dilatan la búsqueda de una pronta respuesta a los problemas.
Este fue un hecho comunitario anónimo que sucedió a partir de la caída de un simple poste. El resultado obtenido fue mucho más que recuperar la luz.
Manuel Palma